Desde los barrios de Manizales hasta la Selección Colombia Sub-17, Juanita y Sofía recorren juntas un camino trazado por la pasión, la disciplina y un balón que nunca ha dejado de rodar.
El azar hizo que nacieran lejos, pero el fútbol las reunió. Dos niñas, un balón y una amistad que viaja desde las canchas de barrio hasta el Mundial Sub-17 de Marruecos.
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Por SAMUEL SALAZAR NIETO – (Especial para La Veintitrés)
Aquel septiembre de 2009 los astros parecían jugar con los calendarios.
Juanita llegó al mundo el 22, en Cuenca (Ecuador); Sofía lo hizo cuatro días después, el 26, en Manizales (Colombia). Las separaban más de mil cuatrocientos kilómetros y un destino que, al principio, trazó líneas distintas para cada una.
Pero el destino —ese escritor silencioso que trabaja con tinta invisible— tenía reservado otro guion. Cuando dieron sus primeros pasos, las distancias comenzaron a borrarse. Bastó que rodara un balón para que sus trayectorias empezaran a cruzarse, unidas por una pasión que más tarde les abriría el camino hacia los sueños compartidos.
Antes de cumplir el primer año, Juan Pablo Parga y Ana Lucía Valencia, ambos de raíces caldenses, cerraron su ciclo laboral en Ecuador y regresaron a Manizales con su pequeña. A pocos metros, en otro punto de la ciudad, en el hogar de Jhon Jairo Prieto y Claudia Marcela Restrepo, crecía también Sofía. Respiraban el mismo aire fresco de la capital caldense, pero aún las separaban los barrios: El Paraíso y Chipre, dos zonas distintas de una misma infancia.
Lo primero que hizo Juanita cuando caminó fue patear un balón de su tío Guillermo. Desde entonces acompañaba a su padre a los encuentros de fútbol aficionado, fascinada con la energía del juego. Sofía, en cambio, se movía entre piscinas, alentada por una familia de nadadores. Probó con el patinaje, y solo después de los cinco años descubrió el fútbol. Sus padres creyeron que sería un capricho pasajero. No sabían que esa “etapa” se convertiría en la razón de su vida.
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Las niñas de Once Caldas
Fue el balón, una vez más, el que selló el encuentro. Juanita, con el fútbol en la sangre, y Sofía, con el fútbol en el alma, coincidieron en el lugar menos imaginable: la escuela infantil del Once Caldas, diseñada para niños. Era lo que había, y si querían ser futbolistas, no tenían otra opción que jugar entre varones.
Allí comenzó su verdadera formación. Pronto se ganaron un puesto en la línea titular de las categorías Sub-8 y Sub-9: una como volante, la otra como arquera. Eran la sensación en los torneos de barrios como Aranjuez, donde los aficionados se detenían a ver cómo una niña burlaba a los chicos con ´sombreros´, ´bicicletas´ y ´túneles´, mientras la otra detenía penales con una valentía que desafiaba el tamaño de los guantes.
Pero la escuela era de varones, y el club profesional encontraba difícil asumir la responsabilidad de llevarlas a torneos fuera de la ciudad. Les recomendaron buscar un espacio donde pudieran jugar con niñas. Así llegaron al Club Deportivo Wikam, un proyecto en formación del profesor Julián Camilo Gallego, que apostaba por el fútbol femenino cuando casi nadie creía en él.
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El salto a los sueños grandes
A los once años ya vestían la camiseta de la Selección Caldas y competían en torneos nacionales, incluido el tradicional Baby Fútbol. Fue allí donde la Escuela Carlos Sarmiento Lora de Cali, una de las más prestigiosas del país, las invitó a unirse a su proceso de formación. Desde entonces, su crecimiento fue vertiginoso: pasaron a integrar las selecciones del Valle del Cauca en las categorías Sub-13 y Sub-15, donde se convirtieron en figuras destacadas.

