Fue en Catarroja, y en un acordeón, donde se escucharon los primeros acordes del pasodoble Feria de Manizales. Antes de entregar la partitura final a quienes le habían encomendado la misión de ponerle música a los versos de Guillermo González Ospina, Juan Marí Asins decidió compartirla con alguien muy especial: su novia.
Por GERMÁN MEJÍA GALLO
Fotos y documentos Duvier Cardona T.
El Empastre, la icónica banda cómico-taurino-musical nacida en Catarroja (Valencia, España), marcó profundamente no solo la historia cultural de su región natal, sino también la memoria musical de Manizales, ciudad con la que comparte un lazo especial a través del pasodoble Feria de Manizales.
En un reciente viaje por la península ibérica, y gracias a la gestión del periodista y locutor manizaleño Duvier Cardona Toro, un grupo de amigos y exintegrantes de la prestigiosa Banda musical El Empastre, dialogó con La Veintitrés sobre aspectos importantes del grupo musical y su relación con Manizales.
El encuentro tuvo lugar alrededor de un café, en uno de los establecimientos de la plaza principal de Catarroja. Allí se dieron cita el escritor y profesor Juan Bautista Artola Asins, Miguel Alapont Pérez, Vicente Esteve Ramírez, Duvier Cardona Toro, Sebastián Mejía Gómez y quien escribe esta nota.
Previo al mismo, estuvimos en el cementerio del Ayuntamiento visitando con Miguel y Vicente, la tumba de Juan Marí Asins, el autor de la música de nuestro pasodoble.
Allí en un espacio dedicada a la familia, se encuentra sepultado el músico valenciano; una placa con su foto y la inscripción “Juan Marí Asisns 3-8-2006 77 años Te recordaremos” y a su lado dos partituras talladas en mármol, arriba la del pasodoble Feria de Manizales y abajo la del pasodoble L`Artesana, antigua banda musical de la localidad española, que él también compusiera.

Fue esta la mejor forma de rendirle tributo a quien tuvo la misión de componer musicalmente el pasodoble, logrando con su obra una pieza musical que recorre el mundo, dándole nombre a Manizales y a la banda El Empastre que además fue la primera en interpretarla y grabarla.
Un hallazgo casual que despertó una gran investigación
El interés del escritor Juan Bautista Artola por «El Empastre» comenzó de manera casual: al pasar diariamente por una de las calles de Catarroja, siempre veía una lápida conmemorativa a la popular Banda del pueblo. Movido por la curiosidad y por su amor a la música, comenzó a investigar, y sorprendido por la falta de conocimiento local sobre esta agrupación que una vez fue reconocida internacionalmente, comenzó a visitar bibliotecas, hemerotecas, además de investigar con músicos, historiadores y vecinos, para iniciar un profundo proceso de recuperación de memoria histórica.

Fechas clave y dudas históricas
Durante sus investigaciones, el entrevistado descubrió una importante discrepancia histórica: mientras algunas fuentes oficiales afirmaban que la banda fue creada en 1925, tanto historiadores como fundadores coincidían en que el año real de su gestación fue 1915. Esta contradicción se convirtió en el punto de partida para un trabajo más profundo de recuperación y reivindicación de la historia del grupo musical.
Tras años de estudio y análisis, Juan Bautista concluyó que aquella agrupación cómico-musical, por su trayectoria y relevancia cultural, merecía mucho más que el simple honor de una calle con su nombre. Su recorrido por los cuatro continentes no solo llevó su arte a miles de personas, sino que puso el nombre de Catarroja en el mapa cultural del mundo.
De esa convicción nació la idea de escribir un libro que hiciera justicia a su legado. Así surgió El Empastre, una obra que reúne la memoria gráfica y documental de esta singular agrupación cómico-taurina y musical, publicada con el apoyo del Ayuntamiento de Catarroja.
El legado del pasodoble Feria de Manizales

