Por GUILLERMO ROMERO SALAMANCA*
Es tarde de sol y arena. Los palcos a reventar. La banda no para de interpretar porros sabaneros. Todas las cabezas de gato se vendieron temprano, ese manjar de plátano y chicharrón. Las muchachas se engalanan con sus mejores prendas. Ron, cerveza y mucha agua se consumen y los frascos desocupados están a la vista.
Los espectadores cantan, beben y están felices: hoy se presenta Faber Herazo, el ídolo. Por él han pagado la boleta.
En el ruedo unos 5 caballos con sus varas están anhelantes. Unos 100 muchachos intrépidos esperan la salida del toro de casta, muchas veces lidiado y ya conocido por la afición y los toreros. De pronto, dentro de ese grupo, un joven delgado, con camisa a cuadros, sombrero vueltiao, levanta un par de banderillas y se dispone a recibir a un jabonero que sale a toda velocidad.

El público contiene la respiración, el astado cruza el portón y pasa raudo al lado de Faber Herazo quien le aplica las dos banderillas. Son unos segundos sin respiración. Los aplausos son atronadores, el griterío invade la plaza de toros. El torero, sin inmutarse, sigue el recorrido del animal. Él no escucha los vítores, pero siente la alegría de la gente que acudió esta tarde para ver sus magistrales trabajos con la muleta, el capote y el toreo desde un caballo.
En Ciénaga de Oro lo consideran como “el más completo de todos los tiempos”, en Ayapel, dicen que es “único”, en La Ye, “lo máximo”, en Cereté, “inimitable” y en los afiches por doquier sólo recibe los mejores epítetos.
Es el torero más completo. Dicen que cuando tenía tres años en su hogar se cayó de una mesa y por ello perdió la audición. Sus padres, don Marco Antonio Herazo y doña Oneida González lo llevaron a los médicos, pero sólo les dijeron que ya era irreparable el daño.
Nació en La Apartada, alto San Jorge en Córdoba y desde muy pequeño su pasión estuvo por observar a los toros de casta, visitar los chiqueros y divisar los animales en los potreros. Él les conoce sus movimientos, sus reacciones y comenzó con becerros y madres a experimentar lo que era el arte del toreo.
Soñó con vestir con traje de luces, pero con sus camisas cortas, sus jeans y sus tenis siente que son suficientes para enfrentar cada tarde de corraleja a los astados que ya le conocen, porque muchos de ellos lo han embestido en distintas plazas y él ya sabe cómo reacciona cada uno de ellos cuando salen a la arena.
El público que paga boletas que van desde los 20 mil hasta los 150 mil pesos mira los carteles para indagar por la presencia de Faber Herazo. Él ya cobra sólo por asistir pero mantiene “duelos” con los ganaderos que le ofrecen uno o dos millones de pesos para que realice una faena con uno de sus animales de más de 300 kilos y con cachos sin pulir.
En las llamadas corralejas de Montería y Sucre, las jornadas de estos festivales comienzan en diciembre y alcanzan su furor en febrero. El público expectante espera que su ídolo esté allí, ofreciendo un espectáculo para poner banderillas, dar capotazos y hacer unas cuantas maniobras encima de un caballo.
Claro que ha sufrido cornadas que lo han puesto en atención médica, pero hasta el momento ha logrado vencer a los astados que le han presentado.
Es tanta su popularidad que un día le dijeron que presentara su nombre para la Asamblea Departamental. Por unas semanas dejó las faenas para enfrentar a la casta política y allí salió derrotado en las urnas, con una cornada en los sentimientos, pero volvió a lo suyo a enfrentar la muerte en un segundo, con las sonrisas nerviosas de sus seguidores.

Después de cada faena, luego de ponerles las banderillas y dar sus capotazos, él mismo está pendiente del estado de salud de los animales. Les pregunta a los veterinarios por ellos. Una vez recogidos los toros, les aplican suero, vitaminas y antibióticos. Hay una comunicación permanente entre sus enemigos y él. Se guardan respeto. Él sabe que en cualquier momento una fiera de estas le puede hacer daño.
Las redes sociales, en especial, Facebook le dan despliegue a cada uno de sus movimientos. Son más de 100 mil seguidores. Es la estrella de estos días y comentan que está casado con una médica y que el sueño que más anhela es tener un hijo.
Cuando no está en corralejas juega fútbol, le gusta ir de pesca o preparar un buen sancocho.
En España no saben de su existencia, pero él sueña con estar algún día en Las Ventas, en Madrid y presentarse ante un miura de 400 kilos y mostrarles a los aficionados su entereza y sus magistrales capacidades para poner banderillas desde el suelo, recibir los toros desde porta gayola o mostrar sus destrezas.
*Vía Pantallas Noticias