Por ESTEBAN JARAMILLO
Dayro en su función de eterno goleador. Duro de matar. Insaciable, apoteósico.
Triunfo del Once Caldas, en la altura, con simpleza, con destreza, con tres goles a favor. En Trámite favorable de principio a fin, por el esfuerzo generoso, con pausas programadas y precisa circulación del balón que corrió de un pie a otro, sin desgastes irracionales de los jugadores.
Adaptado a la altura, fue dominador del partido, a pesar del ahogo, por la ausencia de oxígeno, la brisa feroz, la lluvia hostil, con pases combinados, con ambición de principio a final.
Madura está la clasificación y el pueblo está feliz.
Eficiente la planificación del «arriero», incluida la estrategia del médico Vinasco y la óptima preparación física de Camilo Quintero.
Y estaba Dayro, inmenso, con el perfume de sus goles, mientras sus compañeros, aportaban talento con García, Patiño y Cuesta y sudor con Mateo, Cardona y Rojas.
Una noche de aquellas, inolvidable… Para soñar.
Firme en el primer tiempo, James Aguirre declinó en el segundo. Pero a cada error suyo, con repercusiones en los goles, respondió Dayro en su respaldo, con fuego en sus botines, para aumentar el marcador.
Los goleadores no se miden por sus años, sino por la frecuencia de sus goles y la incidencia que estos tienen en el triunfo, lo que hace al artillero diferente a los demás.
Sus compañeros de ataque batallaron como él, pero no supieron definir las opciones creadas, lo que pudo ampliar el marcador.
Triunfo por nocaut para silenciar a los pocos hinchas del local que ocupaban a medias las tribunas, donde también estaba holocausto, inquebrantable, como siempre en el respaldo.
Cuando se gana, como en Bolivia, ante tanta adversidad, bellas son las dificultades. Sobre todo si el gol es argumento, placentero y explosivo, de distintas formas y maneras, para sumar tres puntos, que tienen al blanco-blanco, en la ruta de la clasificación.
Misión cumplida en la altura. Sin aceleraciones excesivas, con ahorro de oxígeno, para no colapsar, con dominio de la pelota para manejar los ritmos, con los pases al pie.
Esteban J.