Dos días después del incendio en el centro histórico de Manizales, el aire sigue oliendo a papel quemado y madera húmeda. Entre costales y cenizas, libreros y comerciantes comienzan la dura tarea de levantarse.
En el lugar donde antes se buscaban novelas, textos escolares y discos, hoy solo quedan ruinas. Pero en la voz de sus dueños hay más determinación que lamento: están dispuestos a renacer de las cenizas. Esto fue lo que encontró La Veintitrés, dos días después del incendio.
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Por ALEXANDER BECERRA O.
El humo ya no se ve, pero aún se respira. En la carrera 21, en pleno centro de Manizales, dos días después de un pavoroso incendio que arrasó con tres locales comerciales y un inquilinato, el aire está cargado con ese olor agrio de madera chamuscada y papel mojado.
Los pasos crujen sobre restos de estanterías, vidrios astillados y hojas negras que antes fueron poemas, manuales de química o viejas ediciones de García Márquez. Afuera, sobre la acera, se alinean costales que no guardan granos ni café, sino discos deformados por el calor y libros hinchados por el agua. El viento mueve algunas páginas sueltas, como si intentaran escapar del montón.
El lunes 11 de agosto, en horas de la tarde, las llamas se propagaron por un inmueble de vieja data que funcionaba en la parte alta de la edificación. El fuego bajó con violencia, consumiendo los locales en el primer piso: dos librerías de tradición y un pequeño spa. Los bomberos trabajaron durante horas para evitar que la conflagración alcanzara edificaciones vecinas. El agua, indispensable para apagar el fuego, terminó por sellar el destino de miles de libros.

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La Eneida: un ave fénix entre las llamas
En uno de los costados, entre montones de papel irreconocible, está Diego Giraldo. Es el propietario de la librería La Eneida, negocio que abrió hace 22 años, recién graduado del colegio. “Quise emprender y vi este negocio como algo viable. Desde entonces hemos sido resilientes, en las buenas y en las malas”, recuerda. La atendía junto a su esposa, Claudia Liliana, y presumían de abrir más temprano que todos: a las siete ya tenían la puerta abierta.
Ahora, todo se perdió. “Los libros que no se quemaron, se dañaron por el agua. Calculamos unas 70 mil unidades”, dice, mientras su voz alterna la resignación con la firmeza. Entre esos títulos estaba una edición numerada del Quijote, valorada en 12 millones de pesos, y ejemplares de la historia de Manizales tasados en medio millón. “Es difícil calcular lo económico, pero lo sentimental no tiene precio”.
Giraldo admite que quedó “económicamente inhabilitado”, pues dependía en un cien por ciento del negocio. Por eso pide ayuda: libros, aportes en efectivo, lo que sea. “Esto no es el fin, es el comienzo de una nueva era. La Eneida tuvo un impase, pero vamos a salir adelante. Es un renacer, como el ave fénix”, asegura, recordando que sus separadores llevan precisamente esa imagen.


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La Latina y el reclamo al municipio
A pocos metros de La Eneida, Octavio Moreno ayuda con la carga de costales rumbo al reciclaje. Es el dueño de la Librería Latina, con más de tres décadas de historia. Cuenta que empezó en el local de una cuadra más abajo, con el nombre de El Nuevo Libro, hasta que se instaló frente al Inurbe.
El sector se convirtió en un punto obligado para estudiantes, profesores y amantes de la lectura. “Vendíamos textos escolares y universitarios, literatura y, muy importante, libro usado. Eso lo hacía más asequible para mucha gente”, explica.
Hoy, ese inventario es solo recuerdo. “Se perdieron unos 300 mil libros. No se salvó nada, todo quedó inservible. Algunos eran imposibles de conseguir ya”. Calcula las pérdidas en unos 350 millones de pesos. El local era arrendado y, por el estado de la estructura, será demolido.
Moreno lamenta no haber recibido hasta ahora una propuesta concreta de la administración municipal para reubicarse. Los libreros, dice, quieren reunirse con el alcalde para exponer la dimensión del golpe. “De estos negocios dependen varias familias. No queremos que este centro cultural desaparezca”.
Entre las peticiones de los afectados a la Alcaldía está la reubicación en un espacio céntrico que les permita conservar a sus clientes, así como apoyos para la reposición de inventarios y, en lo posible, alivios temporales en arriendos e impuestos. Consideran que, sin este respaldo, la recuperación sería mucho más lenta y difícil.
Entre los afectados está también Andrea Londoño, dueña de un spa que funcionaba junto a las librerías. Calcula que perdió entre 10 y 15 millones de pesos. Su local estaba entre las dos librerías.


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Apoyo ciudadano
Mientras estos comerciantes continúan con la tarea de limpiar sus locales, la ciudadanía no se ha quedado quieta. Algunos, de hecho, han mostrado su apoyo. Han llegado mensajes y pequeñas donaciones por redes sociales. “Manizales ha sido solidaria, eso nos anima a pensar en continuar”, afirma don Octavio, sin ocultar la incertidumbre sobre cuándo y dónde podrán volver a abrir.
El día posterior al incendio, aún había humo y chorros de agua cayendo sobre las ruinas. El andén se llenó de curiosos, vecinos y clientes que querían conocer de primera mano lo sucedido en ese punto vital del centro histórico.
Las escenas se repetían: costales que pasaban de mano en mano, estantes partidos, portadas pegadas unas a otras. No eran solo objetos de venta; eran décadas de historia, de intercambios y hallazgos.
Pese a todo, Diego, Octavio y su vecina Andrea coinciden en algo: no se van a rendir. Buscarán nuevos locales, reconstruirán sus inventarios y tratarán de mantener vivas sus clientelas. Saben que será un camino largo, pero también que cuentan con una comunidad que valora su labor.
Para este miércoles, los comerciantes afectados esperaban reunirse con la Alcaldía de Manizales. Confían en que el encuentro sirva para acordar medidas de apoyo que les permitan retomar sus actividades y no perder por completo el patrimonio cultural y económico que representaban sus negocios.
En medio de las cenizas y el olor a papel quemado, se escucha la misma promesa: “volveremos con más ganas”.
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Si usted quiere apoyar a estos comerciantes de la carrera 21, en algunos grupos y redes sociales se han montado campañas para esta misión. Aquí dos ejemplos:

