Por ESTEBAN JARAMILLO OSORIO.
El ojo clínico o el ojo cínico.
Redonda es la pelota e impredecibles sus efectos.
La vida para el Once Caldas continúa, mientras se alejan los recuerdos del fracaso en la Copa y en los torneos locales. La gran frustración.
Un nuevo proyecto ve las luces. Está sobre el papel. Es lo que se afirma para ganarle espacio al desaliento y para mejorar la relación con la afición.
Hasta ahora, salidas sin fichajes. Vista la nómina, urgentes son al menos cuatro refuerzos de comprobada calidad y un buen arranque en el próximo torneo, para suavizar el ambiente encrespado.
El club no se reconstruye anímicamente en su interior, con huidas cobardes frente a las críticas, con victimismo o culpando al periodismo, eludiendo las responsabilidades de jugadores y entrenadores.
Sin autocrítica o con la negación rotunda del fracaso. Sin castigo para quien auspicia desde el interior la indisciplina o sin señalamiento público a quien gestiona las contrataciones.
¿Y ahora qué?
Mateo García se marcha, porque él lo pidió. Su amor no es blanco, es azul. A falta de firmas, hay acuerdo por el 80 por ciento de sus derechos deportivos.
Dayro se queda por sus goles. Su corazón está en Manizales, por eso la rapidez de su renovación aunque divide la tribuna por su indisciplina.
Tiene el beneplácito del entrenador, con silencio aprobatorio a sus desmanes, por parte de las autoridades del club.
También continúan Barrios, Joan Parra, los Cuesta, Robert Mejía, Riquett, Zuleta, Rojas, y Zapata. Son la base de la alineación.
Se requiere un portero con madurez, que gane puntos y partidos, que deje dormir tranquila a la afición, sin desbordes de vedetismo o impulsos conflictivos.
Un central recio, valiente, que no se amilane frente a la primera colisión, ni pida ambulancia en las caídas; dos laterales alternativos, un mediocampista de marca, un creativo y un delantero.
El hincha blanco está cansado de las presentaciones indecisas, sin alma, de los fogonazos en el juego sin continuidad, del balón en poder del adversario, de las recriminaciones públicas de sus figuras, de la inacción desde los bancos y de los suplentes del montón.
Es simple: para contratar jugadores, se necesita un ojo clínico y no uno cínico, para satisfacer la exigencia del público.















