El fútbol: mundo de dioses, sin dioses

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En la piel de Jesurum. Su temperamento volcánico. El escándalo. Una renuncia. El costo político. Un desliz, un tropezón o tremenda metida de pata en el sitio inapropiado. El peor momento en los mejores momentos.

Esteban Jaramillo Osorio

El día de la gloria, el caos. Los tumultos sin control antes del partido, la derrota y la humillante exposición ante las cámaras, por no controlar su desbocado carácter.

Fue pillado en fuera de lugar por confrontar a la autoridad con fuerza excesiva, la misma que utilizaron los policías para controlarlo, cuando pretendía pasar con su familia, por donde no podía.

No sólo recibió tarjeta roja, sino aislamiento temporal forzado, sin importar su investidura, para desatar las peores críticas, con exceso y sevicia.

Jesurum resistente a las crisis, con siete vidas como los gatos, de las que sale sin despeinarse, se vio demacrado con su cabello desordenado, enfrentando el rigor de la ley y el escándalo público. En su primera aparición pública, después del incidente, se vio desafiante. Que mal le hacen quienes lo aconsejan.

Aparecieron la indignación de falsos moralistas, agigantando lo ocurrido, exigiendo, para él, un máximo castigo. También sus defensores interesados exculpando su comportamiento.

Sin desconocer la incidencia de lo ocurrido por sus características violentas, sus repercusiones mundiales y el efecto dañino a la imagen del país, no debe el dirigente ser señalado como peligroso delincuente.

Tampoco verse como un pequeño angelito caído en una trampa, por sus desbordes emocionales, o por la tendencia gringa a confundir la autoridad con humillación e irrespeto.

Vejaciones y abusos hubo siempre por esos lugares, como las hubo con los aficionados a quienes trataron como a perros rabiosos por sus desmanes, con desmedida violencia.

No fue el mejor día para el presidente de la federación. Pero de su caos personal, puede salir airoso a pesar de la corriente creciente que pide su renuncia. Las autoridades estadounidenses no son inmunes ante la influencia de la diplomacia que lo respalda.

Con un comunicado personal, sin soberbia, con humildad, reconociendo lo sucedido, pudo salir mejor librado del penoso asunto.

Pero se conformó con los textos oficiales, que llegaron desde sus esferas cercanas, ofreciéndole respaldo. No se esperaba otra cosa.

Su principal defensor, Álvaro González, su chaleco anti balas, quien, con la habilidad que le caracteriza, saca provecho del incidente para reforzar su poder a la sombra.

Saldrá averiada su imagen, pero mantendrá su autoridad en el futbol colombiano, porque, por fortuna para él y para quienes lo respaldan, los resultados en los últimos tiempos son aliados de la gestión que adelanta.

Será su compromiso, mientras el episodio pasa al olvido, reforzar con ideas el proyecto Lorenzo, que reactivó la alegría de la afición, con mayores alcances que vayan más allá de celebrar como un triunfo una derrota que alejó a Colombia del esperado título.

El mundo de los dioses, sin dioses.

Esteban J.

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