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El tango, insignia de una misión imposible

Por ESTEBAN JARAMILLO OSORIO.

 
Existe un tango que bailaron en Buenos aires hace tres décadas, con autoría, letra y música desconocidas, que odian los hinchas del futbol argentino, pero celebran los colombianos con especial fervor.
 
La orquesta que lo interpretó, con artistas de lujo, colombianos, en uno de los templos de futbol en Buenos Aires, el Monumental Antonio Liberti, el de River Plate, dirigida por un odontólogo de las zonas deprimidas del Choco.
 
El tango como la mayoría, una oda al desengaño, a la traición, a la tragedia y a la vergüenza.
 
Se llamó”, para muchos, el “cinco-cero”. Sin duda un tema colosal. Reposa en la memoria de los colombianos, con especial admiración y nostálgicos detalles en los recuerdos.
 
Un rubio, de melena desordenada, fue el eje de la fiesta, como también un moreno desgarbado, un macizo tan recio como una roca, un obrero aplicado, un portero agigantado y un alternante, quien no desentonó.
 
Hoy, ese tango, cobra vigencia, como motivo de inspiración, cuando Colombia prepara su equipo para jugar contra Argentina en el clasificatorio al mundial.
 
Contra el campeón del mundo, de copa América, el mejor seleccionado de la actualidad, con grandes estrellas en su nómina y un técnico que produce admiración.
 
Cuando aquel tango se bailó por primera vez, con sus notas futboleras, fue la apoteosis precedida por las dudas y el escepticismo. Porque interpretarlo se creyó misión imposible.
 
En ese mundo, el de las melodías de arrabal y el futbol, tan asociados entre sí, no hay sueños irrealizables.
 
Podría ser, de nuevo en Buenos Aires, en el mismo escenario, el resultado menos esperado. No otro cinco a cero, tan difícil de igualar, pero sí un toque entonado, que acerque a Colombia al próximo mundial. Se puede. Se sueña y se logra. Es confiar.
 
Aquel tango nunca lo podré olvidar porque, además, en la tribuna, estaba el Gardel de la época, Maradona quien sufrió una afrentosa humillación.

P.D. Quizás recuerdas al Pibe, al Tino, a Freddy, a Leonel, a Córdoba y Maturana. Sin piano, sin violín, sin bandoneón, sin bajo, pero con magia en las manos y en los pies.

Esteban J.

Columna de opinión

Las opiniones expresadas en las columnas de opinión son de exclusiva responsabilidad de su respectivo autor y no representan la opinión editorial de La Veintitrés.

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