Por ESTEBAN JARAMILLO OSORIO
Durante horas esperé al loco Hugo Gatti, para entrevistarlo.
Fue en el Hotel Intercontinental, en el preámbulo de la final de la copa Libertadores del 78 que Boca Juniors le ganó al Deportivo Cali de Carlos Bilardo, Scotta, Umaña, Benítez, “pecoso” Castro, Miguel Escobar y Henry Caicedo, entre muchas figuras, en el Pascual Guerrero.
Solo balbuceó palabras ininteligibles, como estrategia silenciosa de estrella Inabordable.
Sus jornadas previas al partido las disfrutó indiferente, tomando sol al lado de la piscina, cuidando su bronceado.
Hábilmente se desconectó del escándalo prefabricado por Juan Carlos Lorenzo, su entrenador, quien denunció públicamente que la comida del hotel estaba envenenada como ventaja antiética, de su rival caleño.
El Loco Gatti el excéntrico, el innovador, el precursor del juego con los pies, algo inusual en los guardametas de la época. El malabarista con el balón, dominador del área con su intuición y sus rápidos reflejos. «Una mano que anticipa, mejor que una gran volada».
El loco se paseó por las canchas argentinas, en más de 800 partidos, con gambetas, túneles y sombreros, ante el delirio de las tribunas. Alguna vez pidió, en un partido profesional, ser alineado como delantero centro.
Fue inspirador de René Higuita. Tapó hasta los 44 años. Admirador de Muhammad Ali, contradictor de Maradona y crítico de Messi. Ex jugador, de Atlanta, Gimnasia, Boca y River Plate, en Argentina.
Tuvo poco recorrido en la Selección, desplazado por Ubaldo Matildo Fillol, un portero volador de espectaculares reflejos.
En su vejez fue panelista del Chiringuito en España, con su personaje grotesco, creado por él para incendiar polémicas, con escándalos permanentes.
Lejos de su patria. A la que volvió enfermo, en fase terminal, afectado por una desgarradora enfermedad sin cura.
El Loco Gatti, quien nunca, como Higuita, se quiso encadenar a su portería. El hombre que cambió los moldes del portero convertido en Jugador de todo el campo. Sin duda, una leyenda. Esteban J.–