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La noche más linda del mundo…

Y de mi vida. La del título. La de la emoción imposible. La del aplauso y las lágrimas. La magia de un segundo que se hizo eterno… infinito, la que paró el reloj. La noche de la Copa Libertadores, que se celebra hoy.

Esteban Jaramillo Osorio

No fue una noche cualquiera. Se peleaba la final. Aquel día que a Bianchi el técnico de Boca se le “escapó la tortuga”, perdió la señal en “el celular con Dios” y arrodilló su prepotencia, por qué encontró al frente un rival mejor. 

Luego, más que blasfemo, arrogante, se negó a saludar al campeón. Justo es decirlo, se disculpó ante el profe Montoya, el arquitecto de la gloria.

La noche de las manos milagrosas de Henao y el golazo de Viafara. El cierre de un camino abierto por el profe y “Panelo” Valencia. Con un grupo de jugadores sin renombre y cotización que saltaron a la fama, tras la inolvidable consagración.

Hoy es un bello cumpleaños. 

El Once Caldas, hace 21 años, ungido como el mejor de América. Un club chico, de lejana región, que se atrevió a desafiar a los poderosos, pidió pista y coronó los sueños de una incrédula afición. 

Que hizo a Manizales la ciudad de moda, en el cambiante y suntuoso mundo del balompié. De allí era el nuevo campeón

Nunca lo podré olvidar. La noche más bella de mi vida. La que convirtió a Henao y los demás, en ídolos inolvidables. En parte activa de las nostalgias agradecidas, las que le dan vida a la pasión hacia el club. Esteban J.–

Columna de opinión

Las opiniones expresadas en las columnas de opinión son de exclusiva responsabilidad de su respectivo autor y no representan la opinión editorial de La Veintitrés.

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