La Veintitrés

El Once: lucha, juego, excitación y bronca

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Foto @oncecaldas

Esteban Jaramillo Osorio

El técnico Hernán Darío Herrera salvó el punto, cuando movió la nómina con sus relevos, con clara “lectura” del partido.
 
Fue el origen del empate, con pase-centro en rosca de Lucas Ríos, al estilo Billy Arce, para el remate de Michael Barrios. El cartagenero, un chico entre gigantes, encuentra, sabueso, el lugar indicado en el área para distraer marcas y convertir las jugadas en gol. Lo hizo contra Águilas Doradas.
 
Todo sucedió muy rápido.
 
Seis minutos antes, en el 70, Leider Riascos como una exhalación, mientras los recuperadores del Once le hacían calle de honor, rompió líneas y fusiló a James Aguirre.
 
“Abeja”, Herrera, metió su mano, cuando arreciaba la tormenta. Su equipo estaba en shock por el gol, aturdido, mareado. Entonces reorientó su esquema y logró el empate.
 
Fue un juego parejo, sin dominador claro, con alternancia de acciones ofensivas y errores defensivos. Prevaleció la Equidad en muchos pasajes, sobre todo en el medio campo, por las luces creativas de sus futbolistas. 

Elan Ricardo fue su guía como también Alejo García, por el Once mientras le duró el combustible. Finos, ambos, en la progresión con toques, aunque al Manizaleño lo afectaron los largos traslados con el balón cuando los encontró como alternativa.
 
Cotejo con asperezas, físico, una especie de lucha y juego, crispante, con rivalidad manifiesta en todos los sectores del campo y en los bancos de técnicos y relevos.
 
Con Barrios y Riascos, destacados. Ambos acertaron en los goles y fallaron en las marcas, porque entre ellos se planteó un intenso duelo desde el comienzo del lance. También empataron.
 
Equidad buscó el gol del triunfo hasta el último minuto. A punto estuvo de lograrlo con Andrés Correa, cuando cazó un balón en el área y buscó el palo opuesto de Aguirre, quien boquiabierto y asustado, vio el paso de la pelota, rozando la portería.
 
Otro de los tantos deslices defensivos del Once en el partido.
 
Fue la antesala del desorden.
 
Explotó la gresca. Fieras hambrientas fueron varios futbolistas, como zanjando viejas rencillas.
 
Excitación tremenda sin control emocional, provocada por Leiner Escalante, veterano, curtido en simulaciones y provocaciones quien hacía poco había ingresado al partido. Parecía con esa función específica.
 
“Berreando” se marchó expulsado, con “la cola entre las patas”, con “cara de yo no fui”, regañado, porque “fue por lana y salió trasquilado”.
 
Descompuesto estuvo Aguirre, como nunca ocurre, con liderazgo agresivo que pudo pagar caro. Por su veteranía no se justificaba.
 
Final feliz, con la igualdad buscada. Esta vez fue poco el futbol exhibido por el Once, se mantuvo intacto el espíritu de lucha y fue grande el derroche físico. El punto, un botín, el esperado y trabajado. Esteban J.

P.D. No sé si notaron que nada hablé de Dayro. Poco hizo.

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