En Santa Marta, durante un acto de perdón del Estado en memoria de las víctimas, Gustavo Petro, presidente de Colombia, afirmó en X que su “problema mental” es ser revolucionario y no oligarca, asegurando que no utiliza la Presidencia para hacer negocios personales. “El problema mental que tengo es que soy revolucionario y no oligarca, usando la Presidencia para hacer negocios personales”, escribió, y añadió entre interrogantes: “¿Será que estoy loco?”. Añadió, más tarde, una autopromesa de transparencia: “Me gustan mucho las mujeres hermosas e inteligentes, pero jamás se me ocurriría hacerme amigo de un pedófilo multimillonario. ¿Será que estoy loco?”. El mensaje llegó en medio de una confrontación pública con el expresidente Andrés Pastrana Arango, quien respondió y aludió a posibles lazos de Pastrana Arango con Jeffrey Epstein.
La conversación entre dos expresidentes adquiere un tono de cruce de acusaciones que se produce en un periodo de menos de un año para concluir el mandato de Petro. Pastrana Arango respondió con dureza, recordando su experiencia de 1988 cuando el cartel de Medellín lo secuestró durante la campaña a la alcaldía de Bogotá. Petro ha ligado a Pastrana con polémicas y con posibles vínculos con narcotráfico y pedofilia, y señaló que existen “sectores de extrema derecha a nivel internacional” que buscan debilitar democracias progresistas y bloquear la divulgación de listas comprometedoras. Además, Petro rechazó intervenciones militares en la región y defendió la solidaridad de Colombia con Venezuela, Ecuador y Panamá. Pastrana, por su parte, cuestionó la coherencia y la “doble moral” de Petro y pidió pruebas sobre planes contra su gobierno; la conversación se enmarca en la controversia histórica de procesos de paz y de la toma de Palacio de Justicia en Colombia.
Intercambio entre expresidentes agita la escena política en el cierre de mandato de Petro
En este desarrollo, Petro insistió en que existen “sectores de extrema derecha a nivel internacional” que buscan debilitar democracias progresistas y bloquear la divulgación de listas comprometedoras; rechazó intervenciones militares en la región y defendió la solidaridad de Colombia con Venezuela, Ecuador y Panamá. Añadió referencias a supuestos lazos de Pastrana con Epstein y a un “clan de pedófilos” presuntamente intentando finiquitar la democracia en Colombia. Pastrana respondió, de forma contundente, que espera pruebas sobre planes para derrocar al gobierno de Petro y cuestionó la coherencia de sus señalamientos; la conversación se inscribe en la memoria histórica de procesos de paz y de la toma de Palacio de Justicia en el país.
«Gustavo Petro no me intimida, ni tiene cómo intimidarme, ni con calumnias sobre mi vida personal, ni con deformaciones sobre el triunfo electoral de mi padre, que reconoció el propio general Rojas Pinilla» – Andrés Pastrana Arango, expresidente
La secuencia de mensajes en X y las declaraciones públicas ponen de relieve una dinámica política marcada por la desconfianza y la posibilidad de desinformación cuando figuras de alto perfil dirimen acusaciones en plena recta final de una administración. Con menos de un año para cerrar su mandato, Petro deberá enfrentar este frente con una estrategia de transparencia y respeto institucional, mientras la opinión pública observa atentos los límites entre crítica política y señalamientos que requieren pruebas verificables. El episodio, además, reabre el debate sobre la independencia de la Presidencia, la memoria de hechos históricos y el impacto de estas disputas en la percepción ciudadana sobre el rumbo del país.

















