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Por HERNÁN LÓPEZ AYA*

En mi familia, compuesta por mi esposa, dos gatas de cuatro meses de vida, mis dos hijas y mi nieto (a la distancia) y yo, somos católicos, colombianos de “mucho corazón”, más criollos que el merengón o la arepa de huevo, y “Jamesistas”.

Confieso que, hasta hace nueve fechas, por mi cabeza no había pasado la idea de ver un solo minuto de la Liga Mexicana de Fútbol. Ni siquiera cuando Andrés Chitiva jugaba en ella, Carlos Darwin Quintero hacía sus gambetas o el gran Miguel Calero volaba de palo a palo y marcaba goles de cabeza.

Con el arribo de James Rodríguez a tierras “manitas”, hasta las ganas de comer picante aumentaron; no obstante, sigo sin ser el fan número uno de las rancheras, porque nunca me han gustado (pero ese es otro tema).

El Club León lo acogió, le dio la capitanía, lo consiente. Y “El Zurdo”, en contraprestación a las atenciones, ha hecho dos goles y cuatro asistencias en nueve partidos; ha ayudado a que su equipo sea líder invicto del torneo; el estadio local permanece lleno cuando juega en él; y, progresivamente, le ha dado un giro a lo que fue especulado por su llegada a esa competencia.

¡El “man” está tranquilo!  

Y eso se nota. No está al lado de Marcelo, Cristiano o Müller. Está con Mendoza, Guardado, Cádiz y otro resto de muchachos que, cuando supieron de la llegada del crack, sintieron nervios y ansiedad por hospedar a un jugador de “tal clase” en su camerino. Es que tener a un exjugador del Real Madrid en el equipo propio debe ser intimidante y emocionante. 

Pero más allá del fútbol, la llegada de James al club ha dado paso a un sinnúmero de situaciones cotidianas que, así no lo queramos aceptar, embolatan momentáneamente la tragedia o desazones que vive nuestro país y que, a diario, nos cuentan en los medios de comunicación o en las redes sociales. 

El tipo firma camisetas cada vez que se lo piden; saluda hinchas; aplaude; y tiene a los periodistas mexicanos diciendo que él ha sido la contratación más importante del fútbol mexicano. Pero con esta última afirmación no estoy de acuerdo porque debemos recordar que Ronaldinho Gaucho también jugó allá, con los Gallos Blancos de Querétaro; y pues, Ronaldinho es Ronaldinho. 

Con sus jugadas y su manejo de balón, el hombre se ha encargado de desmitificar su peor récord, que consiste en llegar al partido número ocho de una temporada y alegar una lesión, capotear rumores de pelea con su entrenador o que sea enviado a la banca. Acá ya son nueve y sigue siendo un referente en el equipo. 

Es tal el efecto que ha generado, que nos tiene trasnochando para ver un fútbol que, en mi concepto, es algo aburrido (y después de ver un partido de la Premier League, todo nos parecerá aburrido, sin duda). Podríamos decir que “en la tierra de los ciegos, el tuerto es el rey”. Pero, de todas formas, al “Zurdo” le toca moverse para mantenerse en su trono; y para mantenernos pegados al televisor. 

Cuando empezó la travesía de James por Norteamérica, me atreví a hacer un grupo de “Whats App” y vinculé a mi hermano y a un par de amigos, para poder comentar los partidos. 

Sus respuestas fueron claras y contundentes:

  • ¿Y usted si tiene hígado para ver eso?
  • Brother: ver eso es como pegarse una maratón de cinco capítulos de “Betty, la fea”.
  • Usted será el único que va a ver ese fútbol.
  • ¿Se puede opinar a partir de “highlights”? Dos horas de fútbol mexicano es demasiado. 
  • Este grupo tiene más futuro si hablamos de John Jader en Arabia.

Vapuleado por la generosidad de las apreciaciones, pensé en dar marcha atrás y dejar que mi “Jamesismo” me pasara factura. Pero la insistencia de mi esposa y su admiración por la forma de jugar del crack, me sacaron a flote. Ella es, cuando no está leyendo, la compañía más importante que tengo para enfrentar las casi “dos horas” de fútbol mexicano.

Y es maravilloso verla gritar o “putear” cuando “El Zurdo” hace un pase a profundidad, obligando la diagonal de un atacante, y no logran convertir en arco contrario. O cuando se estresa porque en esta liga las adiciones de tiempo no bajan de los seis minutos y ella, con pundonor, hace fuerza para que el juez acabe el partido.

Es divertido ver jugar a James sin ese “tufillo” de lesiones constantes o enemistades con los técnicos; verlo colocando balones, corriendo detrás de la pelota, dirigiendo a sus compañeros y hasta defendiendo. Y nos conviene porque, seguramente, llegará “fino” al partido de eliminatorias al Mundial, que será el 20 de marzo en el Estadio Nacional Mane Garrincha, contra Brasil, en Brasilia.

La próxima fecha del “Zurdo” con el Club León será contra los Xolos de Tijuana (equipo dirigido por el colombiano Juan Carlos Osorio), el sábado primero de marzo a las ocho de la noche. Seguramente, “El Capitán” saldrá como titular a hacer respetar la localía y a permitirnos, una vez más, disfrutar de sus “chispazos” y, de pronto, un golcito. Por fortuna, mi esposa vive pendiente de los “cotejos balompédicos”; y, gracias a ella, no me perderé el partido. A mí, en esta etapa de la vida, el sueño ya me gana el partido y las cosas se me van olvidando.

¡Ah!: Y mis amigos y mi hermano no volvieron a aparecer en el grupo… 


@HernanLopezAya

*Comunicador Social y Periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano con 26 años de experiencia en televisión y Oficinas de Comunicación. Fue jefe de emisión del fin de semana en RTVC NOTICIAS. Ganador del premio de periodismo Álvaro Gómez del Concejo de Bogotá en 2016. Bloguero de KIENYKE durante varios años

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