Por Samuel Salazar Nieto*
Ni un solo segundo de los 89 días en los que el volcán Nevado del Ruiz estuvo en nivel de actividad naranja, pasó desapercibido para el equipo de profesionales y técnicos que se encargó de estar vigilando el comportamiento del ‘león dormido’. Hoy, con el telón abajo tras tres meses expectantes ante una erupción que se anunciaba “en días o semanas”, invitamos a Lina Marcela Castaño López, la geóloga líder del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales, a que nos nutriera este informe especial con el anecdotario de una experiencia fuera de lo común para la gran mayoría de colombianos.
La noche del 14 de abril Lina Marcela Castaño apenas sí logró conciliar el sueño, agotada por el cansancio acumulado de dos días en los que las nuevas señales que comenzó a mostrar el volcán Nevado del Ruiz presagiaban lo peor. Ese viernes, cuando abandonó sobre las diez de la noche las instalaciones del Observatorio Vulcanológico y Sismológico para retirarse a descansar, la probabilidad de erupción o un cambio de nivel naranja a rojo eran prácticamente inminentes.
En ese momento ya habían transcurrido tres semanas desde que el “león dormido” comenzó a mostrar señales de inestabilidad, con notables cambios en los parámetros de medición que el 30 de marzo llevaron al Servicio Geológico Colombiano (SGC) a anunciar que el nivel de actividad pasaba de Amarillo a Naranja y por tanto la amenaza era mayor.
Los datos destacados en ese momento mostraban aumentos significativos en la sismicidad provocada por el fracturamiento de roca. Los registros superaron históricos y alcanzaron cifras entre los 12.000 y 13.000 por día; sin embargo cuatro días después, mientras estos movimientos comenzaban a descender, otro tipo de sismos se asomaba en los sensores y eran los provocados por el movimiento de fluidos al interior de los conductos volcánicos, en sostenido aumento diario desde el 3 de abril y que alcanzaron su pico más alto a mediados de ese mes con un agravante adicional: estaban ya ocurriendo en el mismo cráter Arenas, justo debajo del domo de lava que lo tapona.
“Cuando hubo sismicidad en el cráter, el domo comenzó a moverse y pensamos: va a ocurrir la erupción”, relata Lina Marcela al detallar lo que sin duda fue uno de los momentos más críticos que ella y su equipo experimentaron.
“Pero lo del proceso volcánico es algo que se puede desacelerar, atenuar y fue lo que horas después ocurrió; sólo se trató de una manifestación que estaba en crecimiento pero que finalmente no tuvo la fuerza y energía para culminar en erupción”, complementa la funcionaria, quien recibió en la sede del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales, al Centro de Información de la Alcaldía de Manizales para hablar de lo que fueron para ella y su equipo los últimos tres meses realizando una labor multiparámetro, llevada a cabo con expertos en geoquímica, deformación, sensores remotos y geovulcanología, gracias a la cual el país y el mundo sabían lo que allí ocurría en todo momento.
El Observatorio
El Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales fue creado en 1986 tras la necesidad sentida de realizar un permanente monitoreo al volcán Nevado del Ruiz, con el impulso de las lecciones aprendidas después de la tragedia de Armero, provocada por la erupción de la noche del 13 de noviembre de 1985 y, para dar continuación al Observatorio Vulcanológico de Colombia creado en 1985, tras la reactivación del volcán.
Hoy es el principal del país y uno de los más importantes de América Latina. Desde una sala de 50 metros cuadrados que queda en el último piso de la sede del Servicio Geológico Colombiano, en el sector del barrio Chipre, al lado de un mirador que tiene vista directa al volcán cuando las condiciones del tiempo lo permiten, se lleva a cabo la labor de vigilar once estructuras volcánicas activas como Romeral, Cerro Bravo, Nevado del Ruiz, Paramillo de El Cisne y Morro Negro, Paramillo de Santa Rosa, Nevado de Santa Isabel, Complejo volcánico Cerro España, Paramillo del Quindío, Nevado del Tolima y Cerro Machín.
Aquí, en medio de grandes pantallas que recogen digitalmente lo que captan los sensores y las cámaras de video, se maneja también el Campo volcánico del norte de Caldas y en esa tarea se controlan el volcán San Diego, ubicado en el Mar de San Diego, municipio de Samaná; El Escondido, descubierto en 2015 y que actualmente está en estudio y El Guadalupe, que también está recién descubierto y al cual se le está haciendo control geoquímico.
