Gloria Amparo Rodríguez es, quizás, la principal autoridad académica y jurídica en materia ambiental de Colombia. Desde su infancia y adolescencia en la maravillosa Pensilvania, hasta su brillante carrera como docente y su papel como magistrada de la JEP, hablamos con ella en La Veintitrés
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Por Samuel Salazar Nieto*
Tenía apenas ocho años cuando tuvo su primer contacto con el mundo jurídico. Motivada por un asunto relacionado con derecho de familia, se armó de valor y se acercó a la Juez Promiscua del pueblo para resolver sus dudas. Entre sorprendida y admirada, la funcionaria respondió cada una de las preguntas de la inquieta niña. Desde ese momento quedó sembrada la semilla del interés por los asuntos legales y la jurisprudencia en quien hoy es la segunda abogada más citada del mundo jurídico colombiano.
En ese “pueblo maravilloso, lleno de naturaleza y de gente pujante”, nació y creció Gloria Amparo Rodríguez. En medio de las montañas de la Cordillera Central, en su natal Pensilvania, plantó los cimientos de un camino que emprendería antes de cumplir 20 años, cuando se trasladó a Bogotá con su diploma de bachiller del Colegio Nacional Oriente de Caldas, para estudiar Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma.
Dejó atrás las tardes de canto en El Edén, la finca de las religiosas de La Presentación vecina al hospital; los paseos de olla con baño incluido en la Quebrada El Bosque; las caminatas por las calles del pueblo “midiendo las calles” con los amigos; los partidos de basquetbol en el colegio; las noches de baile en el Club Pensilvania; las subidas al Cerro Piamonte y las tertulias hablando de temas jurídicos, acompañadas de tinto o ‘pintadito’, en el histórico y tradicional Bar Italia, con el doctor Javier Arango, el abogado más destacado del pueblo.
Dejó atrás tardes de canto en El Edén, la finca de la comunidad de religiosas de La Presentación; paseos de olla con baño incluido en la quebrada El Bosque; caminatas “midiendo las calles” del pueblo con amigos; partidos de baloncesto en el colegio; noches de baile en el Club Pensilvania; subidas al Cerro Piamonte, y tertulias acompañadas de tinto o pintadito en el histórico Bar Italia, junto al abogado más destacado del pueblo, el doctor Javier Arango. “Todas esas cosas de mi infancia y adolescencia me marcaron para amar los libros, la academia y la investigación”, afirma.
El derecho, su gran pasión
Como adolescente en Pensilvania, Gloria Amparo compartía sus días entre la lectura y la investigación. Alimentó estas pasiones con su presencia habitual en la biblioteca del colegio, que le abrió las puertas a un mundo de conocimientos adicionales a su formación básica.
En la universidad, mientras estudiaba, comenzó a trabajar en el Fondo Ecológico de la Financiera Eléctrica Nacional. Fue su primer acercamiento al derecho ambiental, un tema que entonces era desconocido para la mayoría de los colombianos, incluido ella. A partir de allí, su vida tomó el rumbo que la proyectaría como la principal autoridad en esta área.
Su trayectoria le permitió ganar el concurso para ocupar una silla como magistrada en la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). A pesar de recibir múltiples ofrecimientos para ocupar importantes cargos, incluso a nivel nacional, Gloria los ha rechazado, afirmando que su lugar está en la academia, a la que considera “un paraíso”.
Realizó su primera especialización en derecho ambiental en la Universidad del Rosario, con la que, por su excelencia académica, su investigación de alta calidad y su compromiso con la formación de líderes y profesionales que contribuyan al desarrollo del país, inició hace veinte años de relación directa que le permitió avanzar en su carrera y destacarse en el mundo jurídico nacional e internacional. Al claustro sigue vinculada como profesora de cátedra.
Como profesional, realizó su primera especialización en Derecho Ambiental en la Universidad del Rosario. Por su excelencia académica, investigaciones de alta calidad y compromiso con la formación de líderes, mantiene un vínculo de más de veinte años con esta institución, donde es profesora de cátedra. Allí también cursó dos especializaciones más: una en Negociación, Conflicto y Arbitraje, y otra en Derecho Médico Sanitario. A esto se suma una maestría en Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible en la Universidad Nacional y un doctorado en Sociología Jurídica e Instituciones Políticas en la Universidad Externado de Colombia. Su trabajo ha sido reconocido internacionalmente con el premio “Consolidación de la paz ambiental en la práctica”.
