Por Hernán López Aya*
Es un tema obligado, y más para quienes nos gusta el fútbol.
La Selección Colombia nos está dando tremendas alegrías, con algo de incertidumbre y hasta de incredulidad. Ha jugado dos de los tres partidos de la primera fase de la Copa América 2024, en Estados Unidos, y ha ganado los dos encuentros. Y Lo ha hecho bien.
Las figuras se han destacado, como se predecía, y los resultados han mostrado que es un equipo sólido. Se les ve concentrados, maduros, “cancheros” y dispuestos a darlo todo por ganarse el torneo.
Pero, siempre hay un “pero”. Y en este texto encontrarán varios.
Es normal, ya que ningún equipo de fútbol del mundo, ni de la historia, ha tenido un juego de 10 puntos sobre 10. Según los expertos, todos los partidos son diferentes y las innumerables situaciones en la cancha lo confirman. Sin embargo, el triunfo llega y trae consigo la ilusión, esa que ha sido maltratada por incredulidad y la ha convertido en “triunfalismo”.
PERO también lo entiendo, porque hemos sido ilusionados por mucho tiempo y desilusionados en cuestión de minutos. Para mí, el fútbol es volátil PERO creo que no tiene la culpa, por su condición milenaria de juego.
En el caso de Colombia, para justificar nuestra tristeza después de perder, hemos echado mano de una palabra que, en análisis severos, significa algo tremendamente dañino y perjudicial para cualquier forma de pensamiento. Me refiero a la palabra “fracaso”.
Y es lo que viene identificando, o mejor, con lo que han identificado a los diferentes procesos futbolísticos, en materia de Selección Nacional. No conozco el tamaño o la equivalencia del fracaso en un proceso deportivo, ni quién la definió, si tenemos en cuenta que cualquier paso adelante o evolución hace parte de un triunfo.
PERO, seguramente, así lo precisan con el objetivo de exigir mejores resultados o presionar por ellos. Suena a especulación. Lo que sí no, es que somos incrédulos y no confiamos en lo nuestro. PERO, cuando lo hemos hecho, nos han desilusionado.
Es un “va y viene” algo complicado.
Creo que el “fracaso” más grande que he enfrentado, en materia deportiva, es la participación de la “Sele”, en Estados Unidos 1994. Un año antes, Colombia se “escapó del lote” y pedaleó hasta llegar a la meta del Mundial. Y creo que su etapa más exitosa fue el triunfo ante Argentina, en el Monumental de Núñez. Fue nuestro septiembre blanco, engalanado con 5 “pepazos” que obligaron a Maradona a aplaudir de pie lo hecho por Valderrama y su combo.
PERO el camino se torció y, con él, la nominación del equipo como campeón del mundo. Esto fue fatal; se quedaron atrás muchas cosas como la consolidación de un equipo, un invicto con un montón de fechas, la confirmación de que se jugaba bonito y de que Pelé, como pronosticador de partidos, no tuvo el más mínimo “tino”, ya que dio a Colombia como ganadora.
Y la historia de este tipo de “fracasos” se repitió, PERO con otros jugadores y otra forma de pensar. En el 2014 tuvimos goleador del mundial, Premio Puskas y una generación que nos ilusionó, o por lo menos a mí, de una forma que no había vivido.
Vi el empate ante Alemania, en el 90. Y me emborraché con los 5 goles en Argentina, PERO lo de Brasil 2014 fue una locura. Y desde ese momento decidí alejar la palabra “fracaso”, de mi léxico y mis textos, para definir malos resultados deportivos o procesos que no funcionaron.
No perdí la esperanza. PERO si decidí bajarle a la intensidad y tratar de escuchar a quienes utilizan la palabra y sus razones de uso. Me puse en los zapatos del otro, traté de analizar, PERO no pude dejar de ilusionarme. Y preferí seguir así.
Tanto, que el día que Falcao García le hizo el gol a Polonia, en Rusia 2018, lloré de la emoción, como un niño que hace berrinche; y mi esposa lloró PERO de la risa, al verme “lagrimear y moquear” por un jugador de fútbol. Después vino la tristeza de Catar 2022, PERO ese es tema de otra conversación (o columna).
Sin ir más lejos, sigo creyendo. Y después de los dos partidos de esta Copa América, sigo ilusionado. Hay equipo, y mucho, PERO faltan grandes rivales por enfrentar.
En estos días vi una entrevista que le hicieron al Pibe Valderrama y en la que dijo que “hay que disfrutar”. Además, invitó a los colombianos a “no acordarse de lo que pasó en 1994”. Y se preguntó: “¿Pa’ qué? Los muchachos están jugando bien, tenemos buen equipo y hay que gozársela. No más Mundial del 94; eso ya pasó”.
Creo que estas afirmaciones confirman por qué El Pibe es El Pibe, PERO hay gente que no le cree. Yo si me voy a montar en ese bus y me voy a gozar y celebrar lo bueno que estos muchachos, a la cabeza del “zurdo prodigioso”, puedan hacer.
Para mí, el deporte une multitudes, religiones, creencias políticas y clases sociales. Y prefiero los resultados de estas uniones (como camaradería o respeto), a rasgarme las vestiduras porque no goleamos con contundencia y sacamos a uno de los grandes por la puerta de atrás.
Sé que los triunfos son importantes, PERO insisto en que la palabra “fracaso” es severa e injusta para catalogar el trabajo de muchas personas que hacen hasta lo imposible por, entre otras cosas, darle alegrías a un país polarizado, con problemas severos de violencia, de economía, de inconformismo, de corrupción. Intenten celebrar, PERO sin tanto análisis. Se darán cuenta de lo bueno que es gritar un gol sin presiones. Y esperemos que Colombia pueda ganarse el torneo.
PERO si no gana, no se desilusionen. Nos queda el mundial…
@HernanLopezAya
*Comunicador Social y Periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano con 26 años de experiencia en televisión y Oficinas de Comunicación. Fue jefe de emisión del fin de semana en RTVC NOTICIAS. Ganador del premio de periodismo Álvaro Gómez del Concejo de Bogotá en 2016. Bloguero de KIENYKE durante varios años.