Por HERNÁN LÓPEZ AYA
Lo hago, o mejor, lo hacemos a diario.
Y suena a fuerte frase de cajón: “Todos los días hay un nuevo comienzo”. Y pues claro, es obvio: nos levantamos, desayunamos, nos bañamos y arreglamos, salimos a trabajar o estudiar, cumplimos con la tarea, regresamos a la casa, nos acostamos y a dormir.
Un proceso que se volvió sencillo y básico, para algunos.
Para otros, es todo un reto. Y acuñamos la frase como sinónimo de valentía, esfuerzo y necesidad.
Ayer, durante una conversación con mi esposa, decidimos hacer alarde de nuestra capacidad de análisis y preguntarnos si, en realidad, había sido acertada la decisión de dejar el país y “volver a comenzar”.
Y para conseguir una respuesta, “comenzamos” a hablar de un montón de situaciones que no solo han marcado nuestras vidas.
Por ejemplo: yo empecé contándole como fue la primera vez que mi amigo Camilo Moreno se ganó su primer sueldo y qué decidió hacer con él. Pues más allá de un compromiso (porque no lo era, absolutamente no), el tomó una decisión que nos hizo muy felices y nos demostró su nobleza.
Cuando todos teníamos trabajo, y Camilo no, nosotros patrocinábamos las salidas a fiestas, paseos y demás ratos de esparcimiento que fueran posibles. A nuestro modo (determinado por una necesidad de “mamar gallo” a todo momento), le advertimos que su primer sueldo nos pertenecería y que la daríamos sabio uso a esas monedas, conseguidas con el esfuerzo de sus primeras ideas laborales.
Pues así fue. Y lo mejor, no hubo necesidad de presionar. Él, con actitud célebre, advirtió que había recibido el salario y que sería hora de disponer de él. Nos lo gastamos con todo éxito; y él se dio el lujo, “por primera y única vez”, de cumplir un compromiso caprichoso de amigos de adolescencia. Su nobleza sobra. Con el segundo salario “volvió a comenzar” una agenda nueva de gastos.
Acto seguido, hablamos de mis hijas. Y de sus “primeras veces”. De este grupo destacamos las dos más valientes. La de Manuela, comenzar a estudiar en otro país y enfrentar la vida como una “adulta post adolescente”; esa fue su primera vez por fuera de la casa. Y la de María José fue “darse la pela”, por primera vez, y recibir a Lucas, su hijo. Ayer, precisamente, me contó que gracias a “su nuevo comienzo” en el rebusque, se ganó un dinero que va a utilizar para que el pequeñito pueda entrar al jardín infantil.
También, con mi esposa, hablamos de su paso por la universidad. Fue extenso porque decidió cambiar de carrera. Ella se dio cuenta de que lo que comenzó como un sueño se estaba saliendo de sus límites y le estaba ganando la batalla. Sin pensarlo mucho, decidió orientar sus conocimientos hacia la Ingeniería Industrial y “por primera vez” le dio un giro a una vida de estudios marcada por la psicorigidez y el orden absoluto. Su papá recibió su grado con mucha felicidad y esa fue “la primera vez” que el viejo sonrió por haber cumplido la meta de pagarle los estudios y darse cuenta de que había valido la pena. Su ruta educativa “volvió a comenzar”.
En mi caso, he comenzado un montón de veces. Por errores y por aciertos de la vida. Y hablamos de varias experiencias, muchas de ellas vividas desde temprana edad, que me dieron la oportunidad de cometer “por primera vez” un montón de irresponsabilidades que me enseñaron a comenzar de nuevo.
Nuevas novias, nuevos trabajos, nuevos disgustos, nuevas peleas, malas decisiones, buenas decisiones, experiencias gratas, compromisos ineludibles o cambios emocionales, entre muchos temas.
El más reciente tiene que ver con el estudio, un aspecto en el que me caractericé por no ser muy dúctil, después de haber terminado mi año repetido de décimo grado de bachillerato.
Salí del país con un sueño y “por primera vez” sentí la necesidad de volver a estudiar. Comencé con el francés, un idioma extremadamente difícil. Y ahí voy. Además, me toca aprenderlo para sobrevivir.
Pero ese esfuerzo me ha dado la posibilidad “por primera vez” de reforzar las ganas de seguir con la vida académica. Y decidí, “por primera vez”, que buscaré algo más para aprender, diferente a un idioma. Y lo haré en otra lengua, diferente a la que hablo y escribo.
Y en la charla también se atravesó la patria; esa que nos acogió y que nos ha dado tantas alegrías. Creo que, urgentemente, merece una nueva “primera vez”; un nuevo comienzo.
Con un par de vinos de aforo, la conversación terminó y “por primera vez”, mi esposa no fue vencida por los efectos del alcohol. Ella es lo que llamamos en Colombia “media copa”. Pero en esta ocasión ganó el reto. Siempre hay “una primera vez”.
Esos son los momentos que hay que aprovechar; y concluimos que “empezar de nuevo” ha dejado de ser una frase de cajón. Es un verdadero reto, sin importar las circunstancias de tiempo o espacio. Y lo que nos parece más destacable es que, todavía, existan las ganas de un reinicio.
Estar en la zona de confort, en mi concepto, es un privilegio adquirido como consecuencia o recompensa de centenares de esfuerzos. Pero no puedo negar que iniciar tiene un atractivo, repleto de adrenalina y necesidad de nuevas sensaciones, gratas o jartas; pero que, definitivamente, nos fortalecerán la vida.
Hay que seguir. Y si les toca arrancar de nuevo, no lo duden. Mientras que haya fuerzas hay que aprovechar y disfrutar la vida. Eso sí: también hay que saber identificar cuándo hay que dar un paso al costado, y decir “no” también es una virtud.
Igualmente, en este tipo de casos, siempre hay “una primera vez”…
@HernanLopezAya
*Comunicador Social y Periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano con 26 años de experiencia en televisión y Oficinas de Comunicación. Fue jefe de emisión del fin de semana en RTVC NOTICIAS. Ganador del premio de periodismo Álvaro Gómez del Concejo de Bogotá en 2016. Bloguero de KIENYKE durante varios años.