Por el Centro de Información de la Alcaldía de Manizales
En las entrañas de la obras de restauración del viejo edificio donde funcionó la Concentración Escolar Juan XXIII, conocimos paso a paso la forma como avanza de la mano de los expertos profesionales más calificados del país, el proceso de recuperar la que se considera la construcción en bahareque más grande del país.
Manizales. 18/09/23. A pesar de tener más de 110 años de construido, el edificio de lo que fue la Escuela Juan XXIII se mantiene en pie. Ni el paso del tiempo, ni los sismos de siglo pasado, tampoco los permanente cambios climáticos ni el haber permanecido en el abandono total por más de una década, lograron derrumbarlo.
Cuando en enero del 2022 comenzó a ejecutarse la tarea de restauración, la que tuvo origen en una orden judicial que derivó de una acción popular, el centenario edificio estaba bajo amenaza de ruina debido a dos agentes que por el abandono lo deterioraron: insectos y hongos.
La construcción es una muestra del momento histórico de la Manizales de comienzos del siglo pasado, donde todas las edificaciones se hacían en bahareque. Siendo esa la constante, no podía ser otra la técnica con la que se erigiera la sede para la institución educativa que entonces reclamaba la gente en la capital del departamento de Caldas.
La tarea se adelantó en medio de grandes desafíos. primero, el lote del que se dispuso no era plano;
Arquitecto Restaurador Jorge Martínez, Director de la obra
segundo, la topografía era quebrada y en ladera; tercero, las dos primeras consideraciones obligaron a probar variantes desconocidas hasta ese momento en la técnica de construcción con bahareque. El reto fue inmenso, si se tiene en cuenta que lo que lo que se hizo, en cierta medida, fue improvisar para levantar la más grande edificación que en ese momento iba a tener la ciudad.
Por aquel entonces, los cimientos para el bahareque eran bloques de piedra (pilastras) colocados a la misma altura del piso y sobre las cuales se tendían vigas de madera (soleras) en forma horizontal, encima de las cuales se armaba la casa o edificación. Para ello era necesario contar con un piso al mismo nivel y para lograrlo muchas veces se hacía un terraplén o terraza.
Para el caso de la Juan XXII el terreno estaba sobre la carrera 23 o avenida Santander. En su parte más plana, sobre la vía, levantaron dos niveles, los 3 y 4 de la edificación. Entre tanto los niveles 1 y 2 los construyeron ladera abajo y aquí se plasmó la gran innovación del momento: para elaborar las pilastras que permitían nivelar el piso ya no utilizaron piedra, sino ladrillo que pegaron con argamasa de cal y arena; y la longitud de los bloques ya no fue uniforme, sino que varió dependiendo del lugar de la ladera donde fueron sembrados.
A partir de ahí lograron la nivelación, toda una novedad arquitectónica para la época, “y arrancaron a hacer el edificio de una manera sencilla y elemental, con todo el conocimiento de la técnica constructiva”, afirma el arquitecto restaurador Jorge Martínez, director de la obra. “Hay una semejanza en términos de los elementos estructurales, en la construcción de esta edificación, muy doméstica, con una de mayor envergadura como lo es la catedral de Pereira”, recalca el arquitecto Martínez.
Lo que encontraron
Cuando comenzaron los trabajos de restauración se encontró que en al interior las instalaciones estaban en mejores condiciones que en la parte externa. Los sismos provocaron grietas en los elementos verticales (muros) y horizontales (pisos), lo que facilitó que entrara agua y muchos componentes de la construcción se pudrieran.
Por eso la primera decisión que se tomó fue estabilizar la estructura y para ello se levantaron, en primer lugar, unos muros de reforzamiento que garantizaran la resistencia del edificio original y que, en segundo término, respondieran a las nueva normas de sismo resistencia vigentes desde el 2010.
Arquitecto Restaurador Jorge Martínez, director de la obra
Simultáneamente con estos trabajos en el antiguo edificio, también comenzó en esta primera fase la ampliación de la obra: una estructura moderna que incluye plazoleta, parqueaderos y una media torta. Todo en su conjunto será en los próximos años lo que se llamará Centro Cultural de Manizales.
Hoy el trabajo de refuerzo de la parte antigua concluyó. “Ya el edificio está reforzado, ya se sostiene, ya no se va a caer“, advierte el Director de la obra,
quien explica que el paso a seguir es la intervención de las circulaciones (los pisos y áreas para movilizarse dentro del mismo), tarea que culminará en el mes de diciembre y con la que se cerrará el contrato de la primera fase de restauración de las instalaciones de la Concentración Escolar Juan XXIII.
Con la obra reforzada y traída a las condiciones actuales lo que ahora viene es terminarla conservando su identidad, utilizando la técnica con la que se levantó hace mas de cien años y manteniendo la esencia que es además el testimonio de una época de Manizales y la región cafetera.
