Por Esteban Jaramillo Gómez
La típica despedida: “Gracias por todo, te echamos por nada”. La carta de formato despedida en todos los clubes, por la ausencia de resultados. En nuestro lenguaje, les dieron “el ácido” … Ha sido un placer.
En las crisis, la renovación razonada o los saltos al vacío, las revanchas, la depuración de plantilla con salidas sin llegadas, los golpes de opinión, o la elusión de las responsabilidades.
La forma predilecta de los directivos: apagar un incendio a escobazos, sin estrategias garantizadas. Aunque los despedidos por terminación de contrato, a excepción de Torijano, hicieron el curso acelerado, por su poco aporte, hacia su retiro.
La cuerda rota por el lado más débil.
El técnico, Sarmiento, otra víctima de la tiranía de los números, no tuvo nómina y sin ella, imposible le resultó cumplir los objetivos exigidos, distintos a aquellos para los cuales lo contrataron. La misma suerte correrán quienes lo sucedan, porque sin futbolistas no hay futbol y sin futbol no hay rendimiento ni buenos resultados.
Los hinchas pasaron de la euforia al abonarse, al descontento, al nerviosismo por la posición en la tabla, al rechazo tras una nueva eliminación, con futuro incierto por la ausencia de planes estratégicos desde la dirigencia. Con un sector de la barra en extrema beligerancia.
No se ve claro cómo salir de la zona del desastre, con un punto de inflexión que albergue la esperanza. Son demasiados descalabros, por la equivocada orientación, el mediocre manejo del mercado de fichajes y la falta de visión en el proyecto deportivo, enjaulado en la equivocada toma de decisiones.
Dicientes los números que publicó La Patria: 229 jugadores, 13 técnicos, en 11 años de gestión de los actuales propietarios, con promesas de equipos poderosos, ciudadelas deportivas y un nuevo estadio. De aquello nada.
Es la propensión a controlar sin innovar, sin arriesgar, con unas condiciones de trabajo sujetas al miedo por el estilo de conducción, los conceptos rectores y las formas de manejo empleadas. El mundo militar no cabe en estos mundos.
Es el presente del Once Caldas, a meses de los veinte años del título de Copa, alejado del éxito y en un mar picado por los desengaños.
No hay inversión, no hay jugadores con clase, no hay idea ni estructura en el proyecto, hay conformismo y, en algunos casos, indiferencia frente a la agonía en las tablas.
Hace años se desterró la autocrítica, no de otra manera se explica que en el desplome los dirigentes ni se despeinan. Dicen que los dictadores no escuchan.
En modo despidos, la única manera de recuperar la confianza de los aficionados y de creer que algo positivo se “cocina”, por fin, desde los escritorios, tras bastidores, es moviendo el mercado de fichajes, con el tiempo y las gestiones requeridas.
Sin dejar pasar las semanas, para contratar cuando esté en curso la competencia. Con el visto bueno de los entrenadores, diseñando planes para el futuro, que fortalezcan el proyecto deportivo, que eviten las relaciones conflictivas y otro u otros descalabros.
P.D. Ruego no bombardearme más con proclamas políticas. Ya elegí mis gobernantes, con derecho a mi voto desde sus ideas y no desde sus frases vacías o los insultos.