Por ESTEBAN JARAMILLO OSORIO
En el futbol actual se habla de modelos de juego revolucionarios, de principios tácticos y patrones estratégicos innovadores, pero se deja muchas veces de lado su esencia, la importancia de la pelota, la calidad de quienes lo practican, el juego limpio.
Es la consecuencia de la búsqueda frenética del resultado sin diversión en el espectáculo, con imposición de vocablos sofisticados, para justificarlo, en un alarde pedante de conocimientos.
Jugar al futbol siempre fue fácil. Pero hacer la fácil, fue difícil.
La simpleza de “jugar su jugado” como dicen en el barrio los empíricos. Los entrenadores sin cursos, espontáneos, que tienen más sentido común que los denominados hoy “amos del juego” por su verborrea.
Los dueños de la primera y la última palabra en los conceptos, “científicos de los estadios”, que deambulan dando cátedra, pizarrón en mano, llenando de flechas, números, círculos, sombras, con goles en la tablet que fabrican sus mentes delirantes, que solo el talento consigue en las canchas.
Muchos que ni una patada le dieron a “la redonda”.
Que se ufanan de saber de futbol, aunque de futbol saben muchos que ni de futbol saben.
¿Qué es el futbol? ¿Qué es saber de futbol?
Si todo es tan simple. Es la habilidad con el balón. Es darle orden al juego, es encaminar un equipo al gol, es ganar con diversión, es empequeñecer al rival con habilidades colectivas ensayadas, es el dominio del espacio, con respeto al espectáculo, al árbitro y las reglas. Es debilitar defensas y potenciar ataques.
Es la combinación estrecha de la capacidad física y mental.
No es este el sentido estricto de la definición, pero sí una aproximación a lo que es y representa.
El futbol no es solo “22 locos persiguiendo una pelota”.
El futbol ha vivido en Colombia, un cacareado progreso desde los micrófonos y en el desprestigio en las canchas y los escritorios.
Se juega con pasión en los ámbitos de la radio y la televisión, en las tribunas, en las tertulias, en las calles, en los bares, mucho más que en los estadios.
Los hechos inherentes son tratados con fingida sabiduría, con escasa profundidad y conocimiento, con ligereza en los análisis.
Por eso la tendencia a descalificar las elecciones del entrenador de turno. Sus alineaciones. La importancia de un jugador en el campo, las decisiones arbitrales, la naturaleza, la profundidad o el efecto de las sanciones en los tribunales y a pretender empatar o ganar los partidos desde las polémicas.
El objetivo es hacer escándalo, desbaratando proyectos, manchandolos con tanta ligereza, sin respeto a los protagonistas.
Es el futbol que no divierte sino que atemoriza. Que ya no tiene ovaciones sino bostezos… que se convierte en guerra que todos lamentamos pero no corregimos ni evitamos. Esteban J.–