El día que fue bonito

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Por Hernán López Aya*

Es casi imposible, por estos días, navegar en las aguas turbias de la internet y no encontrarse, a flote, con un video de Karol G y sus presentaciones en el estadio Santiago Bernabeu, de Madrid.

¡Hay de todo!

Mi lucha por vencer al algoritmo y evitarlos fue en vano. Llegué a pensar que era mejor abandonar ese espacio, por algunos días, para no verlos. Pero no fui capaz. 

Además, no es la primera vez que escribo sobre este tour. El pasado 7 de abril, en este mismo espacio, publiqué mis opiniones sobre el concierto en El Campín, las filas eternas y la multa de tránsito al dueño del “Makinón Merch”, porque lo encontraron mal parqueado en Chapinero, en el oriente de Bogotá.

Entonces, como no pude con el enemigo (nuevamente) me le volví a unir. Me dije, a mí mismo: “Mí mismo, vamos a ver a Karol G en el templo del Real Madrid”. Y comencé.

Claro: no fue nada difícil encontrar un primer video, repleto de manillas de luz rosa y miles de gargantas gritando, eufóricas. Un paneo muy casero recorrió las tribunas de Florentino Pérez, abarrotadas de hispanos y uno que otro europeo con alma latina.

Entrados en gastos, me dejé llevar por el oleaje y le di la oportunidad al reguetón con alma colombiana. Otra vez, con “mí mismo”, pensé: “si esta bulla está de semejante tamaño, debe ser por algo”. 

Pues bien, seguí investigando, cosa nada difícil porque la red está invadida de testimonios sobre la gira “Mañana será bonito”. Lo primero que me impactó fue que muchos aseguraron que “La Bichota” hizo cuatro conciertos seguidos, en cuatro días, y vendió todas las entradas. No lo podía creer.

Si alguna vez, a alguien le da por explorar mis listas musicales, no encontrará una canción de Karol G en ellas. Soy algo complicado con el tema musical y el reguetón no me gusta mucho. Tengo una lista del género, creada para congraciarme con el boricua interno que vive en mí desde que Don Omar lanzó “Dime” y me pareció una canción supremamente pegajosa y discotequera. Y con dos o tres cortes más es la misma situación. Pero, hasta ahí.

No me interesa su evolución. Pero tampoco puedo dejar de lado lo que este fenómeno (me refiero al de La Bichota) ha generado. Más condescendiente, le entregué mi voluntad al algoritmo y este, en contraprestación, me llenó el camino de reacciones sobre el tema.

Miles de comentarios la catalogaron, más o menos, como la mejor artista latinoamericana del momento, por encima de Shakira (otra que no escucho mucho). No obstante, eso me pareció exagerado, porque la barranquillera es una de esas tesas que ha revolucionado la industria y ha cerrado un montón de bocas. Pero esta sería otra discusión.

Volvamos a “la navegada”. Entre búsqueda y búsqueda, encontré que una espontánea pintora hizo, en cuatro días, un retrato de la cantante, en la fila que rodeaba al Santiago. Al finalizarlo, publicó un video en el que le pedía al equipo de Karol G que le entregaran el cuadro, lo subastara y donara las ganancias a una ONG. 

Al conocer la cuarta publicación de la pintora, mi percepción cambió. La cantante la sorprendió; se bajó de su camioneta, agradeció el cuadro, abrazó a la artista, le sugirió una foto y le dijo que la contactaría para finalizar su pedido.

Fue aquí cuando, para mí, Karol G se graduó como la reina de la “real bacanería”. Clarísimo está, también, que tiene un equipo que sabe aprovechar cualquier elemento que signifique resiliencia, trabajo, esfuerzo y demás conceptos que se han vuelto bandera en redes sociales y caballo de batalla de la artista. Y eso no está, para nada, mal. 

Si bien es cierto que este momento no fue, en mi concepto, tan casual, sí logró el objetivo. Y me conmovió. Y me dejó claro que Carolina (o como la quieran llamar) se puede dar el lujo de hacer “lo que quiera” en el escenario.

¿Quieren una prueba?

Fácil. En una de sus noches, la cantante le dio una grata sorpresa al público del Bernabeu y la posibilidad de regresar, a escena, a una simbólica cantante española. Amaia Montero, exvocalista de La Oreja de Van Gogh, aceptó subirse a la tarima por invitación de La Bichota, y cantar “Rosas”, uno de los éxitos de la banda. Una depresión la tiene alejada de los escenarios hace dos años. El momento es tremendo.  

Meses atrás, una situación similar pasó con Anahí, cantante del grupo juvenil “Rebelde”, en Ciudad de México. También, la invitación al tour le permitió volver al tablado, después de 11 años. Y bueno: fotos con los fans, tomar “shots” en el concierto, cantar con el novio, arroparse con la bandera de Colombia, llorar mientras disfruta del público y agradecer con locura fueron momentos presentes en su gira. 

Karol G es bien importante para la industria musical y para Colombia. Y es inevitable que la piel se erice, al ver la euforia de sus fans. Pero, ¿por qué es inevitable? Pues porque es colombiana; porque, por haber nacido en nuestro país, seguramente la sentimos cercana. Porque nos emocionamos cuando personas de otras nacionalidades hablan con orgullo de los nuestros y nos enfurecemos cuando los maltratan. 

Mi exploración por el fenómeno reguetonero terminó con una pregunta de mi esposa: “¿sigues viendo a Karol G? Vete a dormir”, me dijo. Yo, obediente, cerré la publicación, salí de las redes y me acosté.

Vuelvo y repito: no escucho su música porque mi predilección es de otra etapa y otros géneros (para los gustos, los colores), pero reconozco que, a donde llega, “La Bichota” la rompe.

Nada que hacer y nada que negar… @HernanLopez Aya

*Comunicador Social y Periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano con 26 años de experiencia en televisión y Oficinas de Comunicación. Fue jefe de emisión del fin de semana en RTVC NOTICIAS. Ganador del premio de periodismo Álvaro Gómez del Concejo de Bogotá en 2016. Bloguero de KIENYKE durante varios años. 

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