El periódico The New York Times publicó este 28 de diciembre de 2025 un extenso reportaje firmado por la periodista Genevieve Glatsky, con base en Bogotá, que analiza el rol de Colombia como el mayor productor mundial de cocaína durante casi cinco décadas y el impacto de la administración del presidente Gustavo Petro en la lucha antidrogas. El texto profundiza en las tensiones diplomáticas con Estados Unidos, bajo el mando de Donald Trump, y los desafíos de la política antidrogas impulsada por Petro, en regiones clave como Cauca, Nariño, Putumayo y Norte de Santander, marcadas por densa selva, escarpadas montañas, largas y porosas fronteras y décadas de conflicto interno.
El reportaje rememora estrategias fallidas como el Plan Colombia, las extradiciones masivas, las fumigaciones aéreas y la erradicación manual, ninguna de las cuales ha producido resultados duraderos. Tras el acuerdo de paz firmado en 2016 con las Farc, que desmovilizó al grupo guerrillero, las disposiciones sobre desarrollo rural nunca se cumplieron plenamente bajo el gobierno de derecha elegido en 2018, según críticos citados por el medio neoyorquino. Esto permitió que grupos criminales más pequeños se trasladaran a antiguos territorios de las Farc, donde la coca siguió siendo la única fuente fiable de ingresos para muchos campesinos pobres, mientras los grupos armados ampliaron los cultivos, consolidaron rutas de tráfico y aumentaron la producción a cifras récord de incautaciones y producción de cocaína.
La política de Paz Total de Petro y sus contradicciones
Desde que asumió la presidencia en 2022, Gustavo Petro ha impulsado una política antidrogas a diez años centrada en el desarrollo rural, la sustitución de cultivos, la regulación del cannabis y su estrategia de Paz Total, proponiendo enfocarse en el desarrollo rural y dar prioridad a la detención y procesamiento de los dirigentes de las organizaciones de traficantes en lugar de a los campesinos pobres. Sin embargo, esta visión ha sido calificada como bien intencionada y bien expresada públicamente, pero muy mal aplicada, por Diego García-Devis, responsable del programa de política de drogas en Open Society Foundations. Recientemente, el gobierno ha anunciado un regreso a la fumigación con drones y glifosato, en medio de tensiones crecientes por ataques a embarcaciones en el Caribe y el Pacífico oriental contra el tráfico desde Venezuela y el llamado cartel de los Soles.
“no hay pruebas de que dirija o esté vinculado a ninguna organización criminal”
The New York Times, sobre Gustavo Petro
Tensiones diplomáticas con Estados Unidos
Estas fricciones han escalado con la descertificación de Colombia por el Departamento de Estado de Estados Unidos, que acusa a Petro de ser aliado de capos narcos sin pruebas, mientras Trump lo ha llamado líder ilegal del narcotráfico. Petro respondió duramente, afirmando que Trump no merece más sino la cárcel. El reportaje destaca que Colombia obtuvo apoyo en la Comisión de Estupefacientes de la ONU para revisar la clasificación de la hoja de coca, pero se encuentra en una posición imposible. Sergio Guzmán, analista, lo resume así: Colombia se encuentra en una posición imposible en la que tenemos que seguir librando una guerra que, para empezar, no es nuestra. Una guerra que nunca ganaremos porque, sencillamente, la economía no está ahí. Geoff Ramsey, del Atlantic Council, añade que no se trata de un problema político, sino económico.
El análisis del New York Times subraya cómo, pese a todos los esfuerzos, el país sigue atrapado en un ciclo donde la cocaína domina la economía en zonas olvidadas, y las políticas de Petro enfrentan resistencias internas y externas, dejando un panorama incierto para la erradicación del narcotráfico en Colombia.

















