Esteban Jaramillo Osorio
Alguna vez tendremos que adaptarnos al formato nuevo del futbol reguetón, auspiciado por charlatanes teatrales de micrófono, que orientan sus comentarios desde el conformismo, con superficialidad.
Los indicadores de rendimiento en el futbol contemporáneo, se basan en kilómetros, en el sudor, en los mapas de calor, en la posesión de la pelota, de títeres de un sistema, empeñados en luchar con intensidad y no en disfrutar.
¿Y qué pasó con el futbol show?
Se habla de gestión de tiempos y espacios, de equilibrada compactación de líneas, de tiempos muertos, de equipos mecanizados, de obediencia a los libretos, de soldados, de futbol sin glamour.
Por eso las figuras no están en la elaboración sino en la destrucción, con excepciones como Jhon Arias, en el partido de Colombia, diferente frente a los demás a la hora de jugar y competir.
El torneo clasificatorio, el actual, rumbo al mundial, que regala premios como en las piñatas familiares, reduce los apremios de la clasificación y da impulsos pasionales, partido a partido, por lo que significa la histórica rivalidad.
A Ecuador, el oponente de turno, lo elevaron desde la publicidad del partido, a los altares, donde están los poderosos. Falacia, extravagante, sin sentido. Ecuador es de nuestro nivel.
Bajo el argumento de una revancha, después del fatídico 6-1 anterior. Pasando por alto que cada partido es distinto al otro, con historias diferentes, con menos errores quizás, pero con cambios de actitud. Rápido moriría de tedio el futbol, si todo fuera igual.
Colombia jugó con intensidad. A no pecar, con miedo a la equivocación. Pero fue ciega a la hora de definir. Tan confusa al visitar el área rival.
Fue sosa por pasajes, motivado, alegre y emotiva en otros, con seguridad defensiva, con respaldo sobrio en el medio de marca, en contraste con partidos anteriores, sin presencia intimidante en ofensiva, zona donde se dividió el balón.
A punto estuvo de ganar… y ¿por qué no?, de perder.
Con James parsimonioso, pero seguro en los pases. En prometedor regreso, ocupando otra función y otra posición detrás de los delanteros, para hacer destacada presencia sin derroches físicos.
Luis Díaz, figura excluyente en Liverpool, esporádico e intrascendente con la selección, golea allá y se enreda acá. Combina acciones de Pelé, con otras de Dembele.
Colombia no afina los movimientos dinámicos productivos cuando tiene el balón. Las maniobras colectivas no son constantes, las transiciones amenazan, pero no se concretan en la red.
Por ello vivimos de un presente que pretendemos apoteósico y no lo es. En medio de nostalgias, en plan de comparación con las figuras del ayer. No hay un Falcao, no hay un Cuadrado, ni un Guarín, ni un Yepes, un Armero, ni un Zuñiga, un Aldo, un Teo, un Sánchez, un Cardona, o un Aguilar. Una generación dorada, que tomó vuelo y se marchó.
Bueno el empate, no lo dudo, pero por el trámite, sin ser superior, el saldo pudo ser mejor. Esteban J.