Uno de los capítulos más importantes de esta historia es la creación del famoso pasodoble “Feria de Manizales”, compuesto por Guillermo González Ospina y musicalizado por Juan Marí Asins.
Fue Óscar Hoyos Botero, uno de los creadores de la Feria de Manizales, quien tomó la iniciativa de contactar al director de la banda española que se había presentado en Bogotá, Alberto Muñoz Daroqui. Esto ocurrió luego de que Agustín Lara declinara la invitación para componer la música del pasodoble de la feria.
Ante esta negativa, Muñoz Daroqui decidió encomendar la tarea a su mejor músico, Juan Marí Asins. Al recibir la letra, Juan Marí quedó profundamente impactado por su contenido y de inmediato asumió la misión de ponerle música. Así nació la obra que con el tiempo se convertiría en el himno taurino de Colombia: el pasodoble Feria de Manizales.
Artola recuerda que “el señor Marí, por delegación de la junta y por considerar que era el que más preparado estaba para hacerle la música a los versos entregados, fue el encargado de sacar adelante la solicitud de los directivos de Manizales, para luego presentar el pasodoble oficialmente en desarrollo de la Feria”.
En un acordeón sonó por primera vez el pasodoble
Pocos conocían que Marí había enviado a su novia en Catarroja una carta de amor en la que se incluían los versos de Guillermo Gonzalez y la partitura ya creada. Cuenta Juan Bautista que Marí quedó tan conmovido por esos poemas, que imaginó la melodía en su cabeza antes de escribirla en papel. “Hasta tal punto se enamora del estribillo musical, que sin decírselo a nadie, y en un gesto íntimo, se la dedicó a su novia a través de una carta enviada desde Colombia. La primera vez que sonó fue en un acordeón, gracias a un compañero músico, Pascual, quien no nos acompañó en esta cita porque está delicado de salud, pero fue él quien la interpretó por primera vez para que ella pudiera oír lo que no podía leer, pues no sabía de música”.
La historia contada por Juan Marí Asins
¿Y cómo no iba a enviarle a su novia la carta con la estrofa elegida y el estribillo musical, si desde la primera lectura ya estaba enamorado de esa letra. Así lo relató el propio Juan Marí Asins en un documento que escribió antes de morir, donde dejó el testimonio de cómo nació la música del pasodoble Feria de Manizales.
Este texto íntimo y revelador fue dado a conocer posteriormente por su hijo Pedro, y en él se refleja no solo el proceso creativo, sino también la profunda conexión emocional que su padre sintió desde el primer momento con los versos de Guillermo González Ospina.
Fue esa pasión inicial, casi amor a primera vista, lo que lo llevó a compartir con su amada las primeras notas de lo que más tarde se convertiría en el pasodoble más universal de Colombia.

“Corría enero de 1956, en plena temporada taurina por las plazas de Colombia, a la cual yo pertenecía como parte de la banda musical. En esos primeros días del año, recibimos una carta proveniente de la Oficina de Fomento y Turismo de Manizales. Venía acompañada por la letra de un pasodoble, y en ella se nos preguntaba si estaríamos dispuestos a ponerle música. La solicitud llegaba a través del doctor Óscar Hoyos Botero.
Nuestro apoderado fue quien recibió la misiva. Me llamó y me dijo:
¿Tú sabes por qué nos han pedido esto?
Pues no, le respondí.
Nos lo han pedido porque nos consideran. Y si no lo hacemos, no vamos a quedar bien. ¿Tú lo harías?
Le pedí que me dejara la letra. Le dije: Probemos a ver qué se puede hacer.
Durante los siguientes dos o tres días, me instalé en la enfermería de la Plaza de Toros de Bogotá, que era donde teníamos los instrumentos guardados bajo llave. Allí, en ese espacio casi sagrado, comenzaron a brotar las primeras notas. Pero no era tarea fácil. Si bien la letra del pasodoble tenía una belleza particular, para entrelazarla con la música se requería una inspiración profunda, casi desbordante.
Debo confesar que cuando llegó a mis manos aquella letra y empecé a leerla, sentí una emoción intensa. Me embriagaron sus exquisitas cadencias. Pasé dos o tres noches leyéndola una y otra vez, especialmente una estrofa que me sublimaba:
«Tan bella es la tiranía de tu belleza preclara, que antes que yo te amara, mi corazón te quería.»
Sí señores, fueron los maravillosos versos de Guillermo González Ospina los que abonaron el campo para sembrar las notas de lo que más tarde sería el pasodoble Feria de Manizales.
Sin embargo, esto me planteó un serio reto: había que crear una música que estuviera a la altura de esa poesía. Debía tener una estructura musical de seriedad poética, sencillez melódica y, cómo no, gracia y salero.
Entonces, para encontrar el tono justo, me imaginé cómo cantaría esta letra Conchita Piquer, o cómo la interpretaría Curro Romero con una chicuelina, o Antonio Ordóñez con un trincherazo. Fue así como, con esa inspiración taurina y poética, nacieron las notas que aún hoy cantan a Manizales, la Manizales de armiño, y que han quedado grabadas en el alma de todos los manizaleños”.
El pasodoble fue estrenado oficialmente el 26 de enero de 1956, durante la Feria Taurina de la ciudad. Desde entonces, su popularidad no solo creció de forma inmediata, sino que traspasó fronteras y géneros, siendo versionado en toda clase de ritmos, desde orquestas sinfónicas hasta agrupaciones populares.
Años después, cuando los músicos españoles regresaron a Manizales, quedaron profundamente sorprendidos. La ciudad se había apropiado del pasodoble con orgullo y emoción, y su melodía era coreada por todos como si fuera un símbolo propio, una bandera sonora.
“Era como el grito de guerra del manizaleño”, recuerdan con emoción, al ver cómo aquella composición, nacida lejos pero inspirada en esta tierra, se había convertido en parte inseparable del alma de la ciudad.
Vale la pena recordar que, en un principio, Guillermo González Ospina había imaginado que su letra se convirtiera en un bambuco, género tradicional de la música andina colombiana. Sin embargo, jamás imaginó que aquella composición se convertiría en un pasodoble, ni mucho menos que alcanzaría tanta trascendencia.
Con el tiempo, esa música no solo se transformó en el himno de la Feria de Manizales, sino que llegó a convertirse en un símbolo de honor dentro de la Plaza de Toros, al punto de ser utilizada por la presidencia como premio sonoro para los toreros que realizan una gran faena: el pasodoble suena como reconocimiento a la entrega y al arte en el ruedo.
Reconocimiento tardío en España, legado vivo en Colombia
A pesar de su enorme repercusión internacional, especialmente en Colombia, el reconocimiento a Juan Marí en su tierra natal fue escaso durante muchos años. Pedro, hijo del compositor, expresó su frustración por la falta de apoyo institucional en Catarroja. Ante el desinterés, decidió entregar varios objetos, trajes y materiales históricos a la ciudad de Manizales, que sí valoraría el legado de El Empastre. Lastimosamente, la pandemia se lo llevó y su deseo no se pudo cumplir.
Juan Marí Asins recibió el Cordón Mario Vélez Escobar, la máxima distinción de la feria taurina de la capital caldense, hace algunos años, como reconocimiento a lo que fue su obra musical, que quedó para la eternidad. Tambien fue distinguido con la Orden Alejandro Gutierrez del Gobierno departamental.
Manizales y su Pasodoble: Ecos eternos de gloria en la arena

