Esteban J.
La lesión de Mateo García, que pudo ser de extrema gravedad, se saldó con daños de cuidado pero con menores perjuicios, en el Once Caldas.
Un mes de inactividad a pesar de que se sospechaba una afectación profunda del ligamento cruzado de su rodilla. La patada del “cavernícola” Rovira por poco le destroza la rodilla, con la complacencia arbitral.
Wilmer Roldán, para muchos el mejor árbitro, volvió a su libreto antipático, petulante y acomodado, protegido por la dirigencia.
Tres tarjetas rojas quedó debiendo, de Miranda, Patiño y Rovira. Para él, el Var no existe. Sus decisiones y punto. Ya es hora de declararlo personaje no grato y solicitar su veto
Tiene al Once Caldas en su ojo cínico. Lo ha demostrado en varios partidos.
En el “Blanco- blanco”, el paso a semifinales es la consecuencia de una inesperada cosecha de puntos, de triunfos, con presencia constante en el tope de la tabla, sin sufrimiento para la afición.
Pero la holgura de la clasificación contrasta con el rendimiento actual de los jugadores.
¿Está el Once para ganar el título? ¿Saben los futbolistas lo que esto significa?
Por la producción individual y colectiva, hoy, no.
Por los sofocos, la intermitencia en el juego, sin la dimensión de otros partidos en varios de sus jugadores, las dudas han ganado espacio.
Las arremetidas del ego, no han sido contrarrestadas.
Varias son las razones para el desfallecimiento.
¿De qué manera se pueden gestionar el camerino, la nómina y las obligaciones? ¿ Como recuperar el nivel de rendimiento de futbolistas clave? ¿Como evitar la decepción de los aficionados, si al final, después de tardes emocionantes, se llega al cierre con las manos vacías?