El Once Caldas, para chicanear

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 Por Esteban Jaramillo Osorio

 Súper triunfo del Once Caldas en el clásico, con golazo, esfuerzo indeclinable, con liderato reforzado, en el reino del antifutbol, con varios chambones en el campo, pataduras, dispuestos a imponer condiciones desde el físico desbocado y las provocaciones. 

Con poco futbol. Prevalecieron la actitud, la voluntad y el afán por no perder, por encima del juego técnico, arrasador, ambicioso de victoria.

 No se “rompieron el coco” los entrenadores, para lograr el objetivo trazado. Fue el Once Caldas el ganador, al aprovechar un remate a distancia, milimétrico, dirigido de Mateo García, el mejor del partido.

 De principio a fin prevaleció la vieja teoría del caos cuando la técnica no aparecía. 

 El futbol tan ingrato, tan diabólico, tan impredecible, le pasó factura al Pereira, tan lejano, en rendimiento, al que consiguió el título. Por eso terminó azarado, nervioso, provocando disturbios para empequeñecer la victoria del Once Caldas.

 Fueron pocas las jugadas de gol. Todo se concentró en las marcas presionantes, en la limitación de espacios, en las interrupciones del juego, con circulación imperfecta de la pelota. Entre patinazos, malas entregas y enredos, transcurrió el tiempo reglamentario.

 El árbitro Carlos Betancur, altanero y tarjetero, anuló una jugada, en la antesala de un penalti, a favor del Once, que, aunque daba para doble interpretación, tuvo el apoyo del VAR, ceñido a una rigurosa milimetría. Evidente fue fue la posición viciada.

 Justo es decir que Pereira pudo ganar el partido, sobre todo cuando arreció al final, pero estaba James Aguirre, en su dimensión, cuando se despojó de sus guantes de pelea y uso con acierto los del portero.

 Para este partido, adaptándose el uno al otro, Mateo, tuvo como soporte a Robert Mejía. Ambos, fueron calificados como las figuras del cotejo.

 Triunfo reconfortante en una inmejorable campaña, para llenar estadios, para fortalecer el vínculo con los aficionados, para reafirmar el liderato. Esteban J.

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