La Veintitrés

De cómo aburrir un noticiero y otros demonios…

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Por Hernán López Aya*

Un amor tóxico, por el poder, de un selecto protagonista. Un caprichoso modo de hacer las cosas a su antojo y un sinnúmero de consecuencias para quienes lo cuestionan, critican o, simplemente, asesoran.

Argumento corto…

Hace un par de años, en un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, nació un proyecto al que pertenecí y en el que disfruté mis últimos días como periodista de noticiero de televisión.

La pasé “de lujo”. Aprendí, conocí, ayudé, me regañaron, participé, me felicitaron, me “mamaron gallo” y me convertí en un referente de cómo agregarle a las respuestas o saludos palabras que, en par ocasiones, sacaron sonrisas de algunos y “malas jetas” de otros.

Por ejemplo: ¿Qué más, betamax? ¿Qué cuenta, menta? ¿Cómo andamios? ¿Todo Vietnam? Nada empanada, sisas, Tsitsipas, sinónimo (para respuestas positivas); notas, nogales, noción (para respuestas negativas).

El espacio dio para todo. Para crecer profesionalmente, para demostrarle al país que se puede informar de forma decente, para comprobar que existe la sana competencia, para superar rivales sin necesidad de marrullas y con opciones novedosas y sólidas, para reírse, para hacer amigos y para gozarse el trabajo aunque pagaran tarde… 

Fui coordinador de corresponsales y luego jefe de emisión de una atmósfera que superó a sus rivales, en rating, gracias al quehacer fuerte y comprometido de un equipo de reporteros que trabajó 24/7 en el cumplimiento de “los caprichos informativos” de quienes nos atrevimos a dirigirlos.

Noticias buenas y malas; cubrimientos arriesgados y destacados; tragedias que enlutaron al país; triunfos deportivos que hicieron reventar el pecho; goles valiosos que marcaron el retorno de algunos y el comienzo de otros; el espíritu de un grupo de jóvenes y viejos que sintieron suya esa casa y se atrevieron a defenderla como “gato patas arriba”. Eso fue lo que me enamoró de esa temporada.

Y la prueba de esto fue traída a la memoria por un “extraño de pelo corto”, o mejor, sin pelo, el día que decidió dar un paso al costado y despedirse:

“Un premio Simón Bolívar, un premio CPB, 5 nominaciones a los India Catalina, tres a los TAL; por dos años consecutivos el noticiero fue el segundo en el ranking de confianza de las audiencias, elaborado por el Instituto Reuters de la Universidad de Oxford. La principal enseñanza: la televisión pública es del Estado, es decir, de la ciudadanía sin importar su credo, etnia, origen, sexo o idea política”.

Idea política. Es en este escalón en el que se sufre, según mi concepto, el resbalón que, a mi parecer, dio cabida a ese tórrido romance entre el insaciable poder y el protagonista de una relación tóxica.

Yo abandoné la comarca hace un año; decidí buscar nuevos rumbos y retos, pero siempre estuve pendiente de lo que por días fue una de las alegrías más grandes de mi intento periodístico.

Hasta que me aburrí. Me aburrieron. Y la dejé. 

Lo que yo había celebrado como un pujo de felicidad, en serio, se convirtió en la vitrina de un desdibujado Quijote que tiene como Sancho Panza a un personaje pintoresco, que disfruta los escándalos, que reta a quienes lo contradicen, que censura reporteros, que veta a quienes no piensan como él u opinan en contravía de sus pensamientos, que planta barreras para que el acceso a su mundo sea prácticamente imposible y que, seguramente, no conoce la frase “construir sobre lo construido”. Y lo peor de todo es que es periodista.

Así es. Sus antecedentes son “variopintos” y su intención de acabar con lo que perciba extraño a su pensamiento político es su “secreto a gritos”. A mi parecer, creo que hay algo paranoico en su comportamiento que no le permite escuchar “músicas diferentes”.

No obstante, en ese mundo que me dio tanta alegría, siguen “chapaleando” varios y valiosísimos personajes que seguramente son más valientes que yo y que pretenden sacar a flote el reto; o, a lo mejor, hundirse tocando la mejor de sus versiones. Muchos no seguirán, porque así lo decidieron las directivas.

Para ellos, toda mi fuerza desde la distancia. Para quienes se fueron, la mejor de las suertes. Para quienes permanecen del lado de la toxicidad, ojalá y se den cuenta de que hay otras formas de hacer las cosas bien.

Y para el protagonista, al mejor estilo de las palabras que sacan risas: póngase serio, llave, y deje camellar…

Ojalá y los “otros demonios” no lleguen. Ojalá que los cancerberos se encarguen de que la puerta esté cerrada y ojalá que el representante del Santo Oficio se de cuenta de que la muchacha no está endemoniada. Ese amor le puede traer ratos aburridos.

Se lo dice un experto en “tusas”…

@HernanLopezAya 

*Comunicador Social y Periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano con 26 años de experiencia en televisión y Oficinas de Comunicación. Fue jefe de emisión del fin de semana en RTVC NOTICIAS. Ganador del premio de periodismo Álvaro Gómez del Concejo de Bogotá en 2016. Bloguero de KIENYKE durante varios años.

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