Fanny González Franco muere durante la toma del Palacio de Justicia en Bogotá, 1985

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Fanny González Franco, la primera mujer magistrada titular de la Sala Laboral de la Corte Suprema, murió durante la toma del Palacio de Justicia el 6 de noviembre de 1985. Su fallecimiento, ocurrido en un episodio que marcó la historia de Colombia, se inscribe en una trayectoria de pionera en la justicia que abrió paso a la participación femenina en las altas cortes. Su nombre se ha convertido en símbolo tanto del Palacio de Justicia de Manizales como del Centro de Conciliación de la Universidad de Caldas, lugares que la memoria institucional conserva como testimonio de su legado y de la dignidad con la que ejercía su labor.

Nacida el 30 de diciembre de 1931 en Pensilvania, Caldas, Fanny González Franco fue la primera mujer graduada en Derecho de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín en 1954. Inició su carrera como jueza en Aguadas y luego en el Juzgado Laboral de Manizales; en 1960 fue la primera mujer nombrada magistrada del Tribunal Superior de Pereira y, posteriormente, la primera en integrar el Tribunal Superior de Manizales. En marzo de 1984 fue llamada a la Sala Laboral de la Corte Suprema de Justicia, de forma provisional y luego titular, consolidando una trayectoria marcada por el rigor jurídico, la equidad y el respeto a la ley. Durante la toma del Palacio, que comenzó alrededor de las 11:30 a. m., ella permaneció encerrada en su oficina 414, cuarto piso, y fue allí donde, a las 4:36 p. m., recibió la llamada de su hermano mientras el conflicto se agravaba; murió en medio de un episodio que dejó decenas de muertos y varios desaparecidos, entre ellos 11 personas cuya ubicación exacta se mantuvo, en su mayoría, sin identificar.

Entre las cifras que quedan registradas están la edad de la magistrada al morir, 53 años, y la referencia a la oficina 414 como su escenario final. Su historia se enmarca en un contexto de dolor y memoria que, pese a la violencia del momento, subraya la importancia de la presencia de las mujeres en las altas esferas de la justicia y su influencia en la consolidación de instituciones democráticas ante la confrontación política y social.

Un legado que persiste en la memoria institucional

Hoy su nombre identifica no solo lugares específicos, sino un compromiso de memoria y ejemplo cívico. La trayectoria de González Franco se cita como base para entender la participación femenina en la justicia colombiana y para reconocer el valor de la vocación y el coraje ante la adversidad. En ese marco, Juan Hernández Sáenz, expresidente de la Corte, habla de su legado como un modelo de pulcritud en el lenguaje de la jurisprudencia y de un espíritu de justicia verdadera, que va más allá de la forma aparente y que se entiende como la búsqueda de una verdadera convivencia legal y social.

«Por voluntad de Dios y autoridad de la ley, vine a la Corte a administrar justicia, en nombre de la República de Colombia (…) no a llorar ni a pedir clemencia» – Fanny González Franco

Las palabras de sus familiares y el relato de su historia se completan con testimonios que recuerdan el impacto de la toma del Palacio. Una de sus hijas rememora con dolor y precisión la dimensión histórica de aquel episodio: «Hace 40 años mi abuelo perdió a su hermana en la toma del Palacio de Justicia, esa pesadilla que vivió Colombia y de la cual muchos han intentado borrar o distorsionar la responsabilidad del M-19. Un genocidio contra la justicia, disfrazado de revolución y de heroísmo. El holocausto de una nación, orquestado por una guerrilla cuya bandera hoy el presidente de la República ondea con orgullo y desafío en la plaza pública». Y añade una reflexión que resume el sentido de la resistencia de esa generación: «No se doblegó, fiel a sus principios hasta el último instante, como en sus fallos, que le abrieron un espacio en el más alto tribunal de la justicia ordinaria. Valiente, firme, sin dudar un segundo. ¿Y qué ejemplo tan grande nos dejó, sobre todo a mi generación y a las futuras? El de hacer respetar el Estado de derecho, el de no aceptar que la agresión contra la justicia se vuelva normal, el de creer en una democracia donde la violencia nunca más sea un método de disputa política».

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