A las 8:00 a.m., en un aula que huele a papel nuevo y compromiso humano, un grupo de personas extiende sus manos sobre una hoja con puntos en relieve. No necesitan ver con los ojos: leen con los dedos y comprenden con el alma. La escena ocurre en Manizales, donde la inclusión ha dejado de ser un discurso para convertirse en acción. Aquí, donde el paisaje es de montañas, también hay alturas humanas que se alcanzan con empatía.
La ciudad dio inicio a un nuevo ciclo del programa de lectoescritura braille y uso del ábaco, una iniciativa de la Alcaldía de Manizales, en alianza con la Asociación Abre Tus Ojos, que busca entregar herramientas de comunicación, aprendizaje y dignidad a personas con discapacidad visual, así como a quienes conviven con ellas.
No es solo un curso. Es un acto de justicia.
Un aula que abre caminos
El aula no distingue edades ni profesiones. Allí hay docentes de apoyo, cuidadores, padres de familia, personas con baja visión y profesionales sensibles. Son 47 historias distintas, unidas por una causa común: aprender a leer lo que otros solo pueden sentir. Aprender a acompañar, sin imponer. Aprender a incluir, no por obligación, sino por convicción.
“Este no es un curso cualquiera”, dice Lishet Paola Arcila Serna, jefe de la Oficina de Atención a Personas con Discapacidad. “Es un espacio que permite transformar realidades. Cada letra en braille que aquí se aprende es una puerta que se abre para alguien”.
“Esto es verdadera inclusión”
Eucario Ramírez González, presidente de la Asociación ‘Abre Tus Ojos’, ha visto con claridad lo que muchos aún no logran ver: que la inclusión no se decreta, se construye. Y se construye tocando la vida del otro.
“Queremos agradecer al alcalde y a su Oficina de la Discapacidad por la confianza. Este programa ha sido acogido con entusiasmo. Ver a tantos profesionales interesados en aprender braille es emocionante. Eso significa que, cuando una persona con discapacidad visual llegue a una escuela o una institución, habrá alguien que entienda, que no se quede mirando, sino que actúe”, afirma con voz firme y agradecida.
Eucario sabe lo que significa encontrarse con barreras. Por eso, cada nuevo participante es, para él, un muro menos.
Aprender a ver de otra forma
Mientras otros alumnos estudian con ojos puestos en la pantalla, aquí se entrena el tacto. Se aprende que la “a” en braille se siente como un solo punto y que el ábaco, ese instrumento que muchos creen del pasado, sigue siendo una herramienta viva para quienes no pueden ver.
Cada ejercicio, cada práctica, es una forma de construir puentes. No solo entre el texto y la comprensión, sino entre dos mundos que por años caminaron en paralelo: el de quienes ven, y el de quienes no.
Una ciudad que avanza con humanidad
En una época en la que se habla tanto de infraestructura, innovación y crecimiento económico, Manizales demuestra que el verdadero desarrollo también está en la capacidad de escuchar a quienes no pueden hablar fuerte, y en ver con el corazón a quienes no pueden ver con los ojos.
El programa de lectoescritura braille y uso del ábaco no es un favor: es una deuda histórica con quienes han sido excluidos, muchas veces, por ignorancia más que por maldad.
Y hoy, en este rincón del país, 47 personas están ayudando a saldar esa deuda.