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Barranquilla sin jazz

Por HERNÁN LÓPEZ AYA*

Nací en una ciudad privilegiada en materia cultural. Bogotá, definitivamente es, en mi concepto, la opción número uno del país en temas teatrales, musicales, literarios, cinéfilos o artísticos.

Y con esto no estoy diciendo que en otras partes de Colombia no existan estas posibilidades, o que en la capital sean mejores o peores. Al contrario: la variedad de experiencias al interior, los costados y las puntas de nuestro territorio es inmensa, divertida, fuerte.

A pesar de la riqueza cultural, no sé si por costumbre o mera ejecución de proyectos (o algo así), las ideas consideradas como “más importantes”, por quienes están en los lugares que definen cuáles son “las más importantes”, les dan un concepto de prioridad, y de lado queda una multiculturalidad que, gracias a su evolución, sorprende.

Vamos al grano. Y a una tristeza cultural profunda.

De tajo, y con el argumento de la falta de recursos para una programación de alto nivel, la versión 29 del “Barranquijazz” fue cancelada.

Muchos se preguntarán, ¿pero jazz en Barranquilla? ¿Acaso, lo más importante de esta ciudad no es el Carnaval, que es Patrimonio Cultural de la Nación y fue declarado por la Unesco como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad?

Sí y no. Sí, por lo de “más importante”. No, por lo de ser lo único destacable.

El festival de Jazz de “Curramba”, fue creado en 1997 por la Fundación Cultural Nueva Música. Este evento ha llevado, a la Costa Caribe, a exponentes de este género como Chucho Valdés, Eddie Palmieri, Changuito, María Rivas, Diego “El Cigala” y Rosario Flores, entre muchos otros.

Una ruta de 28 septiembres que este año, por falta de interés, se vio truncada. 

Y, claro. A sus organizadores no les quedó otra que aprovechar lo sucedido para tomar “una pausa, renovarse y fortalecer su propuesta”. 

A quienes les gustan los sonidos, de una u otra forma han tenido algo que ver con el jazz. ¿Por qué? Porque su influencia en varios géneros ha generado creaciones de destacable valor y ha facilitado valorar otras formas de música, igual de importantes a la clásica o la estridencia más impactante del rock.

No escucho jazz constantemente; pero la vida me ha permitido tener contacto con el género, más de lo que hubiera querido. En 2001, en una de mis etapas de periodista de entretenimiento, cubrí el Festival Jazz al Parque de ese año. Fue realizado durante una semana y uno de los escenarios fue ubicado en el Parque del Renacimiento, en el centro de Bogotá, al lado del Cementerio Central.

Nunca había ido a un toque de este tipo; y nunca había compartido con verdaderos amantes del jazz. Déjenme decirles que la experiencia fue maravillosa. La gente baila, escucha con atención, cierra los ojos y siente lo que un saxo bien manipulado puede crear; o lo que los golpes de unas escobillas sobre un redoblante bien afinado permiten. Yo creía, hasta ese momento, que lo que escuchaba era lo máximo, pero si uno se da la oportunidad de asistir a un evento de estos, el gusto musical va a cambiar. Y en los 25 años de Jazz al Parque, en Bogotá, el número de seguidores ha aumentado con el paso de los años. Es decir, hay evolución y gusto por algo más allá de lo que comercialmente escuchamos.

Entonces, ¿por qué carajos el Estado o, en este caso, las autoridades de Barranquilla no dan más apoyo al “Barranquijazz”? La excusa no puede ser “es que la Fundación encargada del evento es privada y debe buscar patrocinios (que en cierta medida es verdad).

Lo que no me cabe en la cabeza es que una oportunidad como el “Barranquijazz” no sea aprovechada para fortalecer y aumentar el espectro cultural de una ciudad que, durante los últimos años, se ha jactado de ser una de las que más ha progresado en todos los aspectos.

¿No les sirve el ejemplo de los cachacos y su jazz? 

En Colombia, a los mandatarios les encanta “disparase en el pie”. Y en lugar de trabajar para mejorar la calidad de vida de sus gobernados, “dan papaya” y le abren el camino a la polarización y al odio. Debe ser que eso facilita más seguidores en redes y con esos números “lavan sus manos” y presentan balances positivos que muchos no creen.

Chévere que Barranquilla tenga el maravilloso Carnaval; bacano que sea la sede de la Selección; súper que tenga una hija ilustre como Shakira o una Miss Universo como Paulina Vega. Pero muy mal que le dé la espalda a un espacio cultural tan importante y que, bien aprovechado, puede ser la otra “Ventana al Mundo”, sin que tenga que ver con Fórmula Uno o con la falsa llegada de James al Junior.

Urge que se “pongan las pilas”, por lo menos en este tema, y apoyen el Festival, que en muchas de sus actividades, por ejemplo, facilita espacios gratuitos, les permite a músicos jóvenes nacionales compartir tarima con importantes artistas internacionales y obtener becas en el exterior.

Dejen de excusarse y dejar que estos espacios desaparezcan. 

Es hora de que las autoridades “se metan la mano al drill”.

@HernanLopezAya

*Comunicador Social y Periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano con 26 años de experiencia en televisión y Oficinas de Comunicación. Fue jefe de emisión del fin de semana en RTVC NOTICIAS. Ganador del premio de periodismo Álvaro Gómez del Concejo de Bogotá en 2016. Bloguero de KIENYKE durante varios años

Columna de opinión

Las opiniones expresadas en las columnas de opinión son de exclusiva responsabilidad de su respectivo autor y no representan la opinión editorial de La Veintitrés.

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