Avalancha por erupción del Nevado del Ruiz deja 22.942 muertos en Armero, Tolima

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El 13 de noviembre de 1985, la erupción del Nevado del Ruiz desató una avalancha de lodo que avanzó a unos 60 km/h y terminó por devastar Armero, en el Tolima, a unos 50 kilómetros del volcán. Según la base de datos Desinventar, la tragedia dejó 22.942 muertos en Armero, mientras que en Chinchiná se registraron 1.500 fallecimientos y, en Tolima y Caldas, sumaron 229.154 afectados. Los daños económicos ascendieron a 246 millones de dólares y más de 5.000 viviendas fueron destruidas; 15.000 sobrevivientes quedaron gravemente heridos. La población histórica de Armero se situaba en torno a 29.000 personas, y la cifra actual ronda aproximadamente las 12.000. Este episodio convirtió a Armero en un símbolo de lo que puede ocurrir cuando la actividad volcánica no es contenida a tiempo y la respuesta institucional llega tarde.

La secuencia de hechos se inserta en un marco de antecedentes complejos: el Nevado del Ruiz estuvo inactivo durante 69 años, y las alertas por actividad comenzaron a comunicarse en septiembre de 1985. La respuesta institucional, análisis tras análisis, mostró fallas que han sido objeto de revisión en las décadas siguientes. Este desastre fue un catalizador para cambios sustantivos en la gestión del riesgo en Colombia: la creación del Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres en 1988 por ley y su reglamentación en 1989. Según la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (Ungrd), en aquella época no existía una estructura institucional previa para la prevención y atención de desastres en el país, una laguna que la tragedia de Armero evidenció de forma contundente.

El legado de Armero y la gestión del riesgo en Colombia

En Armero existen memoriales y sitios para recordar la tragedia: el Campo Santo de Armero, que ocupa aproximadamente 20 manzanas de viviendas en ruinas; un memorial formado por 25.000 piedras y las ruinas del Templo de la Virgen del Carmen. En la actualidad, la localidad funciona como un atractivo turístico centrado en honrar a las víctimas y mantener vivo el recuerdo de lo sucedido. Este episodio dejó hitos claros para la gestión de desastres en Colombia, al impulsar la creación del sistema en 1988 y su reglamentación en 1989, bases que han guiado la respuesta institucional ante emergencias y la planificación de medidas preventivas en zonas de riesgo.

«Esta es una tragedia que se pudo evitar. Hubo llamados de atención, hubo previsiones, hubo funcionarios, el alcalde de Armero de la época por ejemplo, quien clamó en muchas ocasiones y casi gritó el riesgo que se cernía sobre esta población, como consecuencia inicialmente de un represamiento del río Lagunilla» – Guido Echeverry, senador

La memoria de Armero y su aprendizaje continúan guiando a las comunidades y a las autoridades. Las lecciones de aquel noviembre de 1985 subrayan la necesidad de una coordinación más eficaz, de una vigilancia volcánica proactiva y de un marco normativo sólido que permita anticipar y gestionar desastres, con Ungrd y las autoridades regionales trabajando conjuntamente para reducir la vulnerabilidad de las comunidades en Tolima, Caldas y zonas aledañas.

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