Después de muchos años de peregrinar exitoso por el mundo, Falcao, el predicador de las buenas costumbres, el goleador eterno, regresó a Colombia y alborotó a los hinchas de Millonarios.
Lo hizo como declaración de amor a sus colores, se enfundó la camiseta, actuó con ella, agitó estadios y encendió pronósticos, con la posibilidad de un título.
Aunque quedó en deuda, le dio perfume a la liga.
Inspiró el camerino, motivó con ejemplos y palabras, se ciñó a los discursos de Gamero, el técnico, y aportó lo que su decadente físico le permitió, sin rehuir por caprichos los desafíos, los partidos o los esfuerzos.
Todos saben que su carrera, aún penetrante, está en el ocaso. Que no es el mismo e inminente es su despedida, aporreado por las lesiones y el paso de los años.
El público le brindó respeto, era lo esperado, porque hace mucho tiempo se lo ganó con su comportamiento en las canchas y fuera de ellas.
No ha habitado Falcao en otros mundos, ni se mueve en una burbuja. Es y será del pueblo. Lo ha demostrado. No ha caído en el abominable comportamiento de los caprichos ni ha tenido los desbordes vanidosos, comunes en las estrellas.
Imposible es olvidar su fulgurante carrera, sus tardes de goles magistrales, su recorrido por la élite del futbol, su influencia en la selección, como espejo para las nuevas generaciones.
Lo que algunos “sabios” del futbol le desconocen, empeñados en minimizarlo.
De nuevo en Colombia anotó cuatro goles, participó en 16 partidos. Llenó las gradas. Produjo noticias. Accesible, tuvo contacto con la gente sin aires delirantes.
No puede figurar como único responsable de la pérdida de un título en su club. Fueron también los entrenadores, el grupo de jugadores, quienes desfallecieron en situaciones de apremio, cuando de ellos más se esperaba. También las lesiones que torpedearon el proceso.
Para el club fue un éxito en el ámbito empresarial.
Mucho más para él. En ese mundo se movió como pez en el agua, facturando, filmando comerciales, dando charlas, motivando auditorios, con nuevos emprendimientos.
La arriesgada apuesta de los directivos, los dejó satisfechos a pesar de quedar en deuda con los números y los objetivos proyectados.
Lánguido ha sido el final de este ciclo. Difícil de extenderlo por los vericuetos tributarios que juegan en su contra a pesar de los esfuerzos de las partes, comprometidas para prolongarlo.
Tendría que vivir en el medio, como cualquier ciudadano del común, “residente tributario”, como lo llaman los expertos, con gravámenes a sus ingresos y a su patrimonio, lo que parece muy oneroso.
Recuerdo el día de su llegada. La pasión militante desbordada de los aficionados, en histeria colectiva, testimoniando su afecto. Le dieron la bienvenida como si fuera Di Stefano, el jugador emblemático, el ídolo de otros tiempos, uno de los mejores del mundo, quien, en su apogeo, le dio títulos y soberanía con reconocimiento universal a Millonarios, hace setenta y cinco años.
Falcao, en idilio interminable, inolvidable e irrompible, con los hinchas de Millonarios. Esteban J.