No somos lo mismo  

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Por SAMUEL SALAZAR NIETO 

Es triste admitirlo pero cada vez es menos visible la línea que separa el periodismo de otro tipo de actividades que se confunden o que aprovechan su nombre para presentarse  ante las audiencias. Y cada vez son más evidentes los vicios que, aunque siempre han existido, hoy son tan comunes que incluso se aceptan como parte de la normalidad y del deber ser del oficio, justamente por esa confusión que existe entre diversas formas y roles para comunicar.

Esa fusión de noticia, editorial y marketing que se impone en los tiempos modernos, agudiza la crisis de un periodismo que día a día pierde la credibilidad y el respeto de la gente.

La culpa muchas veces no es de los periodistas, sino del poder económico que controla los grandes medios y que los utilizan en defensa de sus intereses particulares, sean ideológicos o económicos, bajo el manto de fungir como orientadores de la opinión. “No soy yo, las órdenes vienen de arriba”, me respondía esta semana un colega, director de un medio de comunicación, con quien me une una gran amistad y a quien le comenté por qué condicionaban la línea política de la empresa a la actividad informativa. 

Triste realidad que pasa por encima de lo que debe ser el ejercicio del periodismo, que hoy  se confunde con lo que hacen influencers y analistas.  “NO SOMOS LO MISMO” es el título de una campaña del Overeas Press Club (OPC) (Club de la Prensa Extranjera) que desde su filial en Puerto Rico, está empeñado en hacer claridad sobre el rol que cada uno cumplimos dentro de la sociedad. 

En esa tarea educativa nos definen a los periodistas como profesionales de la comunicación que tenemos como función “informar con datos previamente corroborados; los periodistas no cobramos por entrevistas ni reportajes”. Por el contrario, los influencers buscan establecer tendencias y reciben remuneración económica por compartir o apoyar marcas o productos a través de las redes sociales, buscando además cambiar la conducta y las preferencias de las personas que los siguen.  El tercer grupo analiza y comenta noticias y situaciones de los ámbitos político, económico y social, basado en su conocimiento y apreciación personal. 

Con sorpresa, en este proceso que hemos vivido desde La Veintitrés en algo más de un año de existencia, nos encontrábamos durante la pasada campaña política con que algunos personajes a los que buscábamos por un  interés periodístico que le aportara valor a nuestro contenido, nos esquivaban o se mostraban renuentes a hablar con nosotros. Entendimos qué estaba pasando, cuando uno de ellos nos preguntó directamente cuánto le íbamos a cobrar por la entrevista. Cuando le dijimos que ese no era el objetivo nos aclaró que ‘los periodistas’ que lo habían contactado le cobraban y que incluso tenían tarifas establecidas para ese fin en la campaña electoral. Lo más sorprendente de todo es que cuando vimos varios casos publicados, esos ‘periodistas’ y ‘medios de comunicación’ ni siquiera tuvieron la delicadeza ética de dejarle claro a sus audiencias que se trataba de un contenido pago o un publirreportaje. 

Y con el mismo recelo nos encontramos después en nuestras labores de cubrimiento del Concejo Municipal y la Asamblea Departamental, donde también fue preciso que hiciéramos claridad a los corporados, que lo único que no motivaba es informar a los ciudadanos de lo que en esas instituciones ocurre.   

Cuando a uno como periodista se le acerca un concejal, no a felicitarlo por la nota que publicó, sino porque no está cobrando por ella, indudablemente algo anda mal. 

Repito, no son estos vicios los de una ciudad en especial o de medios o personas en particular. A lo largo del tiempo como periodistas y comunicadores, ya sea desde la orilla pública o la privada,  hemos convivido con ellos, pero diferenciábamos muy bien las líneas que nos separan a unos de otros. Pero con el tiempo, estas conductas se han masificado porque para acceder a los presupuestos de publicidad en medios de comunicación, quienes desarrollan este otro tipo de actividades se presentan como ‘periodistas’ para acceder a la pauta.

El gran error está en que cuando esa pauta se distribuye por amistad, por cercanía ideológica, por recomendación política y no responde a estudios de sintonía y de audiencia que garanticen una inversión en publicidad o divulgación de una oferta institucional, o a la seriedad de los periodistas y el medio que emite sus opiniones e información, termina convertida en una manera de pagar favores y en manos de cualquiera que diga ser periodista porque cuenta con una página en FB o IG.

Por eso hay que celebrar que se hagan esfuerzos como la creación de la Red de Periodistas de Manizales, naciente organización en la que los colegas de todas las agremiaciones, están tratando de darle vida a una organización que dignifique el oficio, o la profesión, y mantenga en lo más alto el prestigio y el respeto que han ondeado por todo el territorio nacional los grandes periodistas que esta tierra le ha dado al país.

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