El hecho principal que motivó estas notas es que Ángela Mariño, una joven veterinaria de Colombia, ante un cáncer incurable decidió optar por la eutanasia y propuso una despedida centrada en la solidaridad: cada asistente debía llevar alimento para perro o para gato y entregarlo a una fundación, en un gesto que buscaba convertir el sufrimiento en una acción concreta por el bienestar animal. El anuncio se difundió a través de un video publicado en Instagram desde el perfil @tata.veterinaria, grabación en la que la propia Ángela aparece acompañada por su amiga cercana Tata durante la despedida y que incluye imágenes del velorio. En el material no se especifica una fecha concreta.
La historia adquiere resonancia adicional al situarse en un contexto sociopolítico y jurídico de Colombia, donde la Corte Constitucional ha reconocido la eutanasia como derecho fundamental y ha ampliado su alcance para incluir sufrimientos intolerables que afecten la dignidad humana. Este trasfondo legal, sumado a la difusión de la historia en redes sociales, reabre el debate sobre la eutanasia en el país y subraya mensajes de empatía hacia los animales y de responsabilidad social. En el propio relato se enfatiza la idea de destinar el dinero recaudado con flores a esterilizaciones y a ayudas a fundaciones dedicadas al cuidado y al bienestar animal, un guiño a la posibilidad de convertir una despedida personal en una acción comunitaria.
Una despedida que redefine rituales y deja un legado solidario
En el desarrollo del video, Ángela propone que en la reunión todos los asistentes lleven alimento para perro o para gato y lo entreguen a una fundación, con la aspiración de que el legado que desea dejar inspire a otros a no ser indiferentes frente al sufrimiento de los animales y a convertir la solidaridad en una práctica cotidiana para las mascotas que necesitan ayuda. Tata, quien grabó y difundió el mensaje, ofrece una lectura que acompaña a la propuesta de Ángela y enfatiza la intención de resignificar la muerte y de buscar que, cuando alguien se despide de este mundo, el acto sea diferente y cargado de empatía.
«Afortunadamente tiene acceso a una muerte digna. Queremos resignificar su muerte» – Tata, amiga cercana
«Quiero que en la reunión cada uno lleve alimento para perro o para gato y lo entregue en una fundación. Que hablen del legado que me gustaría dejar, y es que no sean indiferentes al sufrimiento de los animales» – Ángela Mariño
«Normalicemos resignificar la muerte y que cuando despidamos a una persona que se va de este mundo, sea de otra manera» – Tata
La difusión de la historia ha generado un impacto notable: se volvió viral en redes y recibió numerosos mensajes de admiración por la valentía y el altruismo de la joven, además de fomentar la idea de que cada despedida pueda convertirse en una acción solidaria orientada a la protección y al bienestar de los animales. Ante la ausencia de fechas precisas o cifras en el material, el foco se mantiene en el gesto y la reflexión que propone Ángela, así como en el debate público que su caso ha reavivado sobre la eutanasia y la responsabilidad social hacia los animales en Colombia.















