Por Esteban Jaramillo Osorio
En una entrevista difundida en la prensa colombiana, el siete de febrero de este año, el futbolista Robert Mejía relató la zozobra vivida con motivo del terremoto de Turquía, que arrojó 38 mil víctimas fatales, 85 mil heridos y destruyó edificios y viviendas.
Salvó su vida de milagro.
Siete meses después, con un golazo de media cancha, al estilo Puskás que premia los mejores del mundo según FIFA, corroboró el dominio de Nacional ante Águilas, lo redimió tras la humillante goleada en Cali frente al América y se encumbró como figura del partido.
Revanchas que dan la vida.
Al “Profe” Luis Fernando Montoya lo balearon, lo dejaron cuadripléjico, hace 19 años en Caldas, Antioquia, meses después de ganar la Copa Libertadores con el Once Caldas
Cuanto dolor hubo en el futbol…
Desde aquella malhadada fecha, ha sido un batallador constante, una lección de vida, una demostración palpable de que no hay imposibles. *Esta semana se graduó con honores universitarios al obtener el título de Licenciado en ciencias del deporte*.
Qué ejemplo, especialmente para aquellos que en el fútbol ganan, gastan, no ahorran ni invierten, viven de la fama efímera, de sus frivolidades y excesos y no incorporan intelecto a sus carreras.
Ambos, Mejía y Montoya, enfrentaron de diferente manera la crudeza de la adversidad y con sacrificio se sobrepusieron. Resiliencia pura.
Lo llamativo es que los dos pasaron por Once Caldas. Montoya con títulos, en el esplendor del club, que enfrenta hace años una aguda crisis, por su errática gestión, de la que no logra reponerse.
Sus jugadores discretos en rendimiento, no brindan el aporte que los aficionados quieren y *los técnicos, como siempre los señalados, son víctimas de presiones sin escrúpulos del ala violenta de las barras que montan sus trincheras en las redes*.
Sarmiento y Herrera son dos de los directores técnicos colombianos, con los días nerviosos y en suspenso, sentados en la silla eléctrica. Ocho se han marchado, porque sus equipos, con su rendimiento, no los respaldan.
Hoy no se valora a los entrenadores en su día a día, ni es su metodología de trabajo o competencia. Dominan la inmediatez y los resultados, ante el ojo crítico de dichos dirigentes que asumen de profesores e imponen los jugadores, porque creen que el dinero da conocimientos.
Entrenador de fútbol puede ser inestable de ganadores, innovadores y estudiosos. También de “sabios”, payasos, iracundos, bocazas y mentirosos. Una profesión maldita en la que lucen pocos, como el inolvidable “profe” Montoya, el bien llamado “campeón de la vida”.