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El Clásico: El León y sus rugidos. El Tigre y sus gemidos 

Esteban Jaramillo

Y lo daban por vencido

 

Futbol emocional. Partido clásico insípido, como el café sin azúcar, la comida sin sal o el amor sin sexo.

Futbol que algunos especialistas llaman industrial, por lo poco vistoso pero efectivo.

Santa Fe, de cemento armado, rumbo a la final contra el Medellín. Con su futbol, al que nada le falta, nada le sobra. Siempre con lo justo. 

Lo suyo, un indomable espíritu combativo, con garra, sin perfume en su juego, sin glamour, con precisión y contundencia en los goles, pragmático en sus planteamientos.

Capaz de salir de una y mil crisis. De minimizar a su rival, Millonarios, contra pronósticos. De desquiciarlo, al punto de que su emblemática figura, Falcao Garcia, perdido en su laberinto, no logró asimilar la derrota, descontrolado.

No pudo ser el comandante en jefe porque su banda lució desorientada, inadaptada al partido, desfondada, desconcentrada, sin capacidad de reacción frente a las adversidades.

Falcao, descosido y desconocido, luchando en solitario contra rudos oponentes, sin ayudas, mientras su coetáneo Rodallega, se robaba el elogio y las miradas.

Cuando por fin encontró, en las finales, su sitio en el torneo y en su equipo, cuando fue influyente con sus goles, lucio maniatado, desesperado, peleonero con el árbitro, los periodistas y los contrarios. 

Para su desgracia, sus compañeros jugaron otro futbol, muy distinto al que él pretendía.

Este Santa fe de hierro, sin táctica y con huevos. Preparado para la guerra. Agigantado y espoleado por las proclamas que rodearon a su adversario, al que la prensa fanática, hizo campeón desde los micrófonos. 

Finalista otra vez, remando contra la corriente. Sin futbolistas distinguidos. Con un técnico discutido, Jorge Bava, sin experiencia, de ojos desorbitados, quien enfrentó los fantasmas del despido desde su llegada. Mucho le costó dominar el vestuario.

Con ánimos revanchistas de Harold Mosquera y Elvis Perlaza, alguna vez desairados en Millonarios, donde a pesar de ser campeones, fueron descartados.

El león se tragó el partido. Dejó al tigre sin rugidos y a los embajadores eliminados. Las grandes sorpresas del futbol con sus resultados insospechados. 

EL ÁRBITRO…

Andrés Rojas, Cayó al foso de los leones. Siempre desorientado, tratando de salir airoso, sin bravura. Dominado por el partido. Inferior a los desafíos, apoyado en las fuerzas externas del VAR que lo delataba. 

Mediocre, sin autoridad, sembró las dudas desde el principio en el gol de Rodallega. En entredicho en la mayoría de las jugadas. Esteban J.

 

Columna de opinión

Las opiniones expresadas en las columnas de opinión son de exclusiva responsabilidad de su respectivo autor y no representan la opinión editorial de La Veintitrés.

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