La Veintitrés

Colombia olímpica

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Por Hernán López Aya

Creo que, somos más, los que nos ilusionamos con lo hecho por los deportistas colombianos, en cualquier evento, en cualquier torneo. ¿Y por qué será? Pues porque, a través de los años, los triunfos han sido pocos.

Nunca, pero nunca (como dice la canción), hemos sido un país de constantes gestas deportivas. Entonces, pues nos toca con lo que hay. Para nadie es un secreto que el apoyo a los deportistas no ha sido el ideal. Con su sacrifico y sus triunfos, los competidores han logrado que se les tenga en cuenta y sean tratados como se merecen, en varios aspectos como especialistas en deporte, psicología deportiva, nutricionistas o metodólogos, por mencionar a algunos.

No obstante, lo que sí sobra son las opiniones desde el sofá de la casa y el catalogar los esfuerzos de mujeres y hombres, según su participación en eventos. Y no siempre, de manera positiva. Casi nunca.

Para la muestra, los Juegos Olímpicos de París.

Dos palabras de mucho peso: “Juegos Olímpicos”. Quienes alguna vez hemos tratado de integrar un equipo, de cualquier modalidad y en cualquier categoría, sabemos que esa vaina es muy fregada. Y el sinónimo es “sacrificio”. En cientos de aspectos: monetario, psicológico, físico, de juventud, social, en fin…

Muchos no lo hemos logrado. En mi caso, alguna vez pensé que podía hacer parte de la Liga de Voleibol de Bogotá. Pero llegué tarde. Estaba dispuesto a sacrificar mis ratos de ocio, que eran bastantes; a portarme juicioso y a, prácticamente, cambiar mi forma de vida. 

Eso es lo que hacen los deportistas que están en París. Y eso es lo que los hace tan valientes: cambiar la vida y a una temprana edad, esa en la que existen cientos de oportunidades de divertirse, cometer errores y pasarla bien, sin necesidad de rendir cuentas. Pero no, no basta. A muchos les parece falta de orgullo o amor por la camiseta.

A mí, no. A mí también me gustan los diplomas olímpicos. Me gusta que les reconozcan el esfuerzo. Porque llegar a los Olímpicos hace parte de un proceso que tiene un sinnúmero de aristas que no todos conocemos. Preferimos la ligereza y, como dicen las mamás, “soltar la lengua”. 

¿Ejemplos de berraquera?

Mariana Pajón. Lleva 4 olimpiadas raspándose los codos y cayéndose de la bicicleta para regalarle alegrías a su país (y a su carrera, obviamente). Pero no falta el que, en redes sociales (una verdadera cloaca) sale a descalificarla porque en esta oportunidad no logró medalla. ¿Otro ejemplo? Mateo Carmona. Primera vez en unos juegos olímpicos. Antes, ya había ganado cositas, pero le llegó la gran oportunidad. El hombre quedó sexto, a sus 22 años, y recibió el diploma. Luego de la participación, salieron los “bicicrosistas de sofá” a apalearlo por no haber ganado la medalla.

¿Más ejemplos? Ingrit Valencia; boxeadora. Clasificó a tres olimpiadas de manera consecutiva. En Río 2016 ganó medalla de bronce. Y pues tiene un montón de triunfos más. Pero no. No es suficiente.

Por estos días Gisselle Aparicio, con quien he disfrutado décadas de amistad, tomaderas de pelo y ejercicio periodístico, escribió certeramente: “quedar entre los ocho de unos Juegos Olímpicos es más de lo que, todos los vagos que critican, han hecho por este país”.

Y creo que es cierto. Es maravilloso acostumbrarse a ganar medallas, trofeos, torneos o como los quieran llamar. Lo que no, es “coger de maña” el insulto a quienes nos representan en otros lugares del mundo. Pareciera que se normalizó el maltrato de colombiano a colombiano.

Sin embargo, yo creo que lo que se debe seguir evaluando es la calidad del apoyo a los deportistas. No solo con dinero por ganar; también con escenarios, con más asesorías, con búsqueda de patrocinios, porque recordemos que las ligas son privadas, al igual que las federaciones; y son ellas las que tienen que encontrar los recursos para mantener su competitividad. Y el semillero deportivo es vital. La ayuda del Ministerio del Deporte es para el alto rendimiento. 

Y si no me creen, los invito a darse una vuelta por la Unidad Deportiva El Salitre, en el occidente de Bogotá. Está destruida. Fue la sede de 11 ligas deportivas. Dijeron que la iban a remodelar porque no cumplía con normas de sismo resistencia. Pero, hasta el momento, nada. Por el abandono y cientos de problemas con contratistas, la Unidad tendrá que ser demolida. Allá fue a donde llegué a pedir que me dejaran entrenar “volei”. Lo hice, años después, pero con un club aficionado.

Por lo pronto, hay que seguir disfrutando de los Juegos, con sus polémicas y demás. 

Mientras que escribía este texto, escuchaba el partido entre la Selección Colombia Femenina de Fútbol y la de España. Alargue y penales. España ganó. Otra ilusión de medalla que se nos fue.

No quiero ni imaginarme el montón de comentarios por haber perdido el partido. Muchos de los que hacen este tipo de “críticas”, fueron capaces de pensionar a Radamel Falcao o enviar al retiro a Egan Bernal después de su accidente. O decir que Nairo es “un tronco”. 

Es bien difícil ser deportista en Colombia. 

@HernanLopezAya

*Comunicador Social y Periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano con 26 años de experiencia en televisión y Oficinas de Comunicación. Fue jefe de emisión del fin de semana en RTVC NOTICIAS. Ganador del premio de periodismo Álvaro Gómez del Concejo de Bogotá en 2016. Bloguero de KIENYKE durante varios años.

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