El Papa León XIV reafirma con fuerza el legado de León XIII y su histórica encíclica Rerum Novarum. Inspirado en la doctrina social de la Iglesia, su pontificado representa una continuidad espiritual y doctrinal que une dos siglos marcados por la lucha por la dignidad humana
Su nombre, León XIV, más que un homenaje, es un símbolo del nuevo rumbo que propone para una Iglesia comprometida con la justicia y los clamores del mundo actual. Un nombre que no es casualidad, sino símbolo de una Iglesia que vuelve a mirar a los más vulnerables.
Por LA VEINTITRÉS

La elección del Papa León XIV ofrece una oportunidad única para reflexionar sobre el rumbo que ha empezado a trazar la Iglesia en el siglo XXI. Su pontificado, desde su primer gesto y hasta su elección del nombre, ha sido un acto profundamente simbólico: evocar a León XIII no ha sido una coincidencia ni un gesto de nostalgia, sino una declaración doctrinal, espiritual y social.
León XIII, cuya figura se alza con fuerza en los albores de la modernidad, fue el arquitecto de una visión de Iglesia comprometida con el mundo del trabajo, la justicia social y el pensamiento crítico. En 1891, al promulgar Rerum Novarum, no solo dio origen a la Doctrina Social de la Iglesia, sino que posicionó al catolicismo como actor central en la defensa de los más vulnerables en un mundo dominado por el conflicto entre capital y trabajo.
Más de un siglo después, León XIV recoge esa bandera en un contexto radicalmente distinto, pero atravesado por las mismas tensiones: desigualdad, exclusión, crisis ambiental, migraciones forzadas y nuevas formas de esclavitud. Su elección como sucesor de Pedro se presenta como la reafirmación de una línea que no teme enfrentar las realidades sociales con claridad evangélica y profundidad doctrinal.
La continuidad entre ambos papados no es simplemente cronológica, sino espiritual y estructural. Ambos encarnan un modelo de pontificado que comprende que la fe no puede disociarse de la justicia, que la liturgia debe caminar de la mano con el servicio, y que la Iglesia no debe replegarse en sí misma, sino abrirse a los clamores de su tiempo.
Inspirado en Rerum Novarum, León XIV ha empezado a hablar con claridad de un “nuevo humanismo católico” que rescate la dignidad del trabajo, la centralidad de la familia y el papel de la comunidad en la construcción del bien común. Sus discursos iniciales, sus gestos hacia las periferias y su insistencia en una economía con rostro humano nos devuelven al espíritu del siglo XIX, pero con los desafíos del XXI en mente.
Este nuevo rumbo, que evoca y actualiza el legado de León XIII, podría marcar una etapa transformadora para la Iglesia. Como entonces, se trata de abrir las ventanas al mundo, no para dejarse arrastrar por él, sino para ofrecerle una palabra luminosa, encarnada y firme.
Hoy, en medio de un mundo fracturado y ansioso de sentido, León XIV se presenta como el eslabón que une dos épocas, dos crisis y dos esperanzas. Su nombre no es un eco del pasado: es un puente hacia el futuro.
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