La Veintitrés

Betty y sus cosas feas

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Por HERNÁN LÓPEZ AYA*

Cada vez que el nombre “Beatriz Pinzón Solano” suena, se lee o se menciona, una cantidad de recuerdos, sentimientos y sonrisas afloran. Miles de personas en el mundo lo conocen; y miles más lo identifican como sinónimo de valentía, superación, berraquera y verdadera hermosura.

Ese personaje, inmortalizado por un chispazo de Fernando Gaitán se ha convertido, desde hace 24 años, en pretexto para reuniones, comentarios, situaciones, memes, discusiones y hasta mensajes políticos. 

Quienes son dueños de sus derechos, de los de “Betty, la fea”, siguen aprovechando lo que sigue siendo novedad. Un primer intento en inmortalizar el personaje nació con “Ecomoda”, la continuación de la novela. No les dio mucho resultado, era apenas normal.

El fenómeno de la, tal vez, mejor telenovela de la historia colombiana, superó las expectativas después de 335 episodios unidos por un hilo conductor que se convirtió en una soga para amarrar barcos petroleros.

Un cimbronazo en el éxito llegó cuando la versión gringa, protagonizada por América Ferrara, se ganó tres premios Emmy, dos Globos de Oro y 55 más entre 160 nominaciones a nivel mundial. Una muestra de que lo inventado por Gaitán es una verdadera mina de oro.

Y no solo eso. El fenómeno de las repeticiones, a mi parecer una falta de iniciativas televisivas, la siguió ubicando en los primeros lugares de audiencia, mediciones, ratings, share o como lo quieran llamar. Es que era inevitable pasar por su espectro y no quedarse, al menos, dos minutos disfrutando de la historia.

Pues bien, el legado en televisión debía continuar. Y Amazon se animó a hacerlo. Decidió, en supremos tiempos de inconformidad por todo, seguirle el hilo. Reunió a los personajes principales de la historia y grabó. El resultado: una temporada de 10 capítulos (43 minutos cada uno, aproximadamente), y el anuncio de una segunda.

¡Pero no todo puede ser una maravilla!

Después del primer capítulo de la serie, la balanza comenzó a tambalear. ¿En dónde? Pues en las redes sociales. Los números y las mediciones dejaron a Betty, según voceros de la plataforma, como la producción número uno en 17 países de Latinoamérica, con una cifra destacada de visualizaciones y entre las 10 principales, en estos tiempos.

Para muchos esto no es importante. Pero, para quienes hemos visto y trabajado en televisión, sí. Es acá cuando vuelve el tema del “sofá y las opiniones”; y en esta ocasión, me dejé tentar.

A mí sí me gustó. Tiene mucho de lo que Gaitán pensó como ideas base, en mi concepto: 

  • Un Armando Mendoza sin escrúpulos y tramposo, que continúa arrepintiéndose. 
  • Una “peliteñida” que se desvive por el dinero y chantajea con sus “atributos” a Nicolás Mora, ese ingenuo para el amor, virtuoso para los negocios y fiel escudero de la protagonista.
  • Un Fredy Stewart, mensajero imprudente que, para argumentar y justificar sus afirmaciones y sus sentimientos, utiliza frases de canciones y sigue enamorado de Aura María.
  • Un Cuartel de las Feas, que continúa con la fuerza del chisme como cotidianidad y sigue siendo el bastión de amistad de Betty.
  • Y una Beatriz Pinzón, sincera y amorosa, inteligente y fuerte, que ahora le toca más duro porque tiene una hija a la que quiere darle ejemplo, pero la cosa termina siendo al revés. Y sigue siendo, para muchos, la enamorada de su gran pecado: el papá de su retoño.

Estos, entre más personajes: Lombardi y su prepotencia; Marcela y sus ganas de acabar con Betty; Calderón y su forma descarada de hacer las cosas, entre otros. No obstante, y claro lo han dejado, hay quienes dicen que la serie no funciona; que los personajes no son los mismos; que la historia es aburrida; que ni punto de comparación con la primera, la de 1999. Pues, es obvio: hay evolución. Buena o mala, pero hay.

A ellos les sugiero: apaguen y no vean. Una de las virtudes de la televisión, desde sus inicios, es esa: apagar. O existe la oportunidad de cambiar de canal. ¿Qué pretendían recibir con la nueva temporada? ¿Otros 300 capítulos? Así pudiéramos revivir a Gaitán, creo que nos habría dejado claro que es casi imposible una vara más alta, comparada con la que dejó. 

Una de las frases de cajón que más me gusta es “para los gustos, los colores”. Y eso es la televisión: gusto por los diferentes colores. Que cada quien elija el que más le gusta y se lo ponga o lo utilice. Pero esto no significa que esos, los elegidos, son más importantes que los otros.

Espero que la segunda temporada de “Betty, la fea”, resuelva varias dudas que me han quedado viendo todas sus versiones, como por ejemplo:

¿Será que Nicolás logra dejar a la “peliteñida”?

¿Será que Betty, después de separada, se rencuentra con el francés?

¿Volverá la “pupuchurra”?

¿El hermano de Daniel logrará su venganza?

¿La hija de Betty queda con el ahijado de Lombardi?

¿Marcela le dará oportunidad al papero?

Es fácil. Dejarse envolver por la ficción no atenta contra la inteligencia o el idealismo de hacer el bien. Es, más bien, una pequeña terapia para desconectarse de la realidad, por 30 o 40 minutos, y dejar de lado la polarización o el estar pensando en qué nos va a pasar si no mejoramos. 

Con mi esposa seguimos discutiendo la serie. Y ella es una abnegada seguidora de una historia en la que Betty deje a Armando y le dé una lección de vida.  
Ahora, lo que queda es esperar la segunda temporada porque me dejé envolver, nuevamente, por la historia de “la fea más hermosa de Colombia”. @HernanLopezAya

*Comunicador Social y Periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano con 26 años de experiencia en televisión y Oficinas de Comunicación. Fue jefe de emisión del fin de semana en RTVC NOTICIAS. Ganador del premio de periodismo Álvaro Gómez del Concejo de Bogotá en 2016. Bloguero de KIENYKE durante varios años.

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