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La mentira como verdad… en el fútbol

Por Esteban Jaramillo Osorio

Es difícil para el futbol colombiano “hacer camino posititivo”, a pesar de las buenas intenciones que llegan desde la Dimayor, por la frecuencia de los escándalos arbitrales, los cuestionamientos al VAR y su manejo, las descaradas simulaciones y provocaciones de los futbolistas, en estado de conflicto con rivales y árbitros. Con irrespeto.

Con partidos y futbolistas mediocres exaltados con grandilocuencia por micrófonos afines al poder, que los ven como estrellas, en descarada manipulación de las opiniones.

Con entrenadores de vida inestable, dependientes de resultados y no de procesos, que seleccionan a sus futbolistas por los intereses monetarios que se mueven bajo la mesa, y no por sus reales condiciones para el juego.

Con victimismo en las derrotas, conspiraciones en el manejo, para justificar conductas reprochables o proteger con silencios cómplices.

Sin respetar procesos. Sin revolucionar y potenciar el juego, hasta hacerlo de alto nivel en la competencia.

El futbol colombiano es el de la discordia.

Porque además de las tramas de poder con que se maneja, son varios los equipos enfermos en sus finanzas, sin calidad técnica, en rebeldía, sumisos a sus rivales, sin importar las consecuencias.

Que compiten sin el pago de sus sueldos, lo que públicamente reconocen, afecta el rendimiento.

Afirmar que el arbitraje es bueno es despropósito, es negacionismo absurdo. Es dictadura de la palabra.

También lo es premiar la Liga con aplausos, calificandola entre las mejores del mundo, con registros fantasiosos.

La reingeniería del futbol colombiano no se logra solo con reducir el número de clubes en la competencia. Ni al sumar dos o tres suplentes en el banco. O modificar la mecánica del torneo y eliminar descensos y promedios. Es con ideas, con innovación, con justicia al aplicar sanciones, con calidad en las canchas.

Pasa por impulsar su categoría con incorporaciones valiosas, de condiciones reconocidas, que alegren y eleven el ambiente.

Con recursos que provengan no sólo de las taquillas, los patrocinios, las transferencias, sino de la verdadera y justa valoración de los derechos de transmisión.

Por elegir entrenadores competentes, correctos, libres de manipulaciones y de roscas. Serios en su trabajo que garanticen procesos. Sin rendirse ante ellos por sus discursos, con evaluación acertada de sus conocimientos.

La liga se potencia, si el dinero adquirido se reinvierte. Si se reconocen los fallos y se corrigen, si se alejan las sospechas, la desconfianza, con serio control a los futbolistas que apuestan, a los árbitros cuyos desafueros son frecuentes.

Con el respeto a la competencia, sin la pérdida premeditada de tiempo, sin simulaciones para provocar errores y conflictos. Sin payasear para exasperar las tribunas, sin sacar ventajas en el reglamento, con favorecimientos a los clubes poderosos.

La liga se revitaliza si se aísla, sin contrato, a quienes afectan la moral de la competencia. Si se mejoran los niveles del juego, si hay seriedad y respeto a los hinchas, si el espectáculo programado es atractivo, si la fiesta está en la cancha y no solo en las gradas, en los tribunales o en los medios.

Columna de opinión

Las opiniones expresadas en las columnas de opinión son de exclusiva responsabilidad de su respectivo autor y no representan la opinión editorial de La Veintitrés.

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