En vísperas de la celebración de sus 30 años, la Catedral de Sal de Zipaquirá, ubicada en Cundinamarca, Colombia, se prepara para conmemorar un hito que fusiona geología ancestral, fe profunda y orgullo comunitario. Nicolás, guía y custodio del icónico sitio, compartió con Infobae Colombia durante un tour guiado las fascinantes historias detrás de su origen marino del período Cretácico, hace 135 millones de años, así como su simbolismo religioso y la tradición minera que impregna cada rincón. La nueva catedral, inaugurada en Navidad de 1995, reemplazó a la antigua construida en túneles de 150 años que cerraron en 1992 por derrumbes, humedad y riesgos estructurales, y ahora atrae turistas de más de 120 países con audioguías en siete idiomas.
Durante el recorrido, Nicolás explica cómo todo el centro de Cundinamarca fue un mar antiguo y salado que se secó hace 135 millones de años, dejando el paisaje subterráneo que hoy maravilla a los visitantes. Las esculturas religiosas se tallan directamente en la sal, iluminadas por luces litúrgicas que realzan su misticismo, mientras refuerzos de madera y metal preservados por el agua salada garantizan la seguridad. La sal misma invita a la interacción: “La sal es rica, la sal es deliciosa. Y viene de un proceso natural. Toma el aspecto de nieve, parece algodón, parece escarcha… pueden pellizcar, pueden pasar la sal en los deditos. Es gratis. Es cortesía de la casa”, relata el guía con entusiasmo.
De la fe minera al renacer arquitectónico
La devoción de los mineros es el alma de este lugar, donde la oración diaria a las 6:30 de la mañana precede al trabajo en las profundidades, asegurando la protección divina: “Los mineros acostumbran a estar de rodillas a las seis y treinta de la mañana, porque después de un buen tiempo de oración, los mineros van a tener la seguridad de que Dios va a estar con ellos”, detalla Nicolás. Prácticas como la revisión de gases y los refuerzos de madera, que el agua salada conserva intactos, evocan leyendas locales, como la pirita confundida con oro por los antiguos excavadores. La antigua catedral, erigida en túneles con 150 años de historia, sucumbió a derrumbes constantes: “Se seguían derrumbando, se seguían hundiendo”, recuerda el custodio.
“Hace mucho, mucho tiempo nosotros tuvimos un fondo marino. Todo el centro de Cundinamarca era un mar antiguo, extraño y salado. Se secó y se evaporó. Eso sucedió hace como ciento treinta y cinco millones de años. Todo esto que ustedes observan viene desde el Cretáceo”
Nicolás, guía y custodio de la Catedral de Sal
El renacer llegó con un concurso que reunió 87 firmas de arquitectos, donde los planos de Orlando Garavito fueron seleccionados como los mejores, gracias a fondos gubernamentales. Construida con técnicas de esculturas directas en sal, la catedral es administrada por una empresa de economía mixta bajo concesión estatal al municipio de Zipaquirá, generando empleos locales a través del turismo. Se promueve la inclusión con recorridos en inglés y planes para vincular a la comunidad muisca.
Celebración navideña con ecos globales
La conmemoración de los 30 años en diciembre de 2025 coincide con la Navidad, evocando al ángel Gabriel en su tradición litúrgica, e incluye eventos comunitarios, conciertos con un artista internacional y competencias en la mina. Este aniversario no solo celebra la arquitectura y la geología, sino el espíritu colectivo: “Consiguen dinero del gobierno, realizan un concurso con ochenta y siete firmas de arquitectos… encuentran que los planos del arquitecto Orlando Garavito son los mejores”, narra Nicolás, subrayando el triunfo de la visión compartida.
“La antigua catedral se construyó en donde los túneles ya tendrían 150 años de historia. Se seguían derrumbando, se seguían hundiendo”
Nicolás, guía y custodio de la Catedral de Sal
Así, la Catedral de Sal se erige como un testimonio vivo de fe minera, historia geológica y tradición navideña, invitando al mundo a descubrir sus secretos en un viaje que trasciende el tiempo y la tierra.

















