El costo de ser empresario en una ciudad y un país que deja en sus manos toda la carga

Compartir en redes sociales

Con una economía a la baja, de capa caída aseguran los expertos, y prácticamente al límite de la recesión, sectores productivos y generadores de empleo y riqueza en el país, comienzan a sentirse afectados. Manizales y Caldas no son la excepción

La Veintitrés se puso en la tarea de ver cómo se sienten hoy en la ciudad los empresarios dedicados a la producción y venta de servicios básicos, del entretenimiento, de las actividades nocturnas y en su gran mayoría coincidieron que el gobierno anterior dejó a Manizales con un retraso de más del 30 por ciento en materia de cuidado del espacio público y de control de la legalidad en muchas actividades, lo que ha hecho que la informalidad crezca y se acreciente la pobreza y el retraso.

Indicaron que ante la indiferencia de los últimos años por parte de la autoridad frente a la situación, Manizales se ganó la fama de ser un lugar en donde “no molestan para nada”. El que llego de Bogotá, Cali, Pereira o del extranjero, trajo a otros, y las calles se llenaron de vendedores ambulantes porque además “no se controlaron las actividades de espacio público”.

Solo basta darse una pasada por el centro de la ciudad, donde prácticamente ya no hay por donde caminar, para observar la forma descomunal como crece día a día la informalidad en la ciudad, con el agravante de que todo ocurre a los ojos y en las narices de todas las autoridades sin que nadie intervenga en defensa, por lo menos, del espacio público.

Facilidades para el que llega

En las últimas semanas del año pasado la gente fue testigo de cómo se anunciaba con bombos y platillos por parte de las autoridades la llegada de la multinacional Oxxo, superficie a la cual fue necesario crearle normas especiales para permitir que funcionara las 24 horas del día, lo que a los establecimientos comerciales de la ciudad, muchos de ellos con mejor oferta al público, no se les permite hacer. 

Al que llega de afuera porque tiene nombre raro le abren las puertas, pero a nosotros los montañeros de acá nos las cierran”, comentó un indignado comerciante que además llamó la atención porque a los establecimientos comerciales de la ciudad solo se les permite atender al público hasta la una de la mañana, no tiene horario extendido y están en estos momentos “afrontando una caída en sus ventas de más del 70 por ciento”. 

La ilegalidad

Esta situación, según otro interlocutor con el que habló La Veintitrés, llevó a que, como no se permite trabajar en la legalidad, la gente mute a otra forma de subsistencia y también entre al mundo de lo informal, ya no buscando ubicación en la vía pública, sino desde sus viviendas, ofreciendo comida y otros servicios; desde sus fincas, organizando entretenimiento para los amigos, y todo sin tener que responder por un arriendo, un local, unos empleados.  “¿Quién paga los platos rotos? Los que creemos en la legalidad”. El comerciante, quien además agregó: “Para la gente es mejor no ser visible ante la autoridad y entonces monta cocinas ocultas  y vende a través de las redes sociales y así nadie la molesta y tiene toda la libertad para actuar”. 

Recordaron las personas consultadas, que quien tiene un establecimiento público está sometido a la Ley, a pagar sus impuestos y sus empleados con todos los requisitos de Ley.  Un trabajador de salario mínimo (que está en un millón 300 mil pesos)  le cuesta al final del ejercicio a un empresario algo más de dos millones 25 mil pesos, teniendo en cuenta el costo de vacaciones, cesantías, intereses de cesantías, afiliación al seguro social, subsidio de transporte, etc. etc. 

Desbordada carestía

A este panorama local se suma la situación nacional. La gente del común no lo nota, pero para un empresario o comerciante  claro que cada vez se vuelve más difícil mantener sus actividades  con alguna rentabilidad.

Por ejemplo, el costo de la gasolina creció en más de un 100% en un año y tres meses, mientras que los peajes se incrementaron en un 11%, lo que según ellos es un porcentaje desmedido en una región en donde proliferan los peajes y los trayectos son cortos, lo que trae como consecuencia el incremento en el transporte de pasajeros y de carga. 

Y aunque el gobierno dice que lo que tiene que ver con el Fenómeno del Niño no está afectando la producción de alimentos en el país, para nuestros interlocutores hay muchos intermediarios que se están aprovechando de la situación y especulan con los precios de los alimentos, lo que afecta especialmente al sector de restaurantes.  

No hay quien trabaje

También llamaron la atención frente a la situación de los subsidios del Estado, que en muchas ocasiones incentivan a la gente a no trabajar por cuando subsisten con lo que reciben a través de ellos.  Esto, y el hecho de que es más fácil sobrevivir de la informalidad en la calle, hace que la mano de obra básica, por ejemplo, para los restaurantes, sea difícil de conseguir,  pues nadie le llama la atención ser mesero, cocinero, repartidor. 

Y a esto súmele que la jornada laboral sufre a partir de este año una reducción de una hora a la semana y que en la reforma laboral que se tramita en el Congreso de la República, el gobierno está buscando incluir la reducción de otra hora más, lo que de acuerdo con su opinión, es de gran impacto en las finanzas de sus empresas. 

Todos los consultados por La Veintitrés recalcaron que es necesario que el gobierno se fije en ellos y entiendan que son parte activa del movimiento económico del país, antes que terminen ahogados y tengan que acabar con sus empresas. 

Sigue leyendo