Por Juan Manuel Galán*
Colombia e Israel comparten una historia de conflictos complejos y prolongados que involucran el control territorial y la lucha contra grupos armados terroristas. Tanto el papel de Colombia como el de Israel son vigilados por la comunidad internacional en materia de derecho internacional humanitario por guerras que, guardando las proporciones, se viven en América Latina y Oriente Medio. Es por esta razón que, en el contexto convulso de la guerra de Benjamín Netanyahu contra Hamás, decidí visitar Israel la semana pasada para entender la compleja situación que atraviesa y aprender las valiosas lecciones que tienen para darnos allí.
El ataque del 7 de octubre por parte de Hamás incluyó asesinatos, secuestros y graves violaciones a los derechos humanos de la población israelí, lo que condujo a una respuesta con los mismos resultados. La violación del derecho internacional humanitario es repudiable por los efectos que tiene la guerra en la población civil.
Sin embargo, durante la visita, pude constatar que el conflicto no puede verse a blanco y negro. Israel enfrenta múltiples frentes de conflicto que trascienden las fronteras físicas: desde Hamás en Gaza hasta Hezbolá en el Líbano, pasando por sectores chiítas radicales en Irán e Irak, y los hutíes en Yemen. Al igual que Colombia, Israel se encuentra en una posición geopolítica clave que ha conducido a la proliferación del conflicto. En nuestro caso, las selvas y el acceso a dos mares han servido para la constitución de ejércitos guerrilleros y paramilitares, así como la construcción de laboratorios de clorhidrato de cocaína, hasta la pérdida de Panamá.
Los contextos se diferencian por la magnitud de los conflictos, sus antecedentes, entre otras razones. Sin embargo, el dolor que sienten las víctimas aquí y allá pone de presente la importancia de una seguridad nacional robusta y bien coordinada.
Israel y Colombia han mantenido una larga tradición de amistad y cooperación en diversos ámbitos, desde el comercio hasta la tecnología y la seguridad. La ruptura de relaciones diplomáticas pone en riesgo nuestra capacidad para mantener la seguridad en todas las regiones de nuestro país. Con Israel, el Estado colombiano ha firmado un tratado de libre comercio, además de acuerdos en materia de seguridad, así como cooperación en inteligencia y fabricación de armamento. Los testimonios de los colombianos en Israel que vivieron los ataques terroristas del 7 de octubre, como Rebeca Bohbot, esposa de Elkana Bohbot, compatriota secuestrado, destacan la importancia de mantener estos lazos.
Israel se destaca por su inversión en investigación y desarrollo, dedicando más del 5% de su PIB a este sector. En contraste, Colombia invierte apenas el 0.2%. Este viaje permitió explorar oportunidades de cooperación tecnológica, especialmente en áreas críticas como la gestión de recursos hídricos. Con el cambio climático afectando cada vez más nuestros recursos naturales debemos aprender de las mejores prácticas globales. Israel, líder mundial en tecnología del agua, puede ser un socio clave para Colombia en la implementación de soluciones sostenibles y avanzadas que aseguren nuestro futuro hídrico.
El incremento del antisemitismo en América Latina, exacerbado por los discursos incendiarios del presidente, es una preocupación urgente. Colombia debe caminar por el sendero de la tolerancia y no por la senda autoritaria de presentar propuestas irresponsables de asamblea constituyente.
Como gesto de demostración de los valores liberales de comprensión del otro, he decidido ir también a Abu Dabi, en Emiratos Árabes Unidos, para conocer la visión musulmana del conflicto, descartando la versión terrorista que solo puede combatirse. Se trata de una inversión en el futuro de Colombia.
*Director Nacional de Nuevo Liberalismo