Sus actuaciones llamaron la atención de los observadores de la Selección Colombia. En enero de este año recibieron la primera convocatoria del técnico nacional Carlos Paniagua, para los microciclos preparatorios del Suramericano Sub-17, realizado en Manizales, Palmira y Cali.
Una lesión en la cadera marginó a Juanita del grupo que disputó ese torneo —clasificatorio al Mundial de Marruecos—, pero el destino volvió a tender el hilo invisible que las une.
Esta semana, Paniagua anunció la lista definitiva de las 21 jugadoras que representarán al país en el campeonato mundial. Entre ellas están Juanita Parga Valencia y Sofía Prieto Restrepo, dos manizaleñas de 16 años que, desde aquel septiembre de 2009, estaban destinadas a encontrarse.
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Sofía, la guardiana del arco
Sofía Prieto , la de Chipre, 1,71 mts , diestra de pié y zurda de mano, pronto encontró su lugar bajo los tres palos. La portería fue su refugio y su reto. Desde muy pequeña jugó con los varones en el Once Caldas, primero como defensa, luego como arquera, lo que motivó a sus padres a vincularla también a la escuela de arqueros del profesor Jhony Zuluaga (E.D.A.).
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Su padre recuerda con orgullo una final en la escuela de Aranjuez que, con solo 10 años, atajó cuatro penales ante rivales mayores y se convirtió en la figura del torneo. Tampoco olvida su debut a los once años con la Selección de Caldas en Mosquera, Cundinamarca, donde —aunque le marcaron seis goles— verla con los colores del departamento fue un orgullo que ninguna cifra empañó.
Su talento no pasó inadvertido. La Sarmiento Lora la reclutó tras verla brillar en el Baby Fútbol con Wikam. Allí creció técnica y mentalmente, rodeada de un ambiente exigente que fortaleció su carácter.
En Turquía, durante la Friendship Cup WU18, a comienzos de este año, Sofía tuvo una de esas noches que definen una carrera: atajó tres penales ante Tailandia y se convirtió en figura del partido. Con apenas 15 años, Colombia descubría en ella una arquera con temple de veterana.
Hoy forma parte del Deportivo Cali, donde continúa su proceso como tercera guardameta del plantel profesional. Vive en Cali junto a su madre, Claudia Marcela Restrepo, gerente administrativa y financiera de Calzatodo, y su hermana mayor Laura. A punto de cumplir su sueño mundialista, espera ser la tercera arquera caldense en debutar y jugar en la Liga Profesional del país; ya lo hicieron Sofía Buitrago (hoy en el fútbol de Grecia) y Natalia Giraldo (América de Cali).
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Juanita, la estratega del medio campo
Juanita Parga, la de El Paraiso, hija única, 1,65 mts, diestra,nació para jugar con la pelota en los pies. En su caso, la herencia futbolera fue inevitable: el balón era parte del paisaje familiar. Con la naturalidad con que pateó el primero —el de su tío Guillermo—, fue aprendiendo a leer el juego desde adentro, con mirada de estratega y carácter de líder.
En las canchas del Once Caldas y luego en la escuela Wikam, Juanita se destacó por su inteligencia táctica. No era solo la niña que corría detrás del balón: era la que ordenaba, la que anticipaba, la que entendía antes que los demás lo que iba a pasar. Los técnicos la ubicaron como volante y también como defensora central: dos posiciones donde el juego nace o se detiene.
Su padre, Juan Pablo Parga, recuerda que, en sus primeros años en el Once Caldas, era una de las pocas niñas del grupo y que muy pronto se ganó la titularidad en todos los torneos.

Juanita Parga, la de El Paraiso, hija única, 1,65 mts, diestra,nació para jugar con la pelota en los pies. En su caso, la herencia futbolera fue inevitable: el balón era parte del paisaje familiar. Con la naturalidad con que pateó el primero —el de su tío Guillermo—, fue aprendiendo a leer el juego desde adentro, con mirada de estratega y carácter de líder.
Una lesión en la cadera frenó su impulso cuando asistía a un microciclo con la Selección Colombia. Le tocó mirar desde afuera el Suramericano Sub-17, mientras sus compañeras aseguraban el cupo al Mundial. Pero no se rindió. La rehabilitación fue su nuevo partido, y lo jugó con la misma pasión con la que entra a la cancha.
Hoy, recuperada, su nombre vuelve a figurar entre las 21 convocadas que representarán a Colombia en Marruecos y espera, de tener la oportunidad de sumar minutos, de representar a Colombia con orgullo. Entre tanto su madre desde Cali, su padre desde Estados Unidos, y todo un país, estarán pendientes de su actuación.
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El reencuentro mundialista
La historia quiso que, una vez más, los caminos de Sofía y Juanita se cruzaran en el punto más alto de sus jóvenes carreras: el Mundial Sub-17. Dos niñas de Manizales, nacidas con cuatro días de diferencia y a más de mil kilómetros de distancia, hoy comparten el mismo escudo en el pecho y el mismo sueño en el corazón.
No son las primeras caldenses en llegar a una cita mundialista. En 2022, la defensa Elsa Gómez, de Villamaría, y la volante Sofía Patiño, del Once Caldas Femenino, integraron la selección que fue subcampeona en La India. Pero esta generación, la de Sofía y Juanita, representa una nueva página del fútbol femenino en Caldas: la del futuro que ya comenzó.

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El futuro que ya comenzó
Ambas saben que su historia apenas empieza. Son un año menores que la categoría y tienen claro que su salto a la titular de la Selección será fruto de la madurez y la paciencia. Por ahora hacen fila, orgullosas de integrar la lista de las 21 elegidas. Esperan su oportunidad con la ilusión intacta de sumar minutos y demostrar que están listas para lo que viene.
Porque si algo les ha enseñado el fútbol —y la vida—, es que los sueños no se improvisan: se entrenan.
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Lista de deportistas convocadas:
- Ana Clavijo – Millonarios Fc
- Angélica María Castillo – Dskc Ecnl 08 (USA)
- Camila Cortés – Independiente Santa Fe
- Daniela Todd – Fort Lauderdale United (USA)
- Ella Grace Martínez – Club Ascent (USA)
- Isabella Amado – Millonarios Fc
- Isabella Santa – Deportivo Cali
- Isabella Tejada – Independiente Medellín
- Izabela Cortés – Independiente Santa Fe
- Juanita Parga– Escuela Sarmiento Angulo
- Laura Cano – Acuarium
- London Samantha Crawford – Gwinnett Soccer Academy (USA)
- María Baldovino – Junior FC
- María Ceballos – Acuarium
- Maura Henao – Escuela Sarmiento Angulo
- Melany Díaz – Independiente Santa Fe
- Shaira Collazos – Millonarios FC
- Sofía García – Real Santander
- Sofía Ortíz – América de Cali
- Sofía Prieto – Deportivo Cali
- Vanessa Puerta – Susa FC Academy (USA)