La Veintitrés

El último empujoncito

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Por Hernán López Aya

Estamos a 90 minutos “oficiales” de que el país pueda, nuevamente, disfrutar de algo muy grande en materia futbolística. Si bien es cierto que en el 2001 lo hicimos, ese triunfo tuvo un sabor agridulce, por todo lo vivido en esa época (en diferentes aspectos), y por lo que muchos se atrevieron a demeritar. 

Y es en este momento, en esta “previa”, en el que es prudente recordar algunas de las grandes gestas que colombianos dedicados a golpear balones, nadar, montar en bici o correr han logrado para alegría de otros colombianos y nos han ayudado a disminuir esa imagen negativa que tenemos en este planeta, porque también hay que ser conscientes de que no ha desaparecido. Nos siguen juzgando por lo malo que unos pocos hacen.

Además, al recordarlas, se hincha el pecho, se eriza la piel y se engalana el camino a ese paso final.

Yo nací en 1973; y el primer recuerdo deportivo que tengo y conservo es el de un partido de fútbol del Mundial Argentina 78. Tenía 5 años y me acuerdo de que estaba acostado en el sofá de mi casa, con el tetero en la mano, y viendo fútbol en un televisor a blanco y negro. Es un flash. Si no estoy mal, la imagen que conservo es la de un minuto del Argentina vs. Holanda, el partido final.

Pero del primer triunfo colombiano que tengo registro, aparece una imagen en el salón de clases de mi colegio. Estaba en séptimo grado, sentado en la cuarta línea de pupitres y tratando, a cualquier precio, de esconder el audífono con el que estaba escuchando la etapa 13 del Tour de Francia de 1985, que Lucho Herrera ganó. En el descenso del Alto de la Cruz, “El Jardinerito” se cayó y se golpeó la cara fuertemente. Sin pensarlo dos veces se levantó, agarró su bici y siguió. Recorrió 179 kilómetros entre Autrans y Saint – Étienne. Fue tremendo triunfo. Un año antes, ganó la primera etapa para Colombia en la misma carrera: la del complicado Alpe D’Huez.

El segundo es el triunfo de Atlético Nacional en la Copa Libertadores de América. En 1989, 31 de mayo, el “verde de la montaña” le ganó el torneo a Olimpia, de Paraguay, con un equipo de “puros criollos”, y en Bogotá. Una larguísima tanda de penales fue finalizada por el cobro de Leonel Álvarez, después de que futbolistas de uno y otro bando hubieran marcado y botado disparos (18 fueron pateados). Ese día, René Higuita se consagró como uno de los arqueros más importantes de América, después de haber atajado 4 penales, uno tras otro. 
Vi el partido en la casa del negro Cely; esa noche Gloria, su mamá, nos pegó un enorme regaño por la algarabía que armamos, después de cada cobro. 

El tercero es el empate entre Colombia y Alemania, en el Mundial Italia 90. Cursaba el grado 11. El día del partido, 19 de junio, estaba en la Universidad de La Salle, en Bogotá, haciendo un curso Pre – Icfes. Los profesores, con benevolente consciencia de lo que estaba pasando en el torneo, nos dejaron ver el cotejo y habilitaron varios televisores. Cuando Alemania marcó el primer gol, me salí de la sala en la que estaba, prendí un cigarrillo y eché como unos 700 madrazos. Minutos después, el combo de Rincón y el Pibe hicieron historia. Yo me perdí el gol del empate, en vivo, pero vi la repetición y la grité hasta quedarme afónico.

3 años más tarde, ese mismo grupo se atrevió a “untarle” la pelota a Argentina, en el estadio Monumental, del barrio Núñez, y le empacó 5 pepazos que, al final del partido, obligaron a Maradona a ponerse de pie y aplaudir a sus rivales. Qué baile tan bravo. Qué equipazo. Pero que decepción nos dejó su participación en el Mundial de 1994. Además, en ese mismo año, la intolerancia le quitó la vida a Andrés Escobar, confirmando una vez más que el fútbol es una desgracia, cuando el narcotráfico se le acerca.

De ahí en adelante, la cosa cambió. En 1996 comencé con mi carrera periodística y empecé a ver los logros deportivos de forma diferente, sin dejar de lado la celebración. En 1997, Edgar Rentería ganó la Serie Mundial de Beisbol con los Marlins de Florida; y el partido lo escuché por radio. 

Llegó el Mundial Francia 98, con una participación regular de Colombia, con un Farid Mondragón inspirado ante Inglaterra y con un momento de respeto otorgado por David Beckham quien, al terminar el partido, corrió a pedirle el cambio de camiseta al “Pibe” Valderrama.  

En el año 2000 hizo su arribo la primera medalla de oro de Colombia, en unos Juegos Olímpicos. La pesista María Isabel Urrutia fue quién la ganó; se la trajo desde Sidney, Australia y yo la vi por televisión. 

Siguió la esperanza deportiva y nos encontramos con el evento que menciono en el primer párrafo de este texto: la Copa América de 2001, jugada en Colombia, con la ausencia de la Argentina de Marcelo Bielsa y con un Brasil representado por una selección juvenil. ¡Nos la ganamos, y en nuestra casa!. Un gol de cabeza de Iván Ramiro Córdoba nos entregó el primer trofeo que conseguimos, a nivel de selecciones futbolísticas masculinas. El televisor siguió siendo mi herramienta.

Continuaron los años y, con ellos, más triunfos importantes. Entre 2001 y nuestra actualidad se han atravesado momentos como el triunfo de Nairo Quintana en el Giro de Italia, en 2014; el Wimbledon que Cabal y Farah ganaron; las dos medallas de oro que Mariana Pajón, especialista en BMX, ganó en dos Juegos Olímpicos; las dos de oro de Caterine Ibargüen, también en Olímpicos; la de plata de Rigo; las carreras que Juan Pablo Montoya ganó en la Indy Car y la Fórmula 1; el Tour de Francia de Egan Bernal… Y se me queda un montón entre el tintero.

Pero, ¿por qué este resumen de recuerdos que erizan la piel? 

Pues porque es la demostración de que los deportistas colombianos son uno de los tesoros más importantes que tenemos y son la prueba de que cuando nos comprometemos con algo, lo sacamos adelante. Y hoy nos toca de nuevo. Hoy jugamos la final de la Copa América 2024 contra Argentina. 23 años después de ganarnos la primera, los 26 jugadores dirigidos por el argentino Néstor Lorenzo y comandados por el zurdo James Rodríguez tienen el reto de darle a este país, contrariado y confundido, una nueva alegría.

Pero para lograrlo, y así parezca cábala, hay que darles nuestro apoyo. Si bien es cierto que Argentina es experta en este tipo de partidos, Colombia ha demostrado que juega bien, que encara bien, que no tiene miedo y que, como dijo su capitán: “tiene hambre”. Es decir, que sí puede ganar.

En el estadio, los colombianos asistentes serán los encargados de animarlos. Y en nuestras casas, nos corresponde enviarles buena energía, mensajes positivos y creer en ellos. Hoy, podemos ser campeones. 

Solo nos queda alentarlos y darles un “último empujoncito”… @HernanLopezAya

*Comunicador Social y Periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano con 26 años de experiencia en televisión y Oficinas de Comunicación. Fue jefe de emisión del fin de semana en RTVC NOTICIAS. Ganador del premio de periodismo Álvaro Gómez del Concejo de Bogotá en 2016. Bloguero de KIENYKE durante varios años. 

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