La restauración
El proceso de restauración tipológica, que ya comenzó, consiste en recomponer técnicamente los elementos de la casona manteniendo su materialidad. Por ejemplo, se reemplaza con madera nueva (en su mayoría especies nativas traídas del departamento del Chocó) la que está podrida, se utiliza tornillería para hacer uniones y ensambles cuando antes no había una sola puntilla, y por la cavidad hueca que queda al interior de la pared de bahareque, ahora irá todo el cableado de las instalaciones que se requieren para funcionar en las condiciones actuales de modernidad.
Jorge Martínez, Arquitecto Restaurador
Para el arquitecto Martínez esta labor se adelanta “respetando la estructura fundamental del bahareque que representa su esencia y valor primordial”.
Un hecho para destacar es que los trabajos que aquí se cumplen han permitido contratar gente mayor, en un esfuerzo por rescatar la técnica de construcción que estaba desapareciendo porque los jóvenes no la conocían. “En este momento estamos reciclando toda esa mano de obra que no estaba vigente”, sostiene Martínez.
Un nuevo elemento se ha incorporado ahora en el techo. Antes era sólo de tejas de barro y aunque van a permanecer, habrá una capa por debajo de ésta de tejas de fibrocemento para evitar daños y desplazamientos a causa de los sismos. “Como pueden ver, conservamos el ladrillo, conservamos la madera, conservamos la teja de barro”, enfatiza Martínez .
En cambio, las instalaciones hidráulicas y sanitarias serán nuevas. Para la época los acueductos se construían con elementos de cerámica y arcilla, hoy se utiliza el PCV. “Incorporamos sistemas sanitarios nuevos cumpliendo con la norma para el suministro de agua potable, por lo que además montamos un tanque de almacenamiento de reserva, bombas para mantener la presión constante en la edificación y unidades sanitarias en todos los pisos, cuando antes sólo existían en el primero de ellos”, subraya el arquitecto restaurador.
En cuanto al sistema eléctrico también se está cumpliendo con la norma actualizada. El cableado cambia o se optimiza para que la corriente sea regulada para el uso de computadores, los sistemas de conexión de datos y de iluminación, que ahora será leed y no incandescente. Así mismo, se incluirá una red de protección contra incendios.
Para resaltar adicionalmente, el recubrimiento de las paredes externas del bahareque, llamado también revoque o pañete, que a lado y lado cuenta con una esterilla de guadua cubierta por una malla, ya no es una mezcla de boñiga y tierra, sino de cemento y arena.
“Entonces desde el punto de vista de la materialidad del edificio se conservan como estructura de bahareque, así como los muros y pisos en madera. Y se incorporan las instalaciones eléctricas, hidráulicas, sanitarias, contra incendios y el reforzamiento estructural”, puntualiza el arquitecto restaurador y Director de la Obra.
La primera fase del contrato se tiene prevista terminar antes de que concluya el año, pero el propio arquitecto Martínez y demás expertos que trabajan en ese objetivo, son claros en precisar que en lo relacionado con las tareas de restauración, los tiempos no son precisos y tratándose de tareas de restauración, no admiten límites ni plazos.
La segunda fase
El contratista para la segunda fase recibirá entonces las instalaciones de la Concentración Escolar Juan XXIII ya reforzadas y restauradas, pero, utilizando un término coloquial, en obra negra. Éste tendrá que montar la cubierta de los muros y toda la tarea de acabados y decorativa.
Para elaborar el ajuar que lucirá la antigua edificación, desde ya se están realizando tareas que permitirán tener orientación sobre cómo se debe proceder en estas actividades, para lo cual se montó ya un taller allí mismo, en el edificio en restauración, desde el cual se trabaja en ese propósito.
La interventoría de la obra encargó al restaurador de bienes muebles, Fernando Romero, quien es además especialista en restauración de pintura mural y saneamiento de monumentos, la tarea de comenzar pruebas en función de la fase dos del proyecto. En su taller se adelantan trabajos de exploración para conocer los colores y el estado de conservación de la madera.
“Sobre la madera antigua hacemos pruebas de conservación, también de preparación del color, buscando bases de preparación del mismo lo más cercanas al utilizado en la época de construcción”, explica Romero.
Para estas pruebas utilizan barnices y materiales solubles en agua buscando establecer los acabados de toda la carpintería ornamental, que incluyen pruebas de consolidación e inmunización sobre la madera.
Comenta el restaurador Fernando Romero que en los estudios realizados han encontrado colores comunes de la época muy parecidos a la madera, también acabados en color naranja, mientras que los acabados de puertos y ventanas al interior predomina un color verde, que no se sabe si es el original, pero que era la pintura institucional en 1938.
De esta manera avanzan las obras de restauración de las instalaciones de lo que fue en sus comienzos el Instituto Universitario de Caldas, incluso sin haber sido terminado por allá en febrero de 1914, y en su última época de productividad, la Concentración Escolar Juan XXIII, un edificio que forma parte de la historia y refleja las características de una época en la ciudad, y en donde además se formaron decenas de generaciones de manizaleños, muchos de ellos encargados de orientar los destinos de la capital del Departamento de Caldas.