El reconocido presentador de televisión colombiano Manuel Teodoro, conocido por su trabajo en el programa Séptimo Día de Caracol Televisión, anunció públicamente el fin de su matrimonio de 28 años con Ana Isabel Zamorano, ocurrido hace dos años de manera consensuada debido a cambios personales experimentados con el tiempo, sin involucrar infidelidades ni peleas. La ruptura, iniciada por el propio Teodoro, fue revelada en el programa La Red de Caracol Televisión, mientras que detalles sobre su larga lucha contra el alcoholismo habían sido compartidos previamente a inicios de 2025 en el pódcast ¡Qué Locura!. Actualmente radicado en Santa Marta, Colombia, Teodoro enfatizó que la decisión fortaleció su relación actual de amistad con Zamorano, con quien tiene dos hijos que los mantienen unidos permanentemente.
Manuel Teodoro, nacido en Nueva Orleans de padre filipino y madre colombiana —cuyos padres se casaron a los 18 años por un embarazo no planeado—, conoció a Zamorano en Estados Unidos, donde inició su carrera televisiva antes de llegar a Colombia en 1994 para trabajar en CNN, Noticiero CM& y Séptimo Día, programa que se discontinuó en 2000 y regresó en 2007. Tras cuatro décadas en la televisión, su vida personal tomó un giro drástico con la separación, que él mismo describió como necesaria para priorizar la felicidad individual por encima de las normas sociales o religiosas.
Una decisión mutua sin resentimientos
Teodoro explicó que el divorcio, formalizado dos años atrás, surgió de transformaciones inevitables en ambos a lo largo de tres décadas juntos, casados desde 1994. “No hay resentimiento por parte y parte, fue una decisión necesaria, de mutuo acuerdo, iniciada por mí”, afirmó el presentador. Agregó: “No era por peleas, no hubo cachos, yo no tenía otra, ella no tenía otro”. En su reflexión, señaló: “Uno es una persona a los 20, otro a los 30 y otro a los 65. ¿Cómo no van a haber cambios de 30 años para acá? Y esta mujer también cambió. Le dije a ella de una forma muy diplomática que yo quería estar solo”. Hoy, mantienen una relación cordial: “Ahora somos buenos amigos. Hasta cierto punto, nos va mejor. Nuestros propios hijos estaban de acuerdo en que mami y papi son diferentes. Hicimos lo que teníamos que hacer, lo cual me reconfirma que en la vida no hay nada permanente. Yo no considero que uno deba someterse por obligación a las reglas de una sociedad y una religión, a someter la felicidad de uno”.
La dura batalla contra el alcoholismo
Paralelamente, Teodoro abrió su corazón sobre su adicción al alcohol, que lo acompañó desde la adolescencia tras el divorcio violento de sus padres a sus 14 años y un abandono emocional que lo dejó en Filipinas, generando una profunda dependencia. Consumía hasta cuatro botellas de vodka diarias incluso durante el trabajo, al punto de no recordar el nacimiento de su primera hija, Camila: “Yo no me acuerdo del nacimiento de Camila, mi primera hija, porque estaba tan borracho que no podía ir al hospital”. Su recuperación comenzó en 2002 con la primera reunión de Alcohólicos Anónimos, aunque sufrió 17 o 18 recaídas; en 2006, tras un internamiento de 65 días impulsado por Zamorano —quien le dijo: “No quiero que tus hijos te vean así, te estás muriendo”—, logró la sobriedad que mantiene hasta hoy, pese a un infarto hace diez años.
Post-separación, Teodoro se mudó a una casa del año 1860 reformada en Santa Marta, un espacio con ambiente hippie-espiritual y enfocado en el fitness, donde prioriza su bienestar personal mientras sus hijos sirven de puente eterno con Zamorano. Esta noticia pública del divorcio y los detalles del alcoholismo resaltan un capítulo de resiliencia en la vida del veterano periodista.

















