Para La Veintitrés Manizales, esta historia de la actriz Marcela Gallego representa un testimonio de sanación personal que trasciende la vida privada para iluminar su trabajo en pantalla y sus proyectos mediáticos. Gallego revela un proceso de perdón y reconciliación hacia su padre, quien la abandonó a los dos años y medio, una ausencia que fue sostenida durante años por su abuela paterna, pilar fundamental de su crianza y desarrollo. En este relato, la protagonista comparte cómo el sostén de la abuela permitió que la joven creciera con identidad y propósito, mientras ella avanzaba en su carrera y en su vida pública. Hoy la campaña de sanación se completa con una relación que evolucionó de la distancia a una amistad basada en el respeto, y la narración incluye también el perdón hacia su madre, en un proceso que se extendió hasta México, donde continuó su camino de sanación.
La cronología que comparte es detallada y reveladora. El abandono ocurrió cuando tenía 2 años y medio; a los 14 años vivió un episodio en casa de su padre durante el cumpleaños de una prima; a los 17, en el día de su graduación escolar, enfrentó a su padre; a los 21 años llamó para pedir una conversación y acordaron verse; la cita tuvo lugar en la cafetería del Hotel Hilton de Quito, Ecuador, donde ella le preguntó directamente qué había pasado. Su padre explicó entonces que su esposa no le permitía leer las cartas de la madre y que no tuvo acceso a ciertos detalles, una revelación que marcó el inicio de un cambio de actitud. A partir de ese encuentro, la relación dio un giro: se convirtieron en grandes amigos y Gallego pudo sentir un perdón auténtico, porque considera a esa persona sin dobles intenciones y hoy la ve como quien más la respeta como mujer. Este proceso de sanación, que también se nutrió de experiencias en México, ha sido compartido públicamente por la actriz a través de su participación en iniciativas mediáticas y su presencia en programas como MasterChef Celebrity, conectando su historia personal con su vida profesional.
La sanación que redefine una relación
El contexto necesario para entender la noticia apunta a una infancia marcada por la ausencia física y afectiva del padre, compensada por la abuela paterna, que asumió un rol central para garantizar el bienestar de la familia. En ese marco, Gallego describe un cambio que no solo impactó su vida personal sino también su discurso público, al convertir una historia íntima de dolor en un ejemplo de resiliencia. La conversación en Quito y el posterior reconocimiento de la responsabilidad parental señalan una transformación que hoy se proyecta como una amistad basada en el respeto mutuo, un logro que la actriz atribuye a la honestidad y a la voluntad de perdonar, incluyendo a su madre, y que busca inspirar a otros a sanar sus propias heridas dentro de familias diversas y complejas.
«Yo empecé como un proceso como de poner las cosas en orden. Entonces, a los 21 años yo lo llamé y le dije: ‘Quiero hablar con usted’. El tipo me dijo: ‘Bueno’. Nos citamos en la cafetería del hotel Hilton, en Quito, y ahí le pregunté yo: ‘¿Qué pasó?’. Y él, pues empezó a dar sus respuestas, que más rabia me dieron: ‘No, es que mi esposa a mí no me dejaba leer sus cartas, nunca me enteré’“, expuso en el diálogo con el pódcast.
Desde entonces, la narrativa de Gallego ha subrayado que aquel encuentro fue el punto de inflexión hacia una relación de amistad basada en el respeto. En palabras de la actriz, hoy la persona que más la respeta es su padre y esa reconciliación representa una lección de vida que se ha difundido a través de sus plataformas y proyectos. Con María y Jerónimo como sus hijos, Gallego continúa construyendo una carrera que combina su talento con su experiencia personal, aportando una visión de sanación que la distingue en la escena pública y mediática de la región.
