Toda la información que a diario quedó plasmada en el boletín extraordinario que enviaba el Servicio Geológico Colombiano, fue producto de la tarea que desde Manizales desarrolló el OSVM, donde siempre hubo turnos permanentes de tres personas en la sala de monitoreo que inmediatamente trasladaban para su estudio y análisis a cada área de expertos, la información recibida.
Una vez procesados los datos se redactaba el informe y esteera enviado a Bogotá a la sede nacional del SGC, para conjuntamente con el director de Geoamenazas y el equipo de comunicaciones revisar y ajustar el informe que antes de cada medio día fue entregado a los colombianos durante los últimos tres meses.
Para la líder del OVSM la experiencia de estos tres meses sirvió además para saber qué se tenía y qué había que hacer. “Aunque faltan por fortalecer muchas cosas, de esta experiencia queda un sistema de alarmas tempranas funcionando, las comunicaciones fortalecidas, los planes de contingencia actualizados y en marcha”, explica.
“Fue un buen ejercicio que deja lecciones para nosotros y todas las demás instituciones y a pesar de que nunca se está totalmente preparado, lo cierto es que si se vuelve a presentar una situación de esta naturaleza ahora estamos mejor preparados que hace tres meses”, agrega Castaño López.
Fracturamientos, movimiento de fluidos y emisiones pulsátiles
Gracias a esos boletines la gente en Manizales, Caldas y el país finalmente entendió, por ejemplo, que no es lo mismo una ALERTA, cuya declaratoria es un acto administrativo que emana de una autoridad y que permite activar protocolos y tomar medidas para mitigar riesgos, que un NIVEL DE ACTIVIDAD que, de acuerdo con el color, determina el estado del volcán.
Todos, además, lograron entender que los sismos eran de dos tipos. Uno por el fracturamiento de roca, que se originan por una liberación súbita de energía a causa de la presión que el magma hace sobre la roca (piedra) hasta que la rompe. Y los otros originados por el movimiento de fluidos al interior del volcán. Por los conductos avanza el magma y los gases, ese movimiento produce vibraciones imperceptibles para el ser humano, pero no para los sensores que van registrando cómo se desplaza.
En medio de esos movimientos del magma (roca fundida) se generan gases que lo impulsan o lo fragmentan (lo vuelve pedacitos, lo pulverizan). Esto explica la emisión de cenizas, que en el boletín del SGC se reportaban como continuas, a veces, pero generalmente como “pulsátiles”, lo que quiere decir que eran intermitentes, a ritmo de unas pulsaciones o, para ser más gráficos, como bocanadas.
No bajar la guardia
Volver al nivel de actividad Amarillo en el volcán Nevado de Ruiz fue muy bien recibido por las autoridades y en general por todos los estamentos de la región, que veían cómo sectores como el turístico y el hotelero, comenzaban a verse afectados ante el temor de la gente de viajar a la zona. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el ‘león dormido’ mantiene todavía inestabilidad en sus comportamientos y no hay que bajar la guardia.
Para Lina Marcela Castaño es claro que hoy es menos probable una erupción y las características de los comportamientos que se registran así lo confirman, “pero es impredecible y la posibilidad de que ocurra no se puede descartar”.
“Hoy puede estar muy tranquilo y en unas horas podría darse el caso de que se tenga la necesidad de saltar de nivel Amarillo a Rojo, sin pasar por el naranja, ante cambios súbitos en el comportamiento; así que, si va ocurrir una erupción, nunca vamos a saber el día ni la hora”, precisa.
Ella insiste en que su equipo continuará con la labor, respaldado en los equipos con que cuentan y con el apoyo de las plataformas satelitales internacionales de seguimiento a la actividad volcánica, aspecto que también es de gran importancia en esta tarea.
Ya con la satisfacción del deber cumplido y el renovado compromiso de no bajar la guardia en el seguimiento al volcán, para Lina es claro que, si hoy se presentara una gran erupción, se salvarían muchas más vidas que si la misma hubiese ocurrido el 30 de marzo pasado, cuando cambió el nivel de actividad.
* Editor del Centro de Información de la Alcaldía de Manizales