Ha publicado más de 30 libros y al menos 200 artículos en medios especializados, la mayoría de acceso gratuito. “Cada año me pongo como meta sacar nuevas publicaciones que puedan servir a las comunidades, para que conozcan, ejerzan y reclamen sus derechos, incluso sin recurrir a un abogado”, relata. Aquí, pueden conocer y acceder a decenas de sus publicaciones: Conozca aquí de manera gratuita y libre las obras de Gloria Amparo Rodríguez
La gente, sus alumnos, el país
La Magistrada considera que su mayor satisfacción es lograr que la gente acceda al conocimiento. Recuerda emocionada el mejor regalo que recibió el pasado diciembre: “Un señor afrodescendiente me llamó desde Salahonda, Nariño, para desearme feliz Navidad y contarme que en la emisora comunitaria acababan de leer la última página de mi libro”.
Desde la Clínica Jurídica de la Universidad del Rosario, Gloria ha trabajado en problemas de comunidades wayuu y de los cuatro pueblos de la Sierra Nevada de Santa Marta, además de participar en discusiones clave sobre derecho ambiental, resolución de conflictos y derechos de las víctimas.
En sus clases, que siempre están llenas, utiliza experiencias personales para conectar con sus estudiantes. “Estaba en el sur del Chocó con niños indígenas que querían conocer el mar. Durante el paseo, un niño fue picado por una mantarraya, pero logramos continuar gracias a los conocimientos tradicionales de una señora del caserío. Quince días después, esa comunidad fue desplazada. Fue muy triste encontrarlos en Buenaventura en medio de su tragedia”.
Ella insiste en la importancia de llevar esperanza a los jóvenes: “Hemos avanzado, y por eso seguiré dando esperanza, porque es muy triste que los jóvenes no tengan esperanza”.
Su papel en la JEP
Aunque inicialmente acordamos no hablar en la entrevista de la Jurisdicción Especial para la Paz, su papel como magistrada es ineludible. Forma parte de la Comisión Territorial y Ambiental, donde trabaja para incluir temas ambientales en la Justicia Tansicional. “Los pueblos indígenas reconocen el territorio como un ser vivo que ha sido víctima del conflicto”, señala y recalca además el trabajo allí “es muy difícil y en ocasiones, es estresante, pero cuando uno tiene claro lo que se está trabajando, no puede perder el horizonte que es la justicia, la verdad, la reparación y la no repetición”.
Como miembro de la Comisión Territorial y Ambiental de la JEP, el gran reto que enfrenta es incluir los temas ambientales, que generalmente aparecen en la mayoría de los conflictos a lo largo y ancho del país. Un territorio que, como lo señalan los pueblos indígenas, es reconocido “como un ser vivo que ha sido víctima del conflicto”. Por eso, temas como la situación de comunidades étnicas, deforestaciones, voladuras de oleoductos, contaminación de aguas, minería ilegal, mal uso de los recursos naturales, comunes en el actuar irregular de los grupos armados ilegales, no son ajenos al aporte que ella propone incluir en este tribunal. “Y ahí no queda más que entender que somos jueces, garantes del equilibrio de la justicia, la imparcialidad y las normas que nos dan todos los elementos para poder impartirla, así muchos no compartan nuestras tareas”, destaca.
En La JEP la magistrada Gloria Amparo Rodríguez forma parte de la Sección de Revisión de Sentencias, donde también, en medio de la polarización y la intolerancia de algunos sectores del país, se toman decisiones que con frecuencia generan polémicas. “Ahí no nos queda más que respirar profundo y continuar, entender que somos jueces y que los jueces somos garantes del equilibrio de la justicia y la imparcialidad”, afirma.
… Y ella
Entre tanto, todos los días a las 4:00 a.m. como lo viene haciendo hace varias décadas, continuará con su rutina de trabajar en sus asuntos académicos, dedicando así sea unos minutos a escribir un artículo, a avanzar en el capítulo de un libro, a compartir con ‘Dennis’ y ‘Pancho’, sus mascotas, perro y gato, y únicos compañeros, para, a las seis de la mañana, comenzar a prepararse para ir a trabajar.
Hace 20 años no va a Pensilvania. Primero por los afanes del estudio y su actividad académica y ahora por la intolerancia de algunos y por lo motivos de seguridad propios de la investidura que ostenta. Pero aspira muy pronto a volver para recorrer las calles que la vieron crecer, subir al Cerro Piamonte, recordar sus aventuras de paseo de olla a orillas de la Quebrada El Bosque y, por supuesto, tomarse un tinto o un ‘pintadito’ en el tradicional Bar Italia.
*Asesor Editorial La Veintitrés