Esteban Jaramillo Osorio
En el Once Caldas avanza la revolución silenciosa. Con rumores que se esparcen, noticias sin fundamento, con supuestos y deseos de periodistas e hinchas.
Con veedurías permanentes rastreando talentos, pero no es lo mismo jugar en el barrio, en el solar del colegio, que en estadios de alta competencia.
El presupuesto es hoy el peor opositor. No hay dinero para invertir. Largas listas de opcionados se discuten, se analizan con lupa, entre el presidente y el entrenador a quien, caso típico, no le llega la ratificación oficial.
¿Hay dudas? ¿otras opciones? ¿otras razones? El gerente deportivo encargado, en este tema, un cero a la izquierda. Ojalá Dorti, el despedido, no se mueva a la sombra.
Entre propuestas y descartes hay una línea débil que se rompe con facilidad por los altos sueldos solicitados, las pretensiones de los empresarios y la edad o la inactividad de los futbolistas buscados.
Los buenos jugadores tienen contrato y la posibilidad de libertad en sus clubes actuales, es reducida. Lo que indica que no siempre querer es poder y que los vistos y preferidos implican, para firmarlos, una inversión considerable, como debe ser para armar un buen equipo. Lo que por costumbre el equipo no hace.
Juega en desventaja el Once por las urgencias. Hay un choque entre el equipo que diseñan las mentes de los aficionados, el que evalúa la dirigencia y el que pretende el adiestrador. Que el dinero no alcanza, es vieja historia ligada con los descalabros.
No hay buen ambiente. La tensión afecta al director técnico, quien, a veces obstinado, quiere jugadores con elevada categoría y descarta futbolistas en bajada, de nivel medio, que le pueden aportar.
Es durante el año que se estudia el mercado. En equipos de rango bajo, en la categoría B, explorando jugadores en el exterior, rastreando en los campeonatos juveniles, mirando torneos nacionales o expectantes a la culminación de contratos. No es solo en diciembre cuando se le da vuelo a un club.
Esteban J. —