Por HERNÁN LÓPEZ AYA*
Cuando uno se dirige hacia al centro de Bogotá y toma la Avenida El Dorado, obligatoriamente en la carrera 20 la mirada se estrella con los columbarios del Cementerio Central. Y también con una obra que, para muchos, es intrigante: “Auras Anónimas”.
Este trabajo está compuesto por la intervención a 8957 nichos (o galerías funerarias) que, en sus lápidas, tienen impresas serigrafías manuales que representan a los cargueros de las víctimas del conflicto armado de los años 40 y 50. El columbario, ubicado en el Globo B del Cementerio Central, alojó también los restos de centenas de muertos sin identificar de “El Bogotazo”, ocurrido el 9 de abril de 1948.
Pero desde 2002, los edificios dejaron de tener un uso funerario. Y se convirtieron en un símbolo de permanencia de la memoria histórica del país, algo que se ha ido perdiendo con el pasar del tiempo.
En 2009, la tarea de destacarlos fue encomendada a la artista bumanguesa Beatriz González, quien se ha caracterizado por tratar, a través de sus dibujos, temas relacionados con el entorno histórico y cultural colombiano, como el dolor causado por la violencia y la muerte. El objetivo, además del homenaje, era evitar que los edificios fueran demolidos, idea que hacía parte de la renovación urbana del sector y, sobre todo, de las zonas de la ciudad consideradas como “complicadas”.
“Auras Anónimas” ha permitido su conservación, pero su mantenimiento ha sido mínimo. Muchos de los nichos no tienen lápida y la obra se ve desgastada y abandonada. A pesar de su estado, la obra es considerada como la intervención de arte en espacio público más importante de Latinoamérica.
Y la sensación que deja, al verla desde la ventana del carro o el bus, es de soledad y tristeza.
Pero, por fortuna, las autoridades distritales decidieron meterle mano. Y la restaurarán, para bien de los bogotanos, de la memoria y para agradecerle a Beatriz González su atrevimiento artístico.
El director de Patrimonio Cultural de la capital dijo que “la intervención de los columbarios es una deuda histórica. Este espacio será para el encuentro de la ciudadanía y su contacto directo con las memorias”.
Y creo que es hora de celebrar la idea.
No es un secreto que Bogotá es la ciudad de todos y de nadie. Muchos llegan y se apropian de ella, y la quieren y la cuidan. Y muchos que nacen en ella, la maltratan y la abandonan. Otros, la critican y la juzgan mal, la catalogan de mal vividero, de aburrida, de insegura, de peligrosa.
No obstante, a algunos se les ocurre salvaguardarla. Y la idea de la restauración de los columbarios, en mi concepto, puede ser el primer paso para una protección más grande.
No los conozco, nunca los he visitado. Pero siempre los vi en mis recorridos y siempre me intrigaron. Y qué bueno que este tipo de espacios “salgan a flote”, porque si algo hay que recuperar en el país es la importancia de la “memoria histórica”. Es vital para conocer lo que ha pasado a través de los años y para que no olvidemos que esas cosas malas, que prácticamente acabaron con la tranquilidad de muchos, no pueden volver a ocurrir.
No faltará quien salga a criticar la idea y, en contrapeso, exigirá más hospitales, escuelas y jardines infantiles; o más posibilidades para los menos beneficiados. O más seguridad para ciertos sectores, o mejores vías, o mejor recolección de basuras, o mejor transporte; todas, muy necesarias para el bienestar de los bogotanos. Pero la cultura y la identidad de una ciudad son algunas de las cosas que también deben ser protegidas.
Además, es importantísimo destacar este tipo de expresiones, y de homenajear a quienes se atrevieron a presentarlas o plasmarlas en grandes ejemplos como las Torres del Parque, el edificio de la Cinemateca, el Museo Nacional, las grandes bibliotecas, el Museo del Oro, el MAMBO, los mercados de pulgas, la ciclovía, el Festival de Teatro, los festivales al parque, la Feria del Libro y el divertido “septimazo”, entre muchos más.
Esto nos anima a estar en ella y a permanecer pendientes de ella. Yo viví 49 años en Bogotá. Y, a pesar de sus problemas, la sigo considerando como el “mejor vividero”. En ella permanecen mis grandes amigos, mi hermana, mi viejo, una de mis hijas, mi nieto, mis primos, tíos, mi abuela, suegros, cuñados. Y por ellos, también, es que deseo que la ciudad esté mejor y celebro que las autoridades consideren conservar los espacios importantes.
Las autoridades distritales dicen que los columbarios estarán listos en 2027; y que los bogotanos los podrán aprovechar para reflexionar sobre nuestra historia y la construcción de paz.
Ojalá, cuando yo vuelva, los pueda recorrer, de la mano de mi nieto y mis hijas, y les pueda recordar que estos espacios no son solo para quemar el tiempo o pasar unos minutos de la vida que nos sobran. Y ojalá que ellos comprendan que la existencia de estos lugares tiene un objetivo firme y definido: no olvidar para no repetir.
Por ahora, ¡Bienvenida la restauración!
@HernanLopezAya
*Comunicador Social y Periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano con 26 años de experiencia en televisión y Oficinas de Comunicación. Fue jefe de emisión del fin de semana en RTVC NOTICIAS. Ganador del premio de periodismo Álvaro Gómez del Concejo de Bogotá en 2016. Bloguero de KIENYKE durante varios años