Los 13 del 11, ilusión o desengaño

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Foto El Comercio

Esteban Jaramillo Osorio

Jugar bien es rentable. Las alas del sueño, o idéntico descalabro.

Cachetazo en Lima. Simulacro sin argumentos de un equipo frágil en sus líneas, sin Dayro, sin gol, sin futbol, dominado por el rival, salvado por los porteros.

El Once en proceso de ensamblaje, con trece jugadores nuevos en su nómina, vistos todos, sin rodaje táctico consolidado ni memoria colectiva, lo que justifica la caída. Frente a un anfitrión de estructuras definidas, con plantel de copa Libertadores, de fiesta frente a sus seguidores.

El blanco-blanco perdió los duelos físicos, sin técnica, fue impreciso en los pases y careció de desbordes y llegadas, apagado en el juego colectivo, caótico en ocasiones en su defensa.

Fácil, muy fácil, es descalificarlo a cinco días del reestreno ante Chico. Pero no siempre es bueno moverse por donde sopla el viento. Conveniente es discernir con argumentos frente a la posibilidad de cambio, a pesar de que grande es la cuota de los contradictores.

Las cosas no son como empiezan sino como terminan y no se conocen campeones que fabriquen su historia desde la pretemporada.

Por ello, es conveniente un compás de espera para ver rendimientos y resultados. Siempre lo hice, sin juicios a priori, sin exaltar o descalificar por un partido, sin ceguera premeditada, especialmente en las adquisiciones. No es bueno promover aspavientos a destiempo, ni engancharse con la idea delirante de ver el club en el descenso. Es masoquismo.

Abundan las predicciones funestas, porque los futbolistas elegidos no satisfacen los gustos de un sector del periodismo y de los aficionados. Ninguno de los firmados, y no puedo ocultarlo, rompe el mercado, detiene el aliento o se convierte en objeto de culto al anunciarse su llegada, pero hay varios con buenas expectativas. El club ha logrado un lavado de rostro y ha cambiado la percepción de muchos hinchas.

Gustavo Torres es un fichaje de categoría, a pesar de sus antecedentes disciplinarios. En este caso y otros similares, el Once está curtido. Ha hecho un master con Dayro.

Sin el esplendor futbolístico del anterior, Felipe Cifuentes, quien llegó del Quindío, donde se destacó en la categoría B como delantero de banda derecha con velocidad y desborde.

Dudas hay sobre Roger Torres, un pequeño y liviano jugador con buena técnica, deslumbrante a primera vista, pero sin carrocería para imponerse en los duelos físicos.

Origina controversia su llegada por el freno que significa a la consolidación de Esteban Beltrán y a la proyección de kevin Villada, un chico nacido en Bucaramanga, formado en clubes populares caldenses y pilar de los proyectos juveniles de la Liga Caldense, a quien hace un año maduran las inferiores. Pide pista con argumentos justificados.

No hay certezas sobre Luis Palacios, quien salió de Equidad sin dejar rastro y con Juan Patiño, a quien se le vio en la noche azul, pasado de revoluciones.

Las mejores vibraciones están en Iván Rojas, Mateo García y los dos porteros, Aguirre y Mastrolía potentes, ágiles, con buen golpeo a la pelota, pero sin futbol aéreo.

De Jonathan Murillo hay reseñas de su firmeza defensiva, su primer pase y sus cambios de frente. Lo que tendrá que refrendar para evitar fracasos anteriores.

Rápido es Quiñones, con variedad de recursos en ataque, frágil en el comportamiento defensivo. Castaño, un lateral agresivo con la pelota, con deficiencias en la marca.

Ver para creer o amanecerá y veremos.

En el caso Dayro, un trámite jurídico resuelto y sin firma, lo puso a correr, frente a un juzgado. Sirvió para que sus detractores lanzaran hipotesis de todo tipo, tantas de ellas aberrantes y descalificadoras. Se mueve, por la pasión que despierta, entre odios y amores.
Esteban J

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