¡Felizcumpleaños, bisiesto!

Compartir en redes sociales

Por Hernán López Aya*

Es sinónimo de 24 horas más de vida. Y fue creado para compensar el tiempo perdido. Al consultar los orígenes del año bisiesto, todo parece confusión. Fue una idea del emperador Julio César, en su afán de nivelar el orden luego de que el calendario lunar romano sufriera una variación de tres meses de las estaciones. Para desarrollar su estrategia, el hombre decidió decretar un “año de confusión”, que tuvo 445 días. 

Y después de esta etapa, volvió a los 365 y le sumó un día más cada 4 años.

Siglos más tarde, el que sufrió el desfase fue el papa Gregorio XIII. Las festividades cristianas se le descuadraron 10 días. Le quitó estos tiempos a octubre y ajustó las normas del día bisiesto. 

¡Qué vaina tan enredada!

De ahí en adelante, la mayoría nos regimos por el Calendario Gregoriano. Ese que se ha encargado de emparentar al año bisiesto con tragedias, eventos desafortunados y montones de supersticiones.

Unos daticos:

¿Sabía usted que el Titanic se hundió en abril de un año bisiesto (1912)? ¿Sabía usted que William Shakespeare y Miguel de Cervantes murieron en un año bisiesto (1616)? ¿Sabía usted que la masacre de Múnich, durante los Juegos Olímpicos, sucedió en un año bisiesto (1972)? 
Hechos que marcaron la historia y que son prueba fehaciente de la rareza de esos 366 plazos.

Pero más raro, en mi concepto, debe ser cumplir años ese día. Me parece que es igual a celebrarlos el 24 de diciembre, sinónimo de un regalo para conmemorar dos fiestas y de un conveniente “uno por dos” para beneficio de la economía familiar.

En el bachillerato, por allá en séptimo grado, tuve un compañero que celebraba su onomástico el 29 de febrero. No recuerdo su nombre, pero sí me acuerdo de que lo molestamos con “constancia”. Como cosa rara, no le pusimos apodo pero sí aprovechamos cada momento para pronosticarle que su mayoría de edad llegaría más tarde de lo normal y que su primera entrada a una discoteca (porque en esa época ya pensábamos en eso) la tendría que hacer con barba frondosa, pelo en pecho, canas y voz gruesa.

Si el “bullying” ochentero no es suficiente, atentos a estas “perlas” que se le asemejan: “La posibilidad de nacer el 29 de febrero es de 1 entre 1461”, según la Sociedad Honoraria de los nacidos en Día Bisiesto. Y como si fuera poco recibir un regalo cada cuatro años, los adultos bisiestos tienen un día más de trabajo y un día menos de pago, en algunos casos.

Sin embargo, no todo es tan complejo o negativo como parece. Quienes impugnan el no obtener la ofrenda cada año, celebran “el cumple” el 28 de febrero o el primero de marzo; otros se catalogan como “eternos”, porque pueden cumplir 80 pero considerarse de 20. 

Y también hay cosas hermosas, como los libros infantiles de la escritora londinense Patience Agbabi, quien se inventó la historia de un joven “bisiesto” que puede viajar a través del tiempo. Sus letras originaron una nueva dimensión y una nueva forma de percibir estos “alumbramientos”.

En mi caso, de la mayoría de años bisiestos que he enfrentado, existe uno que es muy especial. Y sobre todo, porque viví uno de los momentos más importantes de mi vida como papá y seguidor de Soda Stereo.

El 29 de febrero de 2020, en el estadio El Campín de Bogotá, Zeta Bosio (bajista) y Charlie Alberti (baterista) abrieron la gira “Gracias Totales”, una serie de conciertos creada para celebrar la historia de la banda y homenajear el legado de Gustavo Cerati. En ella participaron artistas argentinos y cantantes internacionales como Juanes, Rubén Albarrán, Draco Rosa, Mon Laferte y Andrea Echeverri, entre otros. 

35 mil personas asistimos al toque. Fue una noche feliz, en la que mi amigo Germán Espinel y yo saldamos la deuda de escuchar, juntos, a “Soda” en vivo. Y fue la noche en la que más lágrimas de alegría he soltado, después de ver a mi hija Manuela “llorando a cántaros”, al compás de “Juegos de seducción”. En ese año, mi “Manu Chau” cumplió su mayoría de edad y su obsequio fue ir al concierto. El tío Gigio le regaló la boleta. Igualmente, en ese bisiesto decidió hacer vida en el país gaucho.

Días después, llegó el Coronavirus y armó “su fiesta”.

Sinónimos y antónimos. Esos son los componentes de los años bisiestos; aquellos que son gozados al máximo por sus anfitriones y que se dan el lujo de tener un verdadero “día exclusivo”. Además, gracias a un emperador y un papa, estas personas integran la comunidad más joven del planeta. 

¿O no?

*Comunicador Social y Periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano con 26 años de experiencia en televisión y Oficinas de Comunicación. Fue jefe de emisión del fin de semana en RTVC NOTICIAS. Ganador del premio de periodismo Álvaro Gómez del Concejo de Bogotá en 2016. Bloguero de KIENYKE durante varios años.

@HernanLopezAya

Sigue leyendo