Un escolta anónimo, exmilitar radicado en Bogotá, Colombia, reveló en una entrevista concedida a Infobae Colombia los claroscuros de su profesión, dedicada a proteger la vida de figuras públicas como artistas y políticos, en un contexto marcado por la falta de personal en la Unidad Nacional de Protección (UNP) para cubrir la creciente demanda de escoltas ante candidatos presidenciales y al Congreso. Este testimonio surge en medio de un debate nacional sobre el rol de estos profesionales, quienes exponen su integridad para salvaguardar la de otros, bajo la enseñanza profesional de que la vida del protegido siempre prevalece sobre la del escolta en situaciones de riesgo.
El escolta, quien no imaginó esta carrera en su infancia y la asumió como salida laboral tras dejar el Ejército, describe su rutina diaria como una mezcla de privilegios y sacrificios. Entre los aspectos positivos destaca los viajes constantes y el contacto con famosos, que han superado las dificultades, permitiéndole ganar un salario superior al mínimo y mejor que el de amigos y familiares, especialmente cuando protege a figuras públicas con agendas itinerantes.
Los privilegios de una vida al límite
«Después de estar en el ejército, de no poder seguir, esto se convirtió en una salida para buscar un futuro. No me arrepiento de haber aceptado el trabajo porque he viajado, he conocido famosos, de todo, ha sido más lo positivo», afirma el escolta, quien se considera afortunado por no haber enfrentado incidentes graves más allá de controlar accesos en eventos privados.
«Yo no pensé en ser escolta, de niño no era algo que imaginara en mi vida, es más, puedo decir que la mayoría de personas que conozco no está en su trabajo ideal, eso no hace que sea malo. Es como todo, hay días buenos y días malos».
Escolta anónimo, exmilitar y protector de figuras públicas
Los sombras de egos y obediencia ciega
Sin embargo, los negativos pesan: el manejo de egos de protegidos y superiores, malos tratos que obligan a agachar la cabeza para evitar reportes que dañen la carrera, horarios extenuantes que roban momentos familiares como cumpleaños y Navidades, y un trato jerárquico similar al militar donde las órdenes se respetan sin cuestionar. «Tengo que cuidar la vida de otra persona, tengo claridad, a ti te enseñan que la vida de ellos está por encima de la tuya en momentos de riesgo, pero es como en el ejército con las poblaciones, y eso no hay plata que lo valga, pero no puedo decir que sea mal pago, todo lo contrario», explica.
«Yo soy un afortunado, me ha tocado tomar (evitar que ingresen a zonas privadas o se acerquen al artista) gente en eventos y no más, nada grave. Lo peor ha sido tener que lidiar con egos, hay patrones que lo tratan mal a uno y toca agachar la cabeza, un reporte negativo te puede dañar la carrera y uno no quiere eso. Lo mismo con superiores, más con ellos, se tiene un trato muy parecido al militar en el que debes respetar las órdenes, así no te gusten».
Escolta anónimo, exmilitar y protector de figuras públicas
El profesional sugiere regular las denuncias por maltrato de superiores para mejorar las condiciones, reconociendo que quejarse no siempre es bien visto, aunque estos problemas trascienden la profesión y reflejan dinámicas culturales del país donde el poder a veces abusa. Su voz resuena en un momento crítico para la UNP, expuesta por la escasez de personal, subrayando la necesidad de valorar y dignificar el trabajo de quienes velan por la seguridad de la élite nacional.
«Yo pensaría en el trato, no siempre es el mejor y hablar de eso no es fácil, nunca se escucha bien que uno se queje. Aunque es algo en general, hay otros trabajos en los que también se aguantan tratos malos y no se puede hablar, es más del país y de la persona que lo hace, que se siente con el poder de hacerlo».
Escolta anónimo, exmilitar y protector de figuras públicas

