Foto Plaza de Toros de Manizales
La capital taurina de América no solo es reconocida por su emblemática Feria, sino también por haber sido el escenario de algunas de las más memorables faenas en la historia de la tauromaquia mundial. La Plaza de Toros de Manizales, con su mística única y su afición fervorosa, ha visto desfilar a grandes figuras del toreo que, al compás del pasodoble Feria de Manizales, han escrito páginas imborrables en la arena.
Desde épocas doradas, la arena manizaleña vibró con el arte y el valor de leyendas como Curro Romero, Luis Miguel Dominguín, Antonio Ordóñez y nuestro inolvidable Pepe Cáceres. También dejaron su huella toreros de talla universal como César Girón, Manuel Benítez “El Cordobés”, Santiago Martín “El Viti”, Paco Camino, Eloy Cavazos, Curro Rivera, Palomo Linares, Ángel Teruel, Francisco Rivera “Paquirri”, José Ortega Cano, Pedro Gutiérrez Moya “El Capea”, Jairo Antonio Castro, José Mari Manzanares, Juan Mora, Roberto Dominguez y Enrique Ponce.
En tiempos más recientes, figuras como César Rincón, que se consagró como uno de los máximos ídolos del toreo colombiano, y matadores de nueva generación como Luis Bolivar, Julián López “El Juli”, Sebastián Castella, Andrés Roca Rey y Morante de la Puebla, han continuado esa estela gloriosa, reafirmando a Manizales como templo sagrado del arte taurino.
Todo al compás del pasodoble de la tierra, ese himno taurino que ya es parte del alma de la ciudad, que levanta al tendido, que emociona al torero y que marca el ritmo de la faena como si fuera un diálogo entre la música, el arte y el valor. Ese pasodoble es más que una melodía: es identidad, es tradición, es memoria viva, siendo además el único pasodoble colombiano que con alguna frecuencia suena en las tardes toreras de la plaza de toros más importante del mundo, Las Ventas, de Madrid, en España, en donde se escuchó hace apenas unos días en desarrollo de la Feria de San Isidro.
Y así seguirá siendo, porque en Manizales la tauromaquia no es solo un espectáculo, es una herencia que se respeta, se celebra y se vive con orgullo. Y seguramente, muchos más vendrán a ofrecer su arte en esta plaza, al compás del pasodoble Feria de Manizales, con el mismo respeto y pasión con que lo hicieron los grandes.
Por eso el Empastre fue mucho más que un grupo cómico-taurino. Fue un fenómeno cultural que unió a España y Colombia con música, humor y talento. Su paso por Manizales dejó huella imborrable, y su pasodoble, Feria de Manizales, es hoy símbolo de identidad y alegría. Una historia que merecía ser contada… y rescatada del